Lo posible no es nunca imposible. Si la política es el arte de lo posible, por qué algunos ven ahora lo posible como imposible. El arte de lo posible es vertebrar la democracia como el mejor vehículo para la conquista de los sueños de las clases más desfavorecidas; es decir, hacer posible lo imposible.
Ya Aristóteles definía la política como el buen gobierno a favor del bienestar general, suprimiendo cualquier interés particular. Para Dante, la política debe conquistar la paz para contrarrestar los males de las ilegalidades.
En la situación actual, por boca de algunos políticos, pareciere que no es posible hacer posible lo imposible. En los cambios de ciclos económicos, lo posible lo es para los de siempre, que pescan a río revuelto para obtener más ganancias para sí; pero que lo fuere también para determinados politiquillos de ocasión, da la estatura de su escasa talla política.
No es posible predicar y no dar ejemplo. No es posible andar todo el día crispando la vida pública con acusaciones sectarias e interesadas, para socavar los cimientos del adversario y la moral del buen hacer político: el de quienes ejercen la función pública como el arte de lo posible, aunque parezca imposible.
Quienes cada día propalan los ‘males ajenos’, se olvidan de los propios. Siglos hubieren ellos para hacer la política que postulan: hacerlo todo en cuatro años, para que los que siempre mandaron continúen llevando el bastón de mando, porque en él les va su vida y su riqueza, pero también la desesperanza de los que nunca fueron atendidos por esa clase política, que no miró por el bien general, sino por el particular…, es simplemente jugar sucio.
El nuevo arcoiris cambia el escenario. No es que las promesas se las lleve el viento para quienes, políticos de verdad, hubieren deseado llevar adelante la política enunciada. No es, tampoco, que el arte de lo posible se troque en imposible, sino en hacer posible lo que pareciere imposible.
Los politiquillos de la crispación son como falsos profetas que anunciaren el fin del mundo cuando cosas posibles antes se trocan en lo que ellos denominan “parálisis”, “incumplimentos”, “engaños”, “incapacidad”… ¿Buscaron sus ascendientes lo que ahora predican, o quizá se alegran del mal del prójimo porque a ellos les beneficiare?
Ha cambiado Extremadura en treinta años lo que no se pudo ver durante siglos. Tuvo la derecha oportunidades mil de hacer lo que predica; sin embargo, al azuzar a la izquierda, lo único que hace es tirar piedras contra su propio tejado, porque la derecha no asume la política como “el arte de lo posible”, sino solo como la posibilidad de arrebatar un poder que considerare exclusivo y excluyente, sin importarle para nada que, en tiempos de vacas flacas, también la política “es hacer posible lo imposible”.
Lo posible, ahora, no es cambiar el paso ni el modelo, sino asumir las prioridades, como una autovía para “el arte de lo posible”. Se trata de reajustar la oferta electoral para no caer en la tentación de pretender abarcarlo todo y no hacer nada. Es lo que predica la derecha; pero ya dijo alguien: “Haced lo que dicen los predicadores, pero no hagáis caso de lo que hacen.”
Hay muchos politiquillos arrogantes que dicen ser los ungidos de Dios; pero estos ungidos han llegado al punto de dirigir vidas y haciendas, salvar o condenar a personas y establecer hegemonías dictatoriales. Ya lo advertía el Evangelio: “Porque se levantarán falsos Cristos, y falsos profetas, y harán grandes señales y prodigios, para inducir a error, si posible fuera, a los mismos elegidos.” (Mt, 24: 11-24).
Predican, en fin, lo que dice la parábola de la cizaña, para tratar de hacer imposible lo posible y no hacer posible lo imposible. De ellos podrá ser el reino de la tierra, pero nunca el de los cielos, porque en sus palabras predomina su propia confusión y verdad, como falsos predicadores que abogan en un sitio por unas cosas y en otros por la contraria, según de donde sople el viento.
Ya Aristóteles definía la política como el buen gobierno a favor del bienestar general, suprimiendo cualquier interés particular. Para Dante, la política debe conquistar la paz para contrarrestar los males de las ilegalidades.
En la situación actual, por boca de algunos políticos, pareciere que no es posible hacer posible lo imposible. En los cambios de ciclos económicos, lo posible lo es para los de siempre, que pescan a río revuelto para obtener más ganancias para sí; pero que lo fuere también para determinados politiquillos de ocasión, da la estatura de su escasa talla política.
No es posible predicar y no dar ejemplo. No es posible andar todo el día crispando la vida pública con acusaciones sectarias e interesadas, para socavar los cimientos del adversario y la moral del buen hacer político: el de quienes ejercen la función pública como el arte de lo posible, aunque parezca imposible.
Quienes cada día propalan los ‘males ajenos’, se olvidan de los propios. Siglos hubieren ellos para hacer la política que postulan: hacerlo todo en cuatro años, para que los que siempre mandaron continúen llevando el bastón de mando, porque en él les va su vida y su riqueza, pero también la desesperanza de los que nunca fueron atendidos por esa clase política, que no miró por el bien general, sino por el particular…, es simplemente jugar sucio.
El nuevo arcoiris cambia el escenario. No es que las promesas se las lleve el viento para quienes, políticos de verdad, hubieren deseado llevar adelante la política enunciada. No es, tampoco, que el arte de lo posible se troque en imposible, sino en hacer posible lo que pareciere imposible.
Los politiquillos de la crispación son como falsos profetas que anunciaren el fin del mundo cuando cosas posibles antes se trocan en lo que ellos denominan “parálisis”, “incumplimentos”, “engaños”, “incapacidad”… ¿Buscaron sus ascendientes lo que ahora predican, o quizá se alegran del mal del prójimo porque a ellos les beneficiare?
Ha cambiado Extremadura en treinta años lo que no se pudo ver durante siglos. Tuvo la derecha oportunidades mil de hacer lo que predica; sin embargo, al azuzar a la izquierda, lo único que hace es tirar piedras contra su propio tejado, porque la derecha no asume la política como “el arte de lo posible”, sino solo como la posibilidad de arrebatar un poder que considerare exclusivo y excluyente, sin importarle para nada que, en tiempos de vacas flacas, también la política “es hacer posible lo imposible”.
Lo posible, ahora, no es cambiar el paso ni el modelo, sino asumir las prioridades, como una autovía para “el arte de lo posible”. Se trata de reajustar la oferta electoral para no caer en la tentación de pretender abarcarlo todo y no hacer nada. Es lo que predica la derecha; pero ya dijo alguien: “Haced lo que dicen los predicadores, pero no hagáis caso de lo que hacen.”
Hay muchos politiquillos arrogantes que dicen ser los ungidos de Dios; pero estos ungidos han llegado al punto de dirigir vidas y haciendas, salvar o condenar a personas y establecer hegemonías dictatoriales. Ya lo advertía el Evangelio: “Porque se levantarán falsos Cristos, y falsos profetas, y harán grandes señales y prodigios, para inducir a error, si posible fuera, a los mismos elegidos.” (Mt, 24: 11-24).
Predican, en fin, lo que dice la parábola de la cizaña, para tratar de hacer imposible lo posible y no hacer posible lo imposible. De ellos podrá ser el reino de la tierra, pero nunca el de los cielos, porque en sus palabras predomina su propia confusión y verdad, como falsos predicadores que abogan en un sitio por unas cosas y en otros por la contraria, según de donde sople el viento.
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