martes, 30 de junio de 2009

VINCULACIÓN EMOCIONAL CON EL TERRITORIO

Si algo distingue la dialéctica política del Presidente de la Junta de Extremadura, Guillermo Fernández Vara, es su proverbial cercanía a la gente; la humildad del político que, lejos de reconocer sus limitaciones por las circunstancias, las admite con la naturalidad que le otorga la responsabilidad encomendada por los ciudadanos y las afronta con el realismo que deviene de las circunstancias actuales.

El recuerdo inicial de su discurso de hoy en la Asamblea de Extremadura, sobre orientación general de la política general de la Junta de Extremadura, al fallecido alcalde del Valle de Santa Ana, que le ratifica “la riqueza que supone para Extremadura el trato de nuestros gentes en los pueblos”, ratifica la virtud de un político apegado a la tierra y sus habitantes, consciente de que “la política es el instrumento para gobernar el espacio público que compartimos”, y de la confianza en el talento como motor del desarrollo y su aprovechamiento para generar igualdad.

Vara ha pronunciado esta tarde en la Asamblea de Extremadura un discurso que, más de orientación sobre política general, cabría calificar del estado de la región, su presente y su futuro; los logros conseguidos y las metas por alcanzar.

El Presidente ha subsumido en una frase el estado de la situación, tras reconocer las fortalezas, debilidades, oportunidades y amenazas que se ciernen sobre la región y ofrecer a la oposición una gran pacto social, que tendría como grandes objetivos: introducir cambios en el modelo de desarrollo, crear empleo, recuperar la confianza y apuntalar la solidaridad: “la vinculación emocional con el territorio”.

No se entendería esta frase sino situada en el contexto de las veinticinco propuestas expuestas ante la Cámara en las que se deben centrarse los esfuerzos de futuro. Se refería el Presidente a su apuesta por el desarrollo rural como “un camino solvente y rentable para el conjunto de la sociedad extremeña, poniendo en valor lo local” como impulso a la descentralización administrativa y el compromiso con la mancomunización de servicios.

A los dos años de su elección como Presidente, Vara se ha ratificado en su concepción de la “moderación como virtud de los fuertes”, en hacer del diálogo el mejor instrumento para ejercer la política, en la negociación en los asuntos trascendentales para la Comunidad y “en los tratamientos comunes en todo aquello que los ciudadanos entienden que debe estar por encima de la lucha partidaria o de clase”, porque, como ha reconocido “estoy aquí para asumir mi responsabilidad, para decir bien claro que esta crisis no va a determinar nuestro destino como pueblo, porque no están en juego los votos, sino el futuro”.

El diagnóstico realizado por el Presidente es el propio que, por profesión, le vendría dado al forense que no solo examina y certifica las causas de la muerte, sino que pronostica las razones morales que condujeron a la misma y ofrece remedios compartidos para que una vez, “producido el desenlace”, apelar a la política para salvar el sistema, y ofrecer una reforma del modelo como obra de reforma y rehabilitación, sin olvidar que “en el edificio sigue viviendo la gente”.

El gran pacto social y político por Extremadura propuesto por Vara, por su desarrollo, por la protección social, por la cohesión territorial, por la distribución adecuada del esfuerzo y de sus resultados, reclama, como bien dijo, “soluciones excepcionales ante problemas excepcionales”.

El reconocimiento de nuestras fortalezas, debilidades, oportunidades y amenazas, junto a los indicadores de la situación actual, le permiten ofrecer a la oposición ese gran pacto social y político, centrado en veinticinco medidas, que, además de otros grandes temas de actualidad, como la financiación autonómica, la educación, la sanidad, la dependencia, las medidas anticrisis, el apoyo a las familias, el fomento del empleo, el apoyo a las empresas y el fortalecimiento del sistema financiero, subsumen un discurso político en el que la “vinculación emocional con el territorio” es la columna vertebral de quien asume su responsabilidad “para ponerse de frente y delante, y no de lado”.

El PP tiene hoy, además de las sonrisas inexplicables de alguno de sus diputados, la palabra, por el bien de Extremadura, “porque está en juego el futuro”.

domingo, 28 de junio de 2009

EL AMARGO SABOR DE LAS VICTORIAS

Nos ha dado el día tres victorias: las del Cerro de Reyes y el Cacereño, con su ascenso a 2ª B; la de la Selección Nacional de Fútbol, clasificada en tercera posición en la Copa Confederaciones. Tres victorias para una mayoría que las hace propias, las festeja y eleva su autoestima. No hubiere extremeño, aun sin ser aficionado, que no se alegre de este doble triunfo de los equipos más representativos de sus ciudades; ni quizás español que no festeje los goles de Güiza y Alonso, aun con la hiel de no haber disputado la final ante Brasil.

