domingo, 31 de agosto de 2008

CUANDO LLEGUE SEPTIEMBRE...

El noveno mes del año parece hecho desde siempre para aprobar la asignatura pendiente: la renovación del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) y el Tribunal Supremo (TC); la financiación local y autonómica; los pactos de Estado y extremeños anunciados (reforma del Estatuto, educación, financiación local, agrario, reforma del sector financiero)… Todo lo pendiente puede aprobarse en septiembre, aunque no conviniere más de lo preciso “dejar para mañana lo que puedas hacer hoy”, porque puede que sea tarde.

A partir de septiembre pueden sentarse en España las bases del próximo cuarto de siglo; pero, para ello, lejos de recular ante la crisis, habríamos de hacerlo al inicio de la transición, con el consenso como bandera y con una renuncia de máximos para un pacto de mínimos y de medios, como en los Pactos de la Moncloa.

Ni España ni Extremadura pueden permitirse el lujo de no aprobar sus asignaturas pendientes. Más aún en tiempo de crisis, que requieren un esfuerzo de generosidad ante el futuro y la atención a los más débiles.

Los parados, las mujeres y los jóvenes que aspiran a su primer empleo, a consolidar tras él sus derechos constitucionales, como una vivienda digna, que no lastre su vida in aeternum; a formar una familia, aspiración que muchas parejas no pueden cumplir…, no deben esperar un eterno aprobado septembrino que daría al traste con las mejores ilusiones y capacidades de sus vidas.

Los resultados de las elecciones generales y las recientes renovaciones de los partidos políticos a nivel nacional, regional y provincial, deben constituir un revulsivo para encarar el futuro con realismo, pero sin perder la esperanza.

Septiembre no debe constituir, en ningún caso, un tránsito de remedios caseros para tapar las heridas abiertas, más graves en las clases humildes que para otras que no necesitaren ni suturas ni bajas forzadas por la situación.

No basta recurrir como excusa a peores crisis superadas en el pasado; ni atrincherarse, unos u otros, en mejores tiempos habidos, ni en la situación heredada ni sobrevenida por otros factores ajenos a la política interior del país o de la comunidad autónoma.

En tiempos de crisis, sobran las palabras y son necesarios los hechos. El pacto debe anteponerse a la recriminación; la penitencia, al olvido; el trabajo a la indolencia; la perseverancia en el trabajo a un maná que no puede venirnos del cielo, sino de la tierra donde habitamos.

No es tiempo ya para censuras ni reproches recíprocos. “A grandes males, grandes remedios.” Sólo el trabajo puede redimirnos de los excesos en tiempos de bonanza; pero tampoco es admisible que aquéllos los paguen siempre los mismos; que el cinturón de los más no encuentre ya agujeros para cerrar sus propias hebillas.

Los políticos no pueden ejercitarse, a partir de septiembre, en venteos de palabras de las que no saldrá grano alguno, sobre todo para quienes lo necesitan. La política se diseña y ejecuta para solucionar los problemas que preocupan a los ciudadanos. Y ésta es, hoy, más necesaria que nunca.

Ni el futuro del Estado, ni el futuro de Extremadura, admiten más directrices que no sean las marcadas en la Constitución, las que fija nuestro Estatuto, o el nuevo que se elabora, para los próximos veinticinco años.

La solidaridad interterritorial debe ser el eje fundamental sobre el que pivote el futuro. Si todos queremos marchar hacia él en el mismo autobús, no puede, ni debe haber distintas velocidades de crucero para unos y otros, porque España, en Europa y en el mundo, son nuestra única meta, y nunca un sudoku por cuadrar permanentemente, a costa de unos y en beneficio de otros.


LOS DOS LEGADOS DE FERNANDO HERNÁNDEZ


Los periodistas, fedatarios de la actualidad, no somos, ni debemos ser, noticia nunca, quizás hasta la muerte. Fernando Hernández (Cáceres, 1958-2008), ha sido, como algunos pocos elegidos, una excepción a la regla, no tanto por su veterana juventud, arrebatada por la muerte, como por los dos legados principales que nos ha ofrecido en vida.

