domingo, 25 de septiembre de 2011

CON ALTURA DE MIRAS...

El común de los mortales suele entender por mirar con “altura de miras” la referencia a un asunto de Estado que se debe tratar con la necesaria “altura de miras” y visión a largo plazo.

Ya en su discurso de proclamación como Rey de España, el 22 de noviembre de 1975, el rey Juan Carlos I dijo antes las Cortes que "todos entiendan con generosidad y altura de miras que nuestro futuro se bsará en un efectivo consenso de conconrdia nacional". Si este fue referente en los primeros años de la transición, no parece que ahora lo fuere, dadas reiteradas llamadas a la "altura de miras" que sigue efectuando el propio monarca, los partidos políticos, las fuerzas sindicales y patronales y la sociedad entera, que no parece ser escuchada más que cuando emitiere su voto, del que se hacen tantas interpretaciones y lecturas sesgadas, menos la principal: la altura de miras que han ekecutado sabiamente nuestros recientes campeones de Europa de selecciones de baloncesto que, desde su atalaya humana, miraban la canasta por la que hubieren de meter el balón que les condujere a la victoria, con "altura de miras".

         Más bien, hoy tenemos “bajura de miras”: en la calle, para no pisar lo que no debiéremos; en la política, porque “dos no riñen si uno no quiere”,  y que el pacto y el consenso serían buenos para el Estado y sus ciudadanos; y en la política en la que, más que “alturas de miras”, reinare lo contrario. Todos hablan de “alturas de miras”, pero nadie hubiere ni buscare lo que predicare con afán.

         Tras el Rey, que fuere “primus inter pares”, todos repiten el sintagma que nadie cumpliere. “Mato (PP) pide ‘altura de miras’ tras un pacto con UPN que no desnaturaliza el papel de PPN”, sin que nadie entendiere qué quisiere decir esa unión del centroderecha navarro tras el 20-N. Hasta “Bildu” `pide “altura de miras ante unas elecciones que pueden marcar un hito”. “El PP pide a Urkullu (PNV) “altura de miras” para hacer un pacto a tres…”, sin que nadie alcanzare a ver qué “alturas de miras” pretende el PNV. Nuestro Carrón extremeño, portavoz del PP, destaca “la altura de miras y el discurso valiente de Monago” en su discurso del Día de Extremadura, sin que extremeño alguno entendiere qué pretendiere decir y significar esa “altura de miras” y menos aún le importare, porque nada bueno le trajere que él no se ganare con su trabajo. Iñigo Urkullu apela a la “altura de miras” para recordar la transición en la que fuere legalizado el Partido Comunista. El presidente de la patronal asturiana, García Vigón,  pedía en junio “altura de miras” para que Caja Asturias” siguiera siendo útil a Asturias. Nuestro Monago, que no sabemos aún si fuere presidente de todos o de los suyos, proclamaba el 28 de mayo pasado “¡Por altura de miras!” y afirmaba que “Extremadura ya no es socialista”, como si de dogma de fe papal se tratare o de líder republicano converso se definiere.

         Pero, qué es la “altura de miras” sino lo que desearen los españoles todos para acabar con la crisis económica, el paro, el terrorismo; fortalecer, y no menguar, la sanidad, la educación y la asistencia social; el trabajo, la lengua que a todos nos une, la sanidad y la ayuda a la dependencia, que si los dos partidos mayoritarios quisieren no necesitaren apelar a ella para solucionar o encarrilar la  ”altura de miras” deseada.

El lehendakari  Patxi López pedía a primeros de septiembre a los parlamentarios “altura de miras” para la paz y huir de partidismos. Cospedal solicitaba, a finales de mayo, a los suyos “prudencia, mesura y altura de miras” para “dar el do de pecho” que correspondiere en la hora actual.

Todos, desde el Rey abajo, piden “altura de miras”; pero casi todos parecieren mirar hacia abajo y tener “bajura de miras”, para no mirar hacia arriba y tener a miles de españoles mirando al cielo para esperar el maná redentor que no les llegare en la tierra por su “bajura de miras”.