“Hemos vencido”, como dijo el heraldo ateniense Filípides tras recorrer en solo dos días la distancia entre Maratón y Esparta (240 kilómetros) y posteriormente desde Maratón hasta Atenas (42 kilómetros) para dar la noticia de la victoria ante los persas y caer desfallecido, más por las heridas de la batalla que por su veloz carrera.

La historia de Filípides, que dio origen a la maratón, prueba estrella de las Olimpiadas, subsume desde el 490 a. d. C. la miel y la hiel de las victorias; la dulzura de quienes, haciéndolas propias un tiempo, se ríen de la derrota del adversario sin saber que la derrota estará al caer un día, y entonces aquélla se trocará en amargura.

Las victorias de hoy son como el dulce seco con almendras amargas. Hay aficionados que se alegran más de la derrota del adversario que de la victoria propia, como si en ésta le fuera la propia y en la derrota, su victoria. Triste sino el de aquellos condenados a vivir deseando no la victoria, sino la derrota de sus adversarios, porque más dura será su caída.

En el fútbol, como en la vida, se alinean cada día estos dos equipos: los que siempre buscan la victoria y quienes, dejándose arrastrar por la corriente, desembarcan en el océano de su propia derrota. Los primeros participan en la maratón de la vida en búsqueda de la meta final; los segundos serán siempre los últimos, porque no han tenido para sí mismos, ni en solitario ni en equipo, el hambre y la sed de victoria.

A muchos otros, en cambio, nada les dicen victorias ni derrotas que les son ajenas, porque nada les va ni les viene ni en las unas ni en las otras. Son aquéllos que, por múltiples circunstancias de la vida, no pueden participar en la maratón de la propia, ni morir en la meta con la dignidad de Filípides: los parados sin futuro, los jóvenes sin empleo, los ancianos solos y desvalidos, los sedientos de justicia sobre la tierra… ¿Qué puede decirles a ellos una victoria deportiva si tan solo desearen la victoria de su dignidad de hombres y mujeres libres, que nunca lograrán por los caminos pedregosos por donde una sociedad insolidaria les invita a recorrer la maratón de sus vidas…?

La victoria deportiva logra, a veces, lo que no consigue la propia sociedad organizada: elevar la autoestima tan necesaria para lograr la propia en la vida; el disgusto de la derrota resulta, en cambio, tan pasajero como la vida misma, porque la honra y el honor no residen tanto en victorias de equipos o selecciones, sino en la victoria de la dignidad de todos los seres humanos.

En la alegría compartida por tantos, nos alegramos de las victorias de un día, que no pueden ser para siempre, porque en el deporte, como en la vida misma, unas veces se gana y otras se pierde; pero que las victorias no sean siempre de los mismos y las derrotas, de los más, porque entonces nadie podrá colgarse medallas ajenas, sino tan solo los atletas que las lograron en buena lid deportiva. Y entonces las victorias de unos pocos será su propia derrota en la maratón de sus vidas.

miércoles, 24 de junio de 2009

UNA VENTANA DE CÁCERES


Hubieren pasado décadas y su ventana permanecerá siempre abierta; en su voz y en sus escritos. Fernando García Morales, decano de los periodistas cacereños, es la ventana permanentemente abierta al pasado de su ciudad. Primero fue su voz, aún firme y viva, en la radio: Radio Cáceres, La Voz de Extremadura; luego, sus vivencias, su crítica, su indulgencia, una pasión abierta por Cáceres en el Diario Extremadura, en el semanario Cáceres, en el diario Hoy hasta su jubilación.

Fernando García Morales es la historia y la anécdota del Cáceres de los últimos setenta años; el conversador ameno, vivencial, que extrapoló a los medios en los que sirvió su amor por su ciudad, el conocimiento de quien la vive, la ama y, por ello, la sufre; el tertuliano que ponía la guinda al pastel; una lengua y una pluma trocadas en contar la intrahistoria de Cáceres, la anécdota trascendida a categoría de historia.