Fernando, con quien tuve la fortuna de compartir múltiples avatares de la profesión desde sus inicios en Cáceres, ha dejado a su paso por RNE y TVE en Extremadura dos legados: el profesional y el humano, una profesionalidad desbordada en el oficio y una humanidad expandida más allá del horizonte de Extremadura, donde vivió, trabajó y amó durante su medio siglo de su vida.

En los empieces de su profesión, hubo de hacer, por la carencia de medios, lo que algunos hubimos de compartir y hoy casi nadie hace. Fernando no solo redactaba y editaba las noticias, sino que, en más de una ocasión, hizo su particular maratón para llevarla a Madrid y que se difundieran en tiempo y forma. Ni sus predecesores cacereños de la décadas de los 70 y 80, los cámaras de TVE, hubieren hecho nunca tal cosa: las cintas se enviaban por correo a Madrid y las noticias, a falta de redactores, las recogían de los periódicos. Las noticias de Extremadura las ofrecía TVE en su informativo territorial desde la central de Prado del Rey con varios días de retraso, hasta que en mayo del 89 se inauguró el Centro Regional de TVE en Extremadura.

Como periodista, Fernando no se conformaba con el corte de audio que pudieran ofrecerle, tan al uso hoy en día en los medios audiovisuales, sino que ahondaba con preguntas inteligentes en los porqués de lo que se anunciaba o decía, como si intentara ir más allá de algo, que, por desconocido o novedoso, él quisiera revelar en todas sus aristas y matices.

No se conformó tampoco en su profesión quien fuera el primer jefe de los Servicios Informativos de TVE en Extremadura y redactor jefe posteriormente. Fernando ejerció la profesión como vocación de servicio y, además, ha legado a más de 200 familias extremeñas el don de la paternidad y maternidad libremente asumida para quienes tuvieren un corazón tan grande como el suyo --como esposo y padre-- y para los que, aun teniéndolo, no podrían compartirlo con la dicha de una hija que no podría llegar sino con la adopción.

Él mismo abrió la cuenta de las adopciones de niñas chinas en Extremadura, acogiendo a dos ellas como propias en su casa. Fundó la Asociación Extremeña en Defensa del Niño (ANDENI), fue su presidente regional y, por su entusiasmo, uno de los fundadores de la nacional.

¡Cuántas reuniones informativas sobre la adopción mantendría Fernando en Mérida y en Extremadura! El periodista se convertía así en informador y protagonista de la noticia que ansiaban tantas familias extremeñas: cómo llegar a la adopción de una niña china. Y con ello llevó la felicidad a muchos padres y madres putativos.

La noticia de su temprana muerte me ha sorprendido fuera de Extremadura; pero no por ello he dejado de recordarle desde ese día: nuestros encuentros profesionales, su voz en la radio, sus reportajes en TVE, sus preguntas inquisitivas, los mimos que le prodigaba a su primera hija adoptada, a mi lado, que quizá nunca hubiere tenido donde naciere. Como la de tantas otras criaturas que, por su empeño y voluntad, colmaron de felicidad a una Extremadura, que también por él se abrió al mundo; desde su gran corazón de padre; desde la sonrisa tierna y franca con la que siempre nos saludábamos.

La Asociación de Periodistas de Cáceres, que diligenció su primer carné profesional de periodista, le recordará siempre en el archivo de su memoria.
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El autor es vocal de la junta directiva de la Asociación de Periodistas de Cáceres (APC)

jueves, 14 de agosto de 2008

15 DE AGOSTO EN GRANADILLA



A la memoria de Narcisa Sánchez Carrero,

Adriana Martín Esteban y Basilia Carrero


Mediado agosto y Extremadura toda es una fiesta; un misterio de la Virgen por advocación; de su patrona por vocación: la Asunción. Una villa perdida la asumió por patrona; su parroquia: la Asunción; su fiesta patronal, el 15 de agosto. Subió a los cielos quien siempre estuvo en el altar; la Virgen que presidiera por patronazgo y por dogma de inmaculada los desposorios de todas las vestales que llegaren hasta su altar.