¿A qué esperan, pues, para hacer realidad la ”altura de miras”: al 20-N, o al nuevo año, en que de nuevo el Jefe del Estado hubiere de recordarnos la responsabilidad del presente, que a todos nos atañe, y no la herencia recibida si hubiéramos de actuar con “altura de miras”, como los españoles demandan…? No basta predicar “altura de miras”, sino dar fe en la “bajura de miras”, donde los problemas yacen sin espera del predicador que absuelva los pecados de este mundo…, para reconocernos todos en una altura que sonáramos, pero que ya no miramos, porque no nos vendrá dada por añadidura ni con quienes la predican ni con quienes la solicitan.
       


lunes, 19 de septiembre de 2011

CUANDO LOS PADRES ENTIERRAN EN VIDA A SUS HIJOS…


La inversión de la lógica y de la normalidad se impone, a veces, sobre la lógica de la biología y de la razón. Es aceptado como normal que sean los hijos quienes entierren a sus padres, por ley de vida y por común sentido del ciclo vital. Lo anormal, lo sinsentido, es que sean los padres los que entierren a los hijos.

Cada día más, los papeles se invierten. A las enfermedades sobrevenidas por un ritmo de vida que no fuere el de antes, se une la salud de la alimentación, los accidentes que cada fin de semana se llevan jóvenes vidas por delante, las drogas que nuestros padres no consumieren, el deporte que antes se practicare por obligación, con una vida obligada en el campo, frente al sedentarismo de la ciudad, y tantos elementos del desarrollo industrial que, más que ayudarnos, se revelan como bombas en potencia que, en lugar de ofrecer mayor calidad de vida, la matan y la destruyen.

He oído voces desgarradoras de madres que despedían a sus hijos a quienes otros les arrebataren la vida por ninguna razón que pudiere sustentar la afrenta. Lamentos de madres, aún no ancianas, que suspiraban por la pérdida de sus hijos jóvenes…

Entre la vida y la muerte hay una débil frontera que podemos traspasar en un santiamén. No bastaren los buenos oficios médicos y la asistencia sanitaria envidiable que hubiéremos si no amamos la vida como no deseamos la muerte. Y cada día, la vida es más riesgo de muerte que de vida. Anteponemos el riesgo a la vida. Nos desligamos de ella, como si no fuere nuestra y con ella viviéramos y conviviéremos con otras vidas también “nuestras”… “¡Mi vida!, en la dulce expresión que no clama por la propia, sino por la que tenemos a nuestro lado… Destruimos lo que nos rodea en lugar de mejorar lo que pudiere darnos más calidad de vida. Si matamos la vida de seres indefensos, que solo cariño y protección nos procuran, cómo tener apego y defender la propia. Vamos perdiendo el amor por los animales, por la naturaleza, y… perdemos nuestra fuente de vida, la propia vida en la que se reflejare la nuestra.

Solo las madres parecen sentir más que nadie la debilidad de la vida, la luz de la vida y la oscuridad de la muerte de esa vida. “¡Qué pronto te vas, mi vida!”, porque le dio luz a su vida y fuere sangre de su sangre por la que fluyere su vida en la otra.
Hay otro mayor peligro que se cierne hoy sobre la vida: la desesperanza ante la vida y el futuro de esa vida. Los jóvenes no ven futuro ni esperanza que alienten sus vidas y, en su desespero, se dejan arrastrar por los peligros que les acechan y ante los que sus progenitores nada pudieren hacer, porque ya andaren por sí solos, pero no hubieren medios para fortalecer su vida y ver con más luz un futuro que llega, pero que parece que no fuere suyo, como el de los afortunados de la vida. ¡Vida sin vida, con más esperanza de muerte que de vida que nos otorgare la propia vida…!

jueves, 8 de septiembre de 2011

EL DISCURSO INAPROPIADO DE VÍSPERAS Y LUGAR



Esperábamos con expectación un discurso de vísperas del Día de todos los extremeños y hubimos un mitin político más que un discurso institucional, fuera de lugar en el sitio siempre apropiado; partidista más que de quien encarnare el Gobierno de Extremadura; delator de yerros ajenos más que de aciertos propios; un discurso del Presidente, pero no de los extremeños y para los extremeños; un discurso para los políticos que le escucharen, pero no para unir a los extremeños que ni le vieren ni oyeren en vísperas de su Día. Un discurso que hubiere lugar apropiado en la Asamblea, pero no en “el marco incomparable”; un discurso solo para escuchar, no para replicar, porque no fuere el día en que todos hablaren y para todos se dirigiere. Inoportuno en su inoportunidad de la hora y del templo que lo acogiere.