Era ateneísta siendo niño; fundó con otros el nuevo Ateneo de Cáceres; contertuliano con escritores de la preguera y posguerra; fue tertuliano en la radio; pregonero de la patrona; fundador de la Asociación de Periodistas de Cáceres, en la que compartimos y gozamos hoy de su presencia siempre sabia.

Fernando es el decano no solo de los periodistas cacereños, sino de una voz viva que no apaga la de sus compañeros dejados en el camino. García Morales fue la “Ventana abierta” a la ciudad, publicada durante años en su último periódico; la ventana con la que cerraba su escritorio y que cada mañana nos daba el respirar de la ciudad.

Socarrón donde los hubiere, ríe las anécdotas antes de que las rían sus propios interlocutores. En el fondo, quien vivió días en el Amazonas, recordaba siempre a la ciudad sin río, la belleza condensada en su casco intramuros, Patrimonio de la Humanidad, y tornaba siempre a ella para escribir desde su “Ventana abierta” lo que veía, vivía, pensaba, medía, condensaba, traducía y componía para los cacereños. Su ventana, siempre abierta; a su lado, siempre el asentimiento de Mely. Como el de tu Cáceres hoy, Fernando, contigo. ¿O acaso habrá alguien que se atreva a cerrar tu ventana para que no veamos la limpia luz de nuestra ciudad, compañero, amigo…?

lunes, 22 de junio de 2009

CIERTO ARTE DE LO IMPOSIBLE

Lo posible no es nunca imposible. Si la política es el arte de lo posible, por qué algunos ven ahora lo posible como imposible. El arte de lo posible es vertebrar la democracia como el mejor vehículo para la conquista de los sueños de las clases más desfavorecidas; es decir, hacer posible lo imposible.

Ya Aristóteles definía la política como el buen gobierno a favor del bienestar general, suprimiendo cualquier interés particular. Para Dante, la política debe conquistar la paz para contrarrestar los males de las ilegalidades.

En la situación actual, por boca de algunos políticos, pareciere que no es posible hacer posible lo imposible. En los cambios de ciclos económicos, lo posible lo es para los de siempre, que pescan a río revuelto para obtener más ganancias para sí; pero que lo fuere también para determinados politiquillos de ocasión, da la estatura de su escasa talla política.

No es posible predicar y no dar ejemplo. No es posible andar todo el día crispando la vida pública con acusaciones sectarias e interesadas, para socavar los cimientos del adversario y la moral del buen hacer político: el de quienes ejercen la función pública como el arte de lo posible, aunque parezca imposible.

Quienes cada día propalan los ‘males ajenos’, se olvidan de los propios. Siglos hubieren ellos para hacer la política que postulan: hacerlo todo en cuatro años, para que los que siempre mandaron continúen llevando el bastón de mando, porque en él les va su vida y su riqueza, pero también la desesperanza de los que nunca fueron atendidos por esa clase política, que no miró por el bien general, sino por el particular…, es simplemente jugar sucio.

El nuevo arcoiris cambia el escenario. No es que las promesas se las lleve el viento para quienes, políticos de verdad, hubieren deseado llevar adelante la política enunciada. No es, tampoco, que el arte de lo posible se troque en imposible, sino en hacer posible lo que pareciere imposible.

Los politiquillos de la crispación son como falsos profetas que anunciaren el fin del mundo cuando cosas posibles antes se trocan en lo que ellos denominan “parálisis”, “incumplimentos”, “engaños”, “incapacidad”… ¿Buscaron sus ascendientes lo que ahora predican, o quizá se alegran del mal del prójimo porque a ellos les beneficiare?

Ha cambiado Extremadura en treinta años lo que no se pudo ver durante siglos. Tuvo la derecha oportunidades mil de hacer lo que predica; sin embargo, al azuzar a la izquierda, lo único que hace es tirar piedras contra su propio tejado, porque la derecha no asume la política como “el arte de lo posible”, sino solo como la posibilidad de arrebatar un poder que considerare exclusivo y excluyente, sin importarle para nada que, en tiempos de vacas flacas, también la política “es hacer posible lo imposible”.

Lo posible, ahora, no es cambiar el paso ni el modelo, sino asumir las prioridades, como una autovía para “el arte de lo posible”. Se trata de reajustar la oferta electoral para no caer en la tentación de pretender abarcarlo todo y no hacer nada. Es lo que predica la derecha; pero ya dijo alguien: “Haced lo que dicen los predicadores, pero no hagáis caso de lo que hacen.”