Vísperas de bodas, y las amigas de la novia se afanaban en situar la imagen venerada en el centro del altar. A derecha e izquierda, la foto siempre recordaría en blanco y negro los tules en azul y blanco, orlando su efigie; las flores blancas, azules, rosáceas... La Asunción, presidiendo las bodas de blanco, flanqueadas de azul celeste. No hubo novia alguna en Granadilla que renunciara a la tradición heredada, a la veneración socorrida, a la advocación deseada tras la muerte en la vida feliz que comenzaba.

Hubieren hijos que fueren bautizados a su sombra, quizá con su nombre; pero, ellas y ellos, fueron condenados un día al exilio. Jamás olvidarían a su patrona, lo que atrás dejaron, lo que nunca olvidaron.

Muchos años después, la villa destruida por abandono y recuperada de entre sus ruinas, volvió a la vida. Y aquella tierra y las nuevas vidas llamaron de nuevo a sus puertas: lo primero, volver por la patrona, el 15 de agosto, la Asunción; lo segundo, para honrar a los muertos que allí dejaron, el 1 de noviembre.

En toda Extremadura, solo Granadilla, la villa perdida de los destierros todos, es la única que celebra la Asunción sin cohetería de fiesta, sin tules de novia, sino en el recuerdo de la advocación y de la fiesta patronal nunca olvidada. La primera cita del año, la vida; la segunda, la muerte. Entre la vida y la muerte, desde su fundación misma, sus días: el destierro –cuántas prisas para ellos--: los árabes, sus fundadores, por la Reconquista; los judíos, por su fe; los cristianos, por el desarrollismo. Todos fuera, menos la Asunción y los muertos, nunca olvidados. Un pueblo avocado al culto a la vida y a la muerte, muerto él mismo como pueblo.

Más de cuarenta años después del exilio forzoso por el embalse de Gabriel y Galán, Granadilla recupera su primera cita anual: su patrona. Apenas un oficio litúrgico, la fe hecha ofrenda en el recuerdo; la convivencia de la memoria de quienes no pudieron enterrarla junto a sus muertos: la advocación de fe y esperanza, la que dio vida y sostuvo sus vidas, ¿pudiere alguien expropiársela a un pueblo que fue subsistencia hasta la muerte, memoria en la desmemoria de la memoria, roto papel que no sirviere sino para ahondarla aún más; fe socorrida para un pueblo que no hubo otra esperanza que la vida misma en sus advocaciones más preciadas, oro sobre sus pechos y, sobre todo, en su alma y corazón, sangrantes como su Cristo, el 14 de septiembre, pero jamás en la fe recibida y confirmada, en los sacramentos asumidos y bendecidos ante su patrona? ¿Dónde, en qué lugar, sino en la memoria colectiva de un pueblo, con su altar ya vacío de imágenes, vírgenes y santos, a quiénes encomendarse y a quiénes encomendar su vida y la de sus descendientes...?

Toda Extremadura de fiesta el 15 de agosto, por la Asunción, y Granadilla es solo una fiesta de la memoria por su patrona; una fiesta de fe en sí misma y en su identidad de pueblo; la memoria nunca expropiable, el silencio compartido del alma y el corazón humanos; el retorno a lo que fuimos y nadie podrá arrebatarnos: la fe en la madre del cielo, ida nuestra madre en la tierra, allí mismo o en lejanas tierras, donde fueren enterradas las que nos dieron la vida, pero donde permanece para siempre la que nos insufló la fe de vida. La otra Madre, que subió a los cielos: la Asunción de la Virgen tras la Ascensión del Hijo, “que cumplido el curso de su vida terrestre, fue asunta en cuerpo y alma a la gloria celestial”. Como los hijos de Granadilla: inhumados en otras tierras, bajo otros cielos...; pero, en vida, de retorno a su cielo, con la mirada de su fe siempre en la Asunción, su patrona, para más fe de que ésta nunca es expropiable, como lo fueren sus vidas, su pequeña hacienda, la heredad compartida, amasada, sufrida, expropiada y alquilada hasta sobrevivir los últimos días en la villa para siempre perdida, nunca olvidada. Granadilla, resucitada de entre los muertos, asunta al cielo tras su muerte, como la Asunción, por la benéfica Plasencia redimida y adoptada.

miércoles, 13 de agosto de 2008

EL RITMO QUE NO PARA...