Un discurso de añoranza, que se arrogare para sí los tiempos de bonanza, y de un futuro que solo pareciere de los suyos, y no el de todos, en un presente y en un futuro nada solidarios. Un discurso que solo admitiere uno de los tres colores de nuestra bandera, el negro, frente al verde de la esperanza y al blanco de nuestro cielo, el color que aporta paz y confort, alivia la situación de desespero y de shock emocional y que ayudare, en fin, a aclarar las emociones, pensamientos y el espíritu y que nos condujere al optimismo y no al victimismo.. ¡Qué lejos del institucional, y más apropiado, de su toma de posesión, en el Museo Romano…!

El Presidente no ha leído “Menosprecio de corte y alabanza de aldea”, de Antonio de Guevara, porque, olvidándose de sus consejas, ha zarandeado a sus antecesores y a sus ministros anteriores, como si todo el pasado, la puesta de Extremadura en el mapa de España y Europa, hubiese sido malo, y el porvenir, la acción de su gobierno, fuere lo bueno por llegar, que estuviere por ver, porque ni siquiera se ha encomendado a la patrona en su Día, ni alusión alguna hiciere a la extremeñidad de Guadalupe por quien el Día de Extremadura fuere de todos gracias al concurso de su grupo y de los socialistas, y no de su “socio preferente”.

En su obra, Guevara prueba que “ningún cortesano se puede quejar sino de sí mismo”; que “en las cortes de los príncipes ninguno puede vivir sin apasionarse con unos y aleccionarse con otros”; que “en las cortes de los príncipes todos dicen ‘haremos’ y ninguno dice ´hagamos´” y de los muchos trabajos que hay en las cortes de los reyes y los muchos aldeanos mejores que los cortesanos, de quienes también se olvidare, cuando Extremadura fuere toda pueblo y sus hombres y mujeres, además de extremeños, españoles y europeos, hubieren rugosas sus manos por tantos trabajos que ni vacaciones ni fiestas hubieren día alguno del año.

No sólo el fondo, sino las formas inapropiadas en el lugar y Día inadecuados para criticar a quienes criticare, sin derecho a réplica, allí presentes por cortesía institucional y obligación patriótica, que ni recogieren las cámaras más que en el momento preciso en que fueren sañudamente aludidos, porque “otros vendrán que buenos les harán”.

Un discurso más propio de la investidura que ya le hubiere sido otorgada, pero no dirigido a los extremeños en su Día, sino a los grupos de la oposición. Con toda la que cayere, se olvidó cantar al ser extremeño y sus señas de identidad; lo que nos une más que lo que nos separa y, así, hablare quien, en “altura de miras”, como expresare uno de sus muchos portavoces, citare la fecha de la próxima cita electoral, como si únicamente la deseare para él y los suyos y no fuere para todos en un futuro de todos y para todos, en el que él mismo prometiere trabajar sin desmayo.

EL DÍA EN QUE EL SOL NO BRILLARE PARA TODOS

Hubiere un día festivo signado por los representantes del pueblo para festejar nuestras señas de identidad. Fuere un día de todos, pero no para todos, porque hubiere algunos que no desearen la fecha, como tampoco quieren otras cosas. Era el día del signo que más nos unía –dijeron-- y, aun siendo nuestro, es de otra iglesia cuyo jerarca no fuere nuestro pastor.

Era un día en que el Sol saliere para todos, pero no un sol que diere vida a todos, porque muchos fueren los que estuvieren no solo los lunes al Sol, sino esperando una luz que no llega, ni aun teniendo el astro rey sobre sus cabezas todos los días de la semana. Y cuando él no alumbra, la oscuridad se cierne sobre el mundo y el presente y el futuro fuere para ellos tan oscuro que nada pudieren hacer, ni siquiera rezar a su patrona que, aun siendo suya, pareciere ser de otros. ¡Cómo ver la luz sin tenerla!, ¡cómo tener esperanza sin tener fe en lo más alto ni en la tierra que a muchos alimenta y a otros les niega el sudor de su frente y el pan de cada día! ¡Qué festejar un día solo al año cuando tantos hubiere sin motivo para hacerlo!