Hay muchos politiquillos arrogantes que dicen ser los ungidos de Dios; pero estos ungidos han llegado al punto de dirigir vidas y haciendas, salvar o condenar a personas y establecer hegemonías dictatoriales. Ya lo advertía el Evangelio: “Porque se levantarán falsos Cristos, y falsos profetas, y harán grandes señales y prodigios, para inducir a error, si posible fuera, a los mismos elegidos.” (Mt, 24: 11-24).

Predican, en fin, lo que dice la parábola de la cizaña, para tratar de hacer imposible lo posible y no hacer posible lo imposible. De ellos podrá ser el reino de la tierra, pero nunca el de los cielos, porque en sus palabras predomina su propia confusión y verdad, como falsos predicadores que abogan en un sitio por unas cosas y en otros por la contraria, según de donde sople el viento.

jueves, 18 de junio de 2009

EL SILENCIO DE LAS PALABRAS

No hay peor silencio de los que no pueden hablar, aun teniendo lengua y conociéndola para expresarse. No es el silencio de los sordomudos, que operan con su lenguaje de signos para entenderse lo que su mal les impidiere. Es el silencio de los que otorgan sin hablar; el de los que apagan las palabras con fuego, con el miedo, la tortura; el silencio de los resignados a la triste suerte de sus vidas; el silencio ante las injusticias sociales; el silencio de los sin fuerza para hablar; el silencio de los votos en blanco y abstencionistas, que pudieren hablar, pero desertan de la palabra.

Cómo interpretar el silencio de quienes se callan, pero no otorgan; de quienes nada dicen, pero ni asienten ni disienten; de quienes parecieren mudos sin serlo, porque de su boca no sale una palabra; el silencio de los que, debiendo hablar, se callan, y de quienes debiendo callarse, hablaren más de la cuenta; el silencio de los que están en posesión del saque de la palabra, pero se niegan a jugar con ella; el silencio de quienes no dicen lo que debieren decir a su tiempo: una palabra de consuelo, de ánimo, de cariño al prójimo necesitado, la confortadora palabra cuando se necesitare; el silencio de quienes enarbolan los derechos humanos más elementales como bandera y la arrían con el silencio; el silencio que, por amor, otorga, aun poniendo en peligro su propia vida; el silencio de quienes arrebataron la vida ajena y se callan para defenderse, aunque hieran más aún el corazón y el tiempo ajenos…

Qué decir de los silencios que imploran y no obtienen respuesta; del silencio de súplica al que respondiere un silencio administrativo; del silencio justificativo y exculpatorio de los malos arrepentidos; de los silencios que no confiesan sus pecados para endosárselos al adversario con la palabra pervertida; del silencio de los cómplices que niegan el habla oculta de otros; del silencio de quienes esperan en silencio que lleguen a ellos sus más elementales derechos; del silencio de quienes ocultan esta realidad para hacerla exclusiva y propia…

¡Ay del silencio del amor trocado en desamor!; de los silencios de culpas que exculpan; del silencio de los imputados sin que reconozcan sus yerros; de los largos silencios por miedo sin valor para hablar; de los silencios de resignación de los sin empleo, porque suyos no serán los bienes de la tierra; de los silencios de dolor provocados por amor y que devienen en maltratos o en la pérdida de la propia vida; de los silencios de defensa para no ser atacados; de los silencios de desamparo sin el amparo de la palabra; de los silencios de venganza sin la esperanza de reconciliación; de los silencios de la palabra sin la riqueza de la palabra ausente; de los silencios del hambre en la abundancia; de los silencios de sed por el agotamiento de la saliva; de los silencios de los líderes ante el silencio ‘obligado’ de sus oyentes…

Silencios que hablan sin hablar; que otorgan sin decir palabra; que disienten sin pronunciar sílabas; silencios que ni otorgan ni disienten…, “dueños de nuestros silencios, esclavos de nuestras palabras”, en el pensamiento shakesperiano; pero recordando también las palabras de Miles Davis: “El silencio es el ruido más fuerte, quizás el más fuerte de los ruidos”, en un mundo de ruidos, de silencios sin las palabras del infinito, “adentrándose en la multitud para ahogar el clamor de su propio silencio”, en palabras de Tagore.

jueves, 11 de junio de 2009

LA PENITENCIA Y LA ABSOLUCIÓN

Todo parece indicar que las lecturas interesadas de los partidos políticos tras los resultados obtenidos en las Elecciones Europeas del pasado domingo barren para casa, como si la victoria fuere de unos y la derrota de los otros; como si el partido que se acaba de disputar no se hubiere jugado en terreno europeo y tan solo en campo propio; como si el partido hubiese sido cosa de dos clubes y no de veintisiete selecciones que defendieren, o debieren hacerlo, una sola camiseta: la azul con las doce estrellas de la Unión, que a todos nos acoge; la unidad e identidad europea, símbolo de la solidaridad entre todos los estados miembros.