Como no paran los latidos del corazón, el calor sube y el ritmo no para. Agosto camina hacia su ecuador; los pueblos se llenan de fiestas y de emigrantes que retornan; unos van y otros vuelven a la playa, a la naturaleza o a la montaña... y el ritmo no para. La crisis galopa golpeando a los más débiles, no a quienes hablan tanto sobre ella, y el ritmo no para. Vamos a la consulta, nuestro médico está de vacaciones, pero hay dos más para atenderte... y el ritmo no para. Pasó el 9 de agosto, no hubo ningún apocalipsis, ni acuerdo sobre financiación... y el ritmo no para... Publicaron las balanzas fiscales y no por ello el mundo dejó de girar. Parecía que la antorcha no llegara jamás a Pekín; llegó y El Nido se llenó de luz y color, “y mira que se está encendiendo/que sube el calor”, y el ritmo no para.

Hace unos años, la Vuelta Ciclista a España convirtió en himno oficial de la carrera aquella canción de Patricia Manterola titulada “Que el ritmo no pare”. Valía el estribillo para la ocasión más que el resto de la letra. Gobernaba España el PP por voluntad de los españoles y la ministra del ramo entregó la copa de campeón a un español en la Castellana de Madrid. Y, desde entonces, el ritmo sigue sin parar.. “Que el ritmo no pare/, no pare no,/ que el ritmo no pare.”

Como no para ni en agosto el regular funcionamiento de las instituciones, la sanidad, la vida política, los flujos y vaivenes del mercado, las vacaciones de los que pueden; la catastrofista oratoria diaria de quienes, pudiendo tenerlas, permanecen “cara al sol/con la camisa nueva” para intentar convencernos de que el mundo se parte en dos mientras nuestros gobernantes están de vacaciones; y los suyos también, pescando avales entre ferias y toros por las plazas de Extremadura toda...; pero el ritmo no para, aunque suframos crisis vascular.

Subsiste en la estrategia política del PP un deseo incontenible, una pasión desenfrenada, por extrapolar a la sociedad entera una crisis que ni ellos se creen, porque no la sufren, ni pueden predicar porque no la padecen, ni atizar para fastidiar más a quien no tiene bastante con lo que tiene. Todo con tal de acosar al Gobierno, ya sea el de la nación o el regional. A qué si no viene a cuento solicitar un “gabinete de crisis” regional, como si por los dichos de dos catalanes nos hubieren declarado la guerra, o por la situación sobrevenida, o la que esté por venir, llegare a hundirse el mundo.

Para crisis, la que sufrieron nuestros ascendientes, y el ritmo no paró, y aquí estamos todos. ¿Y de quién fue entonces la culpa? ¿De Zapatero, de Vara, que no habían nacido...?

Solo basta leer las agencias informativas, los periódicos digitales e impresos, para observar, en contra de lo que deseen hacernos creer los portavoces del PP, de guardia por vacaciones y sede vacante, que la Junta de Extremadura funciona, aun en vacaciones; y que su política informativa nunca fue merecedora de un premio negativo, favorecido quizá por ocultos intereses; que las terrazas siguen llenas, al igual que las playas; que los hospitales y centros de salud continúan atendiendo a los pacientes.

Nadie niega la crisis y entre todos ha de afrontarse y poner remedios para curar el mal. De nada valen los lamentos sobre los nubarrones que otros nos legaron, a lo que otros contribuyeron y algunos más ensancharon en el horizonte; pero nada se soluciona con recordarlo todos los días y cambiar de táctica según venga el viento: ahora, que el Gobierno intervenga y lo solucione todo; antes, que deje que el mercado se regule por sí mismo, que no sea intervencionista. ¿En qué quedamos? ¿Cuál es su política: la heredera en parte de la que hoy sufrimos, o la que tiene por costumbre anunciarnos todos los días que viene el lobo...? Hay lobos peores que el propio animal: el hombre, un lobo para el hombre (homo, homini lupus).