Faltare el pan, y qué hubiere que festejar; faltare el vino en la boda y a qué brindar por la vida y compartir lo que hubiéremos… A qué rezar si nuestros ruegos no fueren escuchados. Cómo tener fe si, día a día, perdemos la esperanza; si las promesas se trocan tan negras que no hay Sol capaz de borrarlas y convertirlas en realidad dichosa, Y a él, que trabajó de sol a sol, le llegó el día en que nada hubiere y en que nadie le recordare. Se encerró en su casa, deprimido, y no pudo salir a la calle ni a los campos ni siquiera para recordarse a sí mismo el mandato bíblico: “Ganarás el pan con el sudor de tu frente”, porque nadie le diere trabajo para ganárselo y solo la caridad cristiana le ofreciere lo que otros le negaren.

Pensare en sus hijos, que nunca lograrían alcanzar la cotización precisa para la jubilación porque tampoco hallaren trabajo. Moriría el día menos pensado y no hubiere visto aquel en que el Sol alumbrare su felicidad para festejar con los suyos el día de todos, que tan solo fuere para los privilegiados… A lo lejos, oía cómo algunos niños cantaban el Himno: “Nuestras voces se alzan/ nuestros cielos se llenan de banderas/ verde, blanca y negra…”, mientras las mujeres imploraban a su patrona: “De tus vasallos oye el clamor/ himnos fervientes de su fe pura/ que al cielo elevan en tu loor…”; pero en su cielo no había banderas, ni los clamores de los vasallos fueren escuchados bajo un cielo cuyo Sol pareciere no salir por el este ningún día de la semana y quienes ahora gobernaran el oeste solo pedían sacrificios para que el Sol pudiere de nuevo alumbrar la Tierra… ¡Qué día ni qué narices para festejar si no estamos invitados a la boda ni hubiéremos recursos para pagar la invitación…! Al atardecer de ese día, cuando Sol se había escondido salía con su perrita a pasear. Solamente ella le escuchaba y entendía; su más fiel compañera en la soledad del Día de todos en que el Sol no brillare para todos…

lunes, 5 de septiembre de 2011

“EL FIEBRE” QUE ESTIMULABA A SUS ALUMNOS…



Jesús Jiménez Zancas, profesor de Educación Física en el IES “El Brocense” y ex jefe de Estudios durante uno de los mandatos del que fuere director, Teófilo González Porras, se ha ido el 30 de agosto, cuando sus alumnos aún no habían regresado a sus clases para seguir reconociéndole como “El Fiebre” que en ellas fuere y el buen profesor que juzgare con benevolencia a todos los alumnos aplicados, a quienes estimulare con su palabra y reconociere su dedicación.

“El Fiebre” insuflaba autoestima en sus clases y era un corazón de padre para sus alumnos fuera de ellas. En El Rodeo, cuando aún no fuere parque; en el gimnasio, y fuera de él, sacando lo mejor de todos para cumplir el dicho latino “Mens sana in corpore sano” (una mente sana en un cuerpo sano). Y al final, todos hubieren la recompensa de un profesor que fuere “fiebre” en la enseñanza y comprometido con la educación de sus alumnos, pero comprensivo, a la postre, con ellos como un padre con sus hijos.

Hubimos relación familiar y amigable y charlas de café en que me desgranaba su preocupación por una comunidad educativa que no podía permitirse el lujo de tirar de los fondos públicos sin medida, en la responsabilidad compartida que le fuere encomendada. Y así, tras la comida, se marchaba a un híper para hacer la compra de ofertas para su Instituto, cuando aún la crisis no hubiere llegado ni el límite de deuda fuere una obligación y no una opción.