La abstención, la más elevada de toda la historia de los comicios, unida a la indiferencia, a la crisis económica, a los ajustes de cuentas interiores de los países miembros, han devenido en unos resultados que, aun considerándose buenos por los conservadores y la ultraderecha, no pueden considerarse óptimos para la Europa unida que necesitamos, porque en los pecados de una Europa desunida irá la penitencia y no la absolución a sus pecados que muchos proclaman, endosándoselos a sus adversarios.

Una mayoría ha olvidado que el partido se disputaba en Europa; que no era entre clubes de partidos nacionales que se jugasen el entorchado nacional; que en su victoria no está la absolución a sus pecados, que no han confesado, sin lo cual no es posible obtener el perdón, porque ni han sido juzgados ni han obtenido la contricción perfecta ni, por tanto, han podido ser absueltos de los pecados que ellos mismos originaron.

Víctimas quizá de la indolencia, del cansancio de unos políticos que predican “soluciones ahora”, cuando ellos fueron el origen de todos los problemas, los electores han castigado a quienes no debieren porque, siendo europeos, no han sabido estar en el momento oportuno a la altura de Europa, dejándola en manos de los euroescépticos y antieuroepeístas, de los cuales no podremos esperar nunca soluciones, sino más problemas.

Nadie puede cantar victoria, aun habiéndola obtenido en buena lid democrática, ni lamentarse de una derrota, que solo arrostrará Europa si los partidos que componen el arco parlamentario europeo no ponen, de ahora en adelante, los intereses globales por encima de los particulares.

Nadie parece haber escuchado el discurso de Obama en El Cairo, en el que proclamó en que nos salvamos todos juntos o nos hundimos. Los ciudadanos, azuzados por la crisis, han castigado a los presuntos culpables y han absuelto a quienes ni confesaron sus pecados, ni contritos de ellos, enarbolan sus banderas en señal de triunfo.

El futuro inmediato nos dirá si hemos acertado o no; si la Europa que deseamos estará bien defendida por los elegidos o si éstos pondrán la marcha atrás en el futuro de la Unión.

Nada pueden esperar los abstencionistas, ni siquiera los paganos de una crisis en que le resuelvan sus problemas aquellos que, aun no siendo elegidos por ellos, se han aventurado a dar un voto de castigo a quienes pudieren ayudarles a salir de ella, porque, aun dentro de la libertad que nos asiste, no hemos sabido ser sacerdotes europeos, al perdonarles pecados inconfesables de unos, y no confesados, y darles una absolución sin contricción o atrición.

Ahora, nos toca a todos hacer un examen de conciencia en la diligente búsqueda de los pecados cometidos, porque ignoramos el alcance de ellos y, sobre todo, de haber absuelto a los confesos y arrepentidos, que quizá no han hecho otra cosa que buscar la concertación para superar la crisis, con una política que defiende a la clase trabajadora y sus derechos para construir un nuevo modelo de sociedad basado en el desarrollo sostenible, y no como otros hicieron sustentándolo en un modelo que acabó con la economía occidental.

Esperemos que Europa no nos devuelva ahora al pasado, a la jornada laboral de las 65 horas semanales, que Alejandro Cercas logró frenar, porque semejaba un pecado inconfesable en pleno siglo XXI. Y los hemos absuelto sin penitencia, ni contricción o atrición. En nuestro pecado abstencionista, y no europeísta, llevaremos después nuestra propia penitencia. Y entonces será el llanto y crujir de dientes. Porque hemos perdonado y absuelto sin confesión a nuestros propios verdugos.

viernes, 5 de junio de 2009

EXTREMADURA: UN VOTO POR EUROPA

No se ha hablado tanto en Extremadura de Europa como en estos últimos años. Extremadura ha apostado por Europa por un deseo que pudiere ser realidad, no un sueño dorado intangible, sino una aspìración legítima. Sueña Extremadura con Cáceres 2016. Han hecho suyo ese sueño instituciones, asociaciones, colectivos sociales, sindicatos y empresarios.