Afortunadamente, “mira que se está encendiendo/que sube el calor”, pero que “el ritmo no pare/no pare no/que el ritmo no pare”. Y el ritmo no para, aunque suba el calor y los jinetes del Apocalipsis del PP continúen cabalgando sobre el horizonte, inaccesible, inabarcable, inexplorable... de la crisis que explotara también por su causa.

viernes, 8 de agosto de 2008

CACERES 2016, UN PROYECTO DE EXTREMADURA PARA EUROPA


La candidatura de Cáceres 2016 no debe constituir una utopía si entre todos los extremeños, de dentro y de fuera de la región, lo vemos y entendemos como una posibilidad; pero ésta, para convertirla en realidad, hay que asumirla y creérsela y, sobre todo, requiere el concurso de todas las instituciones, asociaciones y entidades, públicas y privadas.

La iniciativa, emanada en 2003 en el seno del Grupo Popular en el Ayuntamiento de Cáceres, se consolidó y comenzó su andadura con la constitución del Consorcio Cáceres 2016 en 2007, que es el organismo a través del cual deben canalizarse todas las acciones para hacer realidad lo que hoy solamente es una ilusión.

Es, ciertamente, como ha reconocido en este periódico José Diego Santos, “un proyecto de Cáceres para Extremadura”; pero, aun reconociendo la paternidad del proyecto, disiento de ese sintagma localista, extrapolable a la región, porque desde el momento mismo de la constitución del Consorcio, desde la celebración del Día de Extremadura en Cáceres en apoyo del mismo; desde la apuesta de la Junta de Extremadura y de todas las instituciones; desde la Declaración de Cáceres, en la que todos los ayuntamientos de la región apostaron por la idea, Cáceres 2016 ha dejado de ser un proyecto de Cáceres para Extremadura para convertirse en un proyecto de Extremadura para Europa.

Los localismos, que tanto daño han hecho a Extremadura en el pasado, se han esfumado, afortunadamente, con este proyecto. Y no puede ser de otra forma si queremos conseguir algo. El PP, que últimamente ha hecho ha hecho del consenso, a invitación del PSOE, una bandera en defensa de los intereses de Extremadura por encima de los localismos que nos dividieron en el pasado, no debe olvidar que éste es un proyecto colectivo, aunque la coordinación de cuantas acciones sean precisas para fortalecerlo, recaigan en el Consorcio, que debe asumir el liderazgo compartido por cuantas instituciones están representadas en él.

Si la cultura debe ser el eje estratégico alrededor del cual gire el proyecto, resulta obvio que Cáceres asume por sí misma realidades de presente para soñar y proyectos de futuro para fortalecerlo. Ser Ciudad Patrimonio de la Humanidad desde 1986, pertenecer a la Red de Juderías de España, las celebraciones de Foro Sur sobre arte contemporáneo, del Festival de Teatro Clásico o el propio Womad, o cuantas exposiciones o festivales musicales o congresos puedan celebrarse en una ciudad que ya es capital de congresos, nacionales e internacionales, vertebran ya un proyecto que debe ampliarse en ese horizonte de futuro cercano para hacer realidad el sueño.

Hay proyectos en marcha que caminan ya en esa dirección: el Centro Helga de Alvear de arte contemporáneo, el Palacio de Congresos..., apuntan en la dirección del eje que ha de sustentar un proyecto posible.

El conformismo no es bueno en cualquier aventura humana, como tampoco lo es intentar compararnos con otras ciudades candidatas que no tienen por qué echar tierra sobre nuestro sueño posible. Intentar extrapolar el eje principal que debe sustentar la candidatura a infraestructuras ya en marcha, como el AVE o el aeropuerto internacional, o cualesquiera otras que mejoren la ciudad de cara al futuro, es echar por tierra un proyecto en el que todos los extremeños, no solo los cacereños, deben estar involucrados. No afirmo que sean complementarias e importantes, pero no excluyentes.

Los puntos de colores, instalados en su día en balcones y terrazas de la ciudad, fue un punto de partida, la primera respuesta colectiva de un pueblo como el cacereño que hizo suya la propuesta, diciéndole a sus representantes políticos: adelante. ¡Ya está bien que seamos los eternos olvidados! Méritos, como el que más. Y después llegó la catarata de respuestas, liderada y apoyada por la Junta de Extremadura, que se ha visto respaldada por otras instituciones y colectivos.