Un día, a principios de la década, me lo encontré compungido a primera hora de la tarde. Una alumna suya había muerto por la mañana atropellada cuando se dirigía a clase. Cuando conoció la noticia, llamó al director y se suspendieron las clases. Alumnas y alumnos lloraban sin cesar su pérdida y nada más pudieren hacer. “El Fiebre” sentía su muerte como “el manso” de corazón que fuere siempre.

En otra ocasión, el Instituto rendía homenaje en su día del centro a su más veterano alumno: el escritor, periodista y académico de la Extremeña Pedro de Lorenzo, pero no profeta en su tierra, sino fuera de ella.. El director y él me invitaron a la cena con ellos y su mujer el día antes de su última lección en el centro de sus primeras letras. Al día siguiente le entrevistaba en el mismo hotel. Ya nos avisó de su enfermedad: dos cánceres, a la espera del primero que llegare a la meta para llevarle a su tumba en un terreno comprado en las Casas, Casas de Don Antonio, su pueblo natal, desde el que escribiere sus primeras letras de corresponsal para el periódico de la capital que nos uniere, el “Diario Extremadura”.

Jesús, “Susi”, escuchaba más que hablaba, y de todos aprendía la lección que luego transmitiere a sus alumnos. El “vino de Navidad” no fuere para compartir solo con sus compañeros, sino con quienes también lo fueren: con los trabajadores del centro. La última Navidad, uno de ellos se le acercó y le dijo: “Usted fue mi profesor hace quince años…” Le preguntó su nombre, pero no recordare. ¡Tantos alumnos y clases, tantos gritos de ánimo para estimular la conciencia del aprendizaje obligado…! que “El Fiebre” no lo fuere tanto como para recordarlo como tal, sino como el antónimo que a la postre le retratare.

Hijo de una familia de docentes --¿habrá alguien en Cáceres que no conozca a su progenitor. Jesús Jiménez Regodón, director que fuere del colegio menor y residencia “Donoso Cortés” y conocido profesor de Educación Física?, como recuerda el colega Miguel Ángel Muñoz en “Los misterios de Cáceres”-- se ha marchado a las puertas de un nuevo curso, a los 57 años, cuando aún le faltaren tantas generaciones por curtir, a las que invita en su hora final a ser discentes del adagio latino: “Mens sana in corpore sano”, ¿o no le enseñaren su padre y su madre Micaela; su esposa, María José, y sus hijos, Raquel, Víctor y Raúl, prolongación de generaciones de sus alumnos, a enseñar aprendiendo…?

domingo, 4 de septiembre de 2011

UN ÁRBITRO CORRECTOR EN EL CONGRESO



La anécdota del Pleno del Congreso que modificó el pasado viernes el artículo 135 de la Constitución no la protagonizaron los diputados ausentes en señal de protesta ni los presentes que se abstuvieren, ni las negociaciones de última hora para salvar los muebles de un consenso ya imposible frente al habido en la totalidad del texto del 78, sino la intervención del presidente de la Cámara como un árbitro corrector de estilo gramatical, que fue asumida por todos, y que no fuere de forma, sino de estilo; no ortográfica, como se ha escrito por algunos plumíferos, sino gramatical.

El acuerdo unánime de sus señorías con la indicación del árbitro corrector vino precedida de una explicación, que no se da ni se acepta en otras ocasiones, por quienes anteponen las virtudes del político a cualquier otra consideración que no se revistiere con la ideología propia, con el deseo de la imposición frente al consenso, o del hábito que no hace al monje, sino la profesionalidad, el trabajo, y el estilo en el saber ser y en el saber estar, o con un estilo en el que se da por supuesta la militancia, pero no el encaje del vestido en el militante. Véanse los llamados “independientes” en política, que ni lo fueren, ni lo son, ni lo serán, por más que lo proclamen.

Bono, tan amante de las formas como del estilo, que hasta cuida sus cabellos como las mujeres los propios, había consultado por iniciativa propia al presidente de la institución que “limpia, fija y da esplendor” a la lengua, y que le diere la razón en su duda. El profesor Beclua, presidente de la Academia, le ratificó, en efecto, el error en sus dudas. El punto 3 del artículo 135, contenía una incorrección gramatical. No puede decirse, como estaba ya aprobado antes de la votación, que “el volumen de deuda pública del conjunto de las Administraciones Públicas en relación al conjunto del producto interior bruto del Estado no podrá superar el valor de referencia establecido en el Tratado de Funcionamiento de la Unión Europea”. Tras consultar si había algún diputado que se opusiera a la rectificación –que no ocurrió, según las crónicas- Bono anunció que la redacción definitiva del párrafo en cuestión quedaría así: “…en relación con el PIB del Estado”.