Acunan ese sueño los extremeños, como los españoles el de Madrid 2016. La capital de España y la ciudad extremeña de la cultura, que ya fuere en 1992, preparan sus mejores galas para las nupcias con Europa. Los sueños, sueños son, pero hay que hacerlos realidad.

Cáceres cree en Europa como Madrid en la Olimpiada para el mismo año. Nos preparamos para Europa. Somos parte de ella. Europa nos necesita y apela a nuestra conciencia de europeos el próximo domingo, como los extremeños llamamos a su puerta y la Europa de los 12 de 1986, año en el que ingresamos, nos ha ayudado tanto a nuestra transformación como región europea.

Somos ciudadanos extremeños por el Estatuto de Autonomía de 1983; españoles por la Constitución Española del 78; europeos por el Tratado de Amsterdam de 1997. Una ciudadanía triple que nos obliga a devolver a Europa lo mucho que nos ha dado por su pertenencia a ella; lo mucho que podemos esperar de Europa en el futuro. Por obligación y devoción, nos debemos a Europa.

Cómo devolver a Europa lo que nos ha dado, y lo que esperamos de ella, si ahora le damos la espalda. El voto es libre, aunque en varios países de la Unión sea obligatorio; pero qué menos podemos devolverle a Europa que poner en sus manos nuestro destino. El destino de Extremadura y de España es Europa. El de Cáceres y el de Madrid 2016 están en Europa.

No podríamos pedirle a Europa su mano si no le damos nuestro voto a Europa. Cómo esperar su decisión para Cáceres, para Madrid, si no hubiéramos fe en ella. Cómo compartir nuestro destino si no creyéramos en ella, si no votásemos por la Europa que necesitamos, que nos ha puesto en el mundo y que ha de tener nuestra voz unida en el mundo.

Lidera Cáceres, Extremadura entera, una fe en Europa y en nuestras posibilidades de ser la novia elegida. Ni somos menos ni más que cualesquiera otras de las candidatas; pero si deseamos que Europa nos responda, hemos de llenar el domingo las urnas con nuestros votos por Europa. No se puede pedir lo que no se desea; no se pueda aspirar a algo que considerásemos una utopía. No se puede solicitar la mano de la novia que deseamos sin proclamarlo.

Cáceres se prepara para Europa. Su alcaldesa, Carmen Heras, lidera con pasión, apoyada por todos, esas nupcias con Europa en 2016. Europa no es solo cuestión de Cáceres, ni de Extremadura, ni de España. Es asunto de los veintisiete. Hemos de elegir a la mejor selección, a los mejores capitanes, que nos conduzcan a la Europa que deseamos y que anhelamos: la Europa de la libertad, por lo que tantos de nuestros ascendientes lucharon; la de los derechos sociales y laborales, por la que tantos sufrieron cárcel y persecución; las conquistas sociales, que no son irreversibles, y por las que hemos de luchar cada día.

Se trata ahora de decidir qué Europa queremos: la Europa social o la Europa de los mercaderes; la España del pasado o la Europa del futuro, con España como uno de los países líderes; la Europa de la conciliación y de los derechos sociales o la Europa de las 65 horas, derrotada en su propósito de volver al pasado; la Europa que busca el beneficio a costa de los trabajadores, o la Europa de los trabajadores con dignidad.

Si no votamos, si nos abstenemos, proclamamos nuestro escepticismo en Europa; si votamos, hacemos gala de nuestro europeísmo. No basta con ser europeos: hay que tener fe en Europa; hay que ser europeístas a pesar de los euroescépticos. Nadie nos obliga a votar; pero si no votamos por Europa, qué podemos esperar de Europa. ¿Cáceres 2016, quizá?

Necesitamos un viraje a la izquierda para consolidar las políticas sociales y las conquistas logradas. Extremadura es buena prueba de ello. ¿A qué esperar, pues, para darle un voto de confianza a Europa, que nos lo dado con largueza, si el domingo no le otorgásemos nuestra confianza en un mundo globalizado, en el que el viejo continente es nuestra única esperanza en el mundo?

España necesita a Europa; Cáceres y Extremadura esperan la respuesta de Europa. Démosle el domingo nuestro voto, por nosotros y nuestros descendientes. Y entonces, Europa será más nuestra que nunca.