Recientemente, el congreso provincial del PSOE de Cáceres acaba de hacer suya, entre sus principales resoluciones, la defensa y apoyo a ultranza de Cáceres 2016 como proyecto de futuro, de la misma forma que defenderá las ayudas al cultivo del tabaco hasta 2013.

Vamos asumiendo paulatinamente cosas que hasta hace poco nos costaba creernos: las autovías eran también un sueño hace solo una década y hoy son una realidad, como las revoluciones industriales perdidas, pero no la tercera, liderada en tantos signos por Extremadura.

Cáceres 2016 es un proyecto europeísta, apoyado por los cacereños y por Extremadura. No debemos trabajar ni perder el tiempo que vuela conformándonos con los cimientos sobre los que debe sustentarse la obra. La capitalidad cultural es un sueño con fecha fija que, entre todos, debemos hacer realidad. Y un sueño colectivo no es responsabilidad exclusiva de los políticos, que deben canalizarlo, sino del pueblo que debe hacerlo suyo. Como éste de Cáceres y de Extremadura para Europa, de las que formamos parte.

miércoles, 6 de agosto de 2008

MARTES MAYOR EN PLASENCIA

A Raquel Puertas, concejala de Turismo

Amanece. Sale el astro rey por la Puerta del Sol y se abre paso hasta la plaza. No será hasta mediodía cuando alumbre a la muchedumbre. Hombres y mujeres de los valles, del Jerte, de La Vera y del Ambroz, venidos la noche anterior y a primeras horas del alba, ocupan ya sus sitios en la plaza: cultivadores de frutas y verduras, artesanos, vendedores de dulces, y de ropas, artesanas del hilo y del huso, ocupan ya sus puestos. Como en 1186, cuando Alfonso VIII fundara la ciudad, dando cabida en ella a los musulmanes, comerciantes también donde los hubiere, como en sus zocos.

Nada ha cambiado: todos los martes desde entonces, el mismo mercado, los que vienen a vender y quienes se llegan hasta la ciudad para comprar. Años y siglos perdura la tradición desde finales del XII. Y por qué no hacer una fiesta un día, en homenaje a todos, mercaderes y compradores, memorativa de tan singular efemérides, de la ciudad de acogida.

No hubiere mercado tan singular, expandido, a finales del siglo XX, por todos los pueblos y ciudades de Extremadura. Del zoco al mercado, del Martes Turístico al Martes Mayor, del 12 de octubre al primer martes de agosto, día de mercado en Plasencia. Fiesta ya de Interés Turístico Regional, aún aspira a más: nacional.

No basta ya con un día para rendir homenaje a quienes, generación tras generación, no han faltado a la cita semanal. Y entonces, Plasencia toda, su centro, es una fiesta durante tres días: pregoneros, músicos, conciertos, recreo del medievo, tamborileros, galanura en los balcones, toros en la plaza, concursos para premiar la calidad de los más esmerados y sobresalientes, talleres de animación, paseos en burrito..., vuelta a los orígenes para rendir tributo a quienes han hecho historia de la propia historia comercial de la ciudad.

No es la feria, quizá más sonora; pero, ¿habría alguna más señera, tradicional, perdurable en el tiempo, que rindiere tributo a sus protagonistas y visitantes, a la propia historia que lo hizo posible? No es ya el Martes Turístico, aun a la espera de 30.000 visitantes: es lo que se ve todos los martes, y éste, multiplicado por mil.

No es tampoco el gran zoco de Estambul, pero sí el de Extremadura. Plasencia y su Martes Mayor, el de siempre, pero hoy con el brillo original, acentuado y multiplicado en sus plazas y aledaños; ni un alma más en la plaza, en San Esteban, en la plazuela de la catedral... Cuando más cae el sol, más brilla la fiesta. Ayer, los artesanos; hoy, los mercaderes de frutas y verduras, artesanía, tapices de colores en los balcones... ¿Viene el Rey? No: el pueblo que siempre estuvo, que siempre vino, los turistas expectantes; el ayuntamiento a la espera, un año más.