La anécdota, elevada a categoría constitucional, nos recuerda las enmiendas introducidas en el texto constitucional del 78 por el senador por designación real, Camilo José Cela, a su paso por la Cámara Alta. Pocos textos constitucionales pueden presumir de haber sido revisados por un académico de la Lengua y Premio Nobel de Literatura como la Constitución del 78. Cela presentó 41 enmiendas al texto, de las que solo le fueron aceptadas unas cuantas: en el artículo 4.1, que define los colores de la bandera de España, logró que se sustituyera el adjetivo gualda por el de amarilla porque, según afirmare, el adjetivo gualda era un concepto adecuado para la heráldica y, por ese camino, bien podría decirse gules en lugar de roja… ¿Se imaginan ustedes que hoy denominaren a “la Roja” o “la Rojita”, al referirse a las selecciones absoluta y sub 21 de fútbol, como gualda o gualdita?

Sin duda la enmienda más significativa fue la del artículo 57, de la sucesión en la Corona, donde los padres de la Constitución, herederos del franquismo, afirmaban que “la sucesión en el trono seguirá el orden regular de primogenitura…siendo preferido el varón a la hembra”, que se corrigió “por el varón a la mujer”, porque las hembras fueren del reino animal irracional y la mujer, incluida las de la familia del Rey, no fueren hembras de cría, sino personas con todos los derechos y deberes previstos en la Constitución por su condición de españolas. Conviene recordar al respecto que en el DNI del franquismo, hasta entrada la democracia, constaba la V para decir que su poseedor fuere varón y la H para referirse a la hembra; es decir, a la mujer, porque los otros animales se identifican como machos o hembras, pero no la especie humana. “Hembra –proclamó Cela- es lo opuesto a macho, mientras que mujer es el concepto correspondiente a varón.”

El artículo 15 principìa “Todos tienen derecho a la vida y a la integridad física.” Cela preguntó: “Pero, quiénes son todos? ¿Los mamíferos? Si esto es así, tendremos que cerrar los mataderos municipales. Yo creo que debería decir: todas las personas tienen derecho a la vida”, todavía un vocablo en fase de discusión, sobre todo por sectores ultras y especialistas de la bioética, que siguen preguntándose cuándo un varón, o una mujer, pueden ser considerados personas: si desde el momento de la concepción, o a partir de las veinticuatro horas de su nacimiento y de su inscripción en el Registro Civil…, como en el caso de los difuntos, que no pudieren ser inhumados hasta pasadas veinticuatro horas de su fallecimiento, científicamente verificado.

Así que el senador se cansó un 31 de agosto y dijo: “Adiós, señorías. Voy a despojarme de este traje de chupatintas, con sudor a enmiendas.” El senador Ricardo de la Cierva acudió al rescate: “La actuación de Cela nos ha enriquecido, no solo gramaticalmente, sino humanamente.” Atrás quedaba su lección a mosén Xirinacs, quien le recriminó en cierta ocasión que estaba dormido. Sorprendido porque le despertaran, le respondió “No estaba dormido; estaba durmiendo.” “¿Es lo mismo, no?, adujo el mosén, y Cela, demostrando su dominio del lenguaje, sin reparar en el lugar que estuviere, le contestó: “No es lo mismo, al igual que estar jodido no es lo mismo que estar jodiendo.” “Mi sabiduría –concluyó en su despedida- se ha terminado antes que la paciencia de ustedes. Es mi última enmienda.” Y fuese para contarle un día a Mercedes Milá en TVE otra de sus capacidades: la absorción de litro y medio de agua de un solo golpe por vía anal… “Esto lo hace muy poca gente”, añadió, ante las dudas y las risas de la presentadora. Como él, genio y figura hasta la sepultura.