jueves, 8 de septiembre de 2011

EL DISCURSO INAPROPIADO DE VÍSPERAS Y LUGAR



Esperábamos con expectación un discurso de vísperas del Día de todos los extremeños y hubimos un mitin político más que un discurso institucional, fuera de lugar en el sitio siempre apropiado; partidista más que de quien encarnare el Gobierno de Extremadura; delator de yerros ajenos más que de aciertos propios; un discurso del Presidente, pero no de los extremeños y para los extremeños; un discurso para los políticos que le escucharen, pero no para unir a los extremeños que ni le vieren ni oyeren en vísperas de su Día. Un discurso que hubiere lugar apropiado en la Asamblea, pero no en “el marco incomparable”; un discurso solo para escuchar, no para replicar, porque no fuere el día en que todos hablaren y para todos se dirigiere. Inoportuno en su inoportunidad de la hora y del templo que lo acogiere.

Un discurso de añoranza, que se arrogare para sí los tiempos de bonanza, y de un futuro que solo pareciere de los suyos, y no el de todos, en un presente y en un futuro nada solidarios. Un discurso que solo admitiere uno de los tres colores de nuestra bandera, el negro, frente al verde de la esperanza y al blanco de nuestro cielo, el color que aporta paz y confort, alivia la situación de desespero y de shock emocional y que ayudare, en fin, a aclarar las emociones, pensamientos y el espíritu y que nos condujere al optimismo y no al victimismo.. ¡Qué lejos del institucional, y más apropiado, de su toma de posesión, en el Museo Romano…!

El Presidente no ha leído “Menosprecio de corte y alabanza de aldea”, de Antonio de Guevara, porque, olvidándose de sus consejas, ha zarandeado a sus antecesores y a sus ministros anteriores, como si todo el pasado, la puesta de Extremadura en el mapa de España y Europa, hubiese sido malo, y el porvenir, la acción de su gobierno, fuere lo bueno por llegar, que estuviere por ver, porque ni siquiera se ha encomendado a la patrona en su Día, ni alusión alguna hiciere a la extremeñidad de Guadalupe por quien el Día de Extremadura fuere de todos gracias al concurso de su grupo y de los socialistas, y no de su “socio preferente”.

En su obra, Guevara prueba que “ningún cortesano se puede quejar sino de sí mismo”; que “en las cortes de los príncipes ninguno puede vivir sin apasionarse con unos y aleccionarse con otros”; que “en las cortes de los príncipes todos dicen ‘haremos’ y ninguno dice ´hagamos´” y de los muchos trabajos que hay en las cortes de los reyes y los muchos aldeanos mejores que los cortesanos, de quienes también se olvidare, cuando Extremadura fuere toda pueblo y sus hombres y mujeres, además de extremeños, españoles y europeos, hubieren rugosas sus manos por tantos trabajos que ni vacaciones ni fiestas hubieren día alguno del año.

No sólo el fondo, sino las formas inapropiadas en el lugar y Día inadecuados para criticar a quienes criticare, sin derecho a réplica, allí presentes por cortesía institucional y obligación patriótica, que ni recogieren las cámaras más que en el momento preciso en que fueren sañudamente aludidos, porque “otros vendrán que buenos les harán”.

Un discurso más propio de la investidura que ya le hubiere sido otorgada, pero no dirigido a los extremeños en su Día, sino a los grupos de la oposición. Con toda la que cayere, se olvidó cantar al ser extremeño y sus señas de identidad; lo que nos une más que lo que nos separa y, así, hablare quien, en “altura de miras”, como expresare uno de sus muchos portavoces, citare la fecha de la próxima cita electoral, como si únicamente la deseare para él y los suyos y no fuere para todos en un futuro de todos y para todos, en el que él mismo prometiere trabajar sin desmayo.

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