Se levanta el telón, pero no termina la fiesta, rematada en la noche con el arte del rejoneo en la otra plaza. ¿Hubiere mejor faena para Plasencia y sus comarcas que se rematase con la exaltación nacional, no para sí, sino para ellas: sus comarcas, por quienes Plasencia fue siempre más Plasencia? Historia viva de ella, expandida en sus horizontes del río que siempre las unió, plata del Jerte que baja del Valle, como ellos y ellas, para más señorío de la ciudad que les une.

domingo, 3 de agosto de 2008

EL SILENCIO LOCUAZ Y LA MEMORIA PERDIDA

Hay silencios que hablan por sí solos más que las palabras. La palabra revela el silencio de los pensamientos y sentimientos, del vivir cotidiano, de la sufrida experiencia, de las emociones incontenidas, de la experiencia vivida. A veces, una mirada, como la fotografía, vale más que mil palabras. En ocasiones, el silencio lo dice todo sin hablar nada.

Uno es esclavo de sus palabras, pero prisionero de sus silencios. No basta la palabra en ocasiones para reflejar los sentimientos. Nada se dice una pareja de enamorados; un padre con sus hijos, aun infantes o adultos; pero todo se lo dicen con la mirada, el gesto tierno de una sonrisa, las manos entrelazadas, la caricia vehiculadora del cariño; los ojos de reproche...

Cuando todas las palabras están dichas, qué queda sino el silencio que, tal un sueño de noche, nos descubre lo que quisimos decir y nunca dijimos. Como en el amor, hay silencios que matan y otros que las matan callando. Por amor, no denuncia la mujer a su maltratador, y no hay peor silencio que el que otorga sin hablar; el que silencia la pena y no trasciende en palabras ni en condenas que castiguen, más que la ofensa de palabra, la vida arrebatada por amor; el silencio que mata, que resta para siempre la palabra, a quien le dio su palabra, promesa y lealtad de amor.

Podría ser leal la palabra si no hubiere silencios que otorgaren lo que se dijo y no se cumplió; lo que no se dijo, pero fue voluntad de ser. El peor silencio parte también de quienes arrojan la piedra y se guardan la mano; quienes se exculpan para inculpar a otros de lo que hicieron mal o dejaron de hacer bien. Es el silencio que se ve en los ojos de quienes, no haciendo su propia cama, se la hacen cada día a sus propios compañeros o presuntos amigos; de aquellos que, aun habiendo sido aupados al poder, se la devolverán un día con la misma moneda: haciéndole su cama en el silencio transgresor de la amistad y la lealtad debidas. “Ojos que no ven, corazón que no siente”, en el más vil de los silencios traidores, porque el silencio no deviene solamente por la palabra incumplida, sino por la deslealtad manifiesta. En palabras de Unamuno, “a veces el silencio es la peor mentira”.

Es peor el silencio que otorga que aquél que subvierte la palabra dicha; el que disiente con la palabra que el que asiente, mintiendo, con el silencio expresivo.
“Me basta con tu silencio, porque tu silencio me comunica más que tus palabras”, le decía la enamorada a su amado. “En tu silencio observo la complicidad de nuestra palabra”, le insinuaba. Solo su presencia atenuaba ese silencio locuaz, que habla sin decir, que dice sin hablar, porque “el silencio --como expresa Tagore-- lleva en sí tu voz, como el nido la música de sus pájaros dormidos”.

El silencio de la palabra es peor también que el silencio de la memoria. Puede un enfermo de Alzheimer perder la memoria, y aun la palabra, pero no la sensibilidad de quienes le rodean con cariño, silencio y su palabra, porque los sentidos perciben con más nitidez lo que pierden otras facultades del ser humano.

El silencio locuaz y la memoria perdida se entrecruzan a veces en quienes, en la plenitud de sus facultades mentales, se hacen los sordomudos y desmemoriados a conveniencia. Como quienes desean subvertir la memoria del ser humano, aun viva, en la desmemoria histórica del sufrimiento silencioso y silenciado. Solo el amor y la lealtad nunca perdidos pueden hacer compatibles la palabra y la desmemoria ocultas.