Como el gesto, la palabra tiene un contexto. No puede sacarse una palabra del contexto, ni una frase, ni una alusión siquiera, porque mataría el discurso. La extrapolación de una palabra es sacar los pies del texto. La palabra no miente; engaña el mensaje de la palabra. La palabra es inocente; más lo es el receptor de una cadena de palabras aviesamente trucadas por el pensamiento ajeno. La palabra no encierra la mentira, porque no engaña el significado de la palabra, capaz de trocar verdad por mentira. El engaño de la palabra es hoy venial, pero puede ser mortal sacada de contexto. La mentira venial se cura con la palabra; la mortal no la cura ni la verdad de la palabra. El engañado por la palabra es incauto, inocente. La mentira de palabra genera escépticos de la palabra por el engaño de la palabra. Los inocentes asumen la palabra con la fe del carbonero, como antes asumieren la fe doctrinal quienes no entendieren los misterios de la fe. A los escépticos solo se les engaña una vez, porque la palabra hoy es laica, y no basta la fe para asumir el mensaje de la palabra, la mentira o la verdad de la palabra, sino el engaño de la palabra.
Predicadores de la palabra amenazan con rebautizar como herejes a los diputados que no hicieren caso a la suya; es decir, si no cumplieran fielmente su doctrina, no en su palabra ni obras, sino en la Palabra de Dios. Oradores políticos, y dirigentes de asociaciones de cualquier clase, nos brindan su palabra como si fuere la única sagrada que hubiéremos de creer y aceptar. La palabra, sacada de contexto, mata el mensaje, y pudiere herir al propio mensajero. Bastare una interpretación distinta de la palabra para condenar al mensajero que la sacare de su contexto, cuando todos lo hicieren, o no cumplieren los mismos mandamientos que en su propia praxis política o social se impusieren.
No escandaliza la palabra, sino la descontextualización de la palabra, ya fuere en el discurso político o social. Hace unos días, el presidente valenciano pidió disculpas por si hubiere “herido la sensibilidad de alguien con sus palabras” en “el fragor del debate parlamentario” Había replicado Camps --cuya mayoría viene negando sistemáticamente la palabra en el Senado, templo de la palabra, a Leire Pajín-- que “a usted –refiriéndose al portavoz socialista, Ángel Luna-- “le gustaría coger una furgoneta, venir de madrugada a mi casa y por la mañana aparecer yo boca abajo en una cuneta.” Palabras de muerte en un “honorable” que predica la vida y se agarra como clavo ardiente a la reencarnación de su propia vida política. Su palabra, venida a menos, exigía después a los otros el mismo perdón otorgado por “los insultos e infamias” que, a su juicio, le han proferido durante los últimos meses.
En la precampaña electoral de las municipales y autonómicas de 2003, el PP sacó a colación, con aviesas intenciones contra su adversario político, un catálogo artístico editado por la Consejería de Cultura de la Junta de Extremadura, en la que algunos cuadros del pintor José Antonio Montoya podrían herir la sensibilidad del espectador; pero la obra había sido publicada en 2003, y nadie hubiere dicho palabra hasta entonces. El contexto político la exigiere en ese momento; pero olvidaron que la Diputación de Salamanca, gobernada por los populares, también había expuesto la muestra a sus expensas. El candidato socialista a la alcaldía de Badajoz, el buenazo de Francisco Muñoz, fue considerado hereje y anatematizado, como la propia Junta y el pintor.
El puritanismo religioso que escandalizare a quienes no lo asumieren por causas más justas, tiene un largo recorrido histórico: el Juicio Final pintado por Miguel Ángel en la Capilla Sixtina, escandalizó a la Iglesia de su tiempo que, diez años después, encargó al pintor Daniele da Volterra, añadir taparrabos y pañales a todas las figuras. El discípulo del maestro, autor de tal pastiche, fue conocido desde entonces como “Il Braghettone”. Ocurrió esto en el siglo XVI de Nuestro Señor; pero, más recientemente, el primer ministro italiano, Silvio Berlusconi, ha mandado cubrir con un velo el pecho de una figura femenina que reproducía un cuadro de Giambattista Tiépolo, de 1743, elegido por él mismo para decorar la sala en la que ofrece sus conferencias de prensa en el Palacio Chigi, y que caía tras el encuadre de su rostro en las cámaras de televisión…
No hubiéremos de ser artistas de la hermenéutica ni de la crítica textual para asumir la filosofía de Hans-Georg Gadamer: la teoría de la verdad y el método que expresare la universalización del fenómeno interpretativo desde una personal historicidad.
Ven la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio quienes, descontextualizando la palabra del discurso de los hechos que lo suscitaren, se erigen en jueces y tildan a una gran maestra y alcaldesa de Torreorgaz, la socialista Concha Polo, de hereje “por permitir” en su pueblo un maltrato animal con resultado de muerte, como si ella fuere culpable de los pecados de todos sus convecinos…, cuando la última palabra hubiere de decirla quien ya la tuviere: la Justicia.
Una no reciente publicación de la Junta de Extremadura, titulada “El placer está en tus manos”, para orientar a los jóvenes sobre su propio cuerpo y sexualidad, es ahora objeto de escándalo, de quienes se escandalizan por descontextualizar la palabra, pero no de sus propios pecados inconfesables: lo que padres ni educadores enseñaren y que todos hubimos de aprender por nosotros mismos, ha sido anatematizado, en una burda manipulación informativa y descontextualización de la palabra en el discurso político, al que ampliamente se han referido el Presidente Vara y la presidenta del Consejo de la Juventud de Extremadura, Laura Garrido, entre otros muchos.
“¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, pues sois semejantes a sepulcros blanqueados, que por fuera parecen bonitos, pero por dentro están llenos de huesos de muertos y de toda inmundicia.” (Mt, 23-27). Está parábola de Jesús se sigue utilizando para tachar a alguien de hipócrita, fariseo, inconsecuente con sus ideas, alguien que predica agua y bebe vino…, “sepulcros blanqueados”, sinónimo de corrupción, donde la hubiere y por quienes la ejercieren en el contexto de su ejercicio político.
Predicadores de la palabra amenazan con rebautizar como herejes a los diputados que no hicieren caso a la suya; es decir, si no cumplieran fielmente su doctrina, no en su palabra ni obras, sino en la Palabra de Dios. Oradores políticos, y dirigentes de asociaciones de cualquier clase, nos brindan su palabra como si fuere la única sagrada que hubiéremos de creer y aceptar. La palabra, sacada de contexto, mata el mensaje, y pudiere herir al propio mensajero. Bastare una interpretación distinta de la palabra para condenar al mensajero que la sacare de su contexto, cuando todos lo hicieren, o no cumplieren los mismos mandamientos que en su propia praxis política o social se impusieren.
No escandaliza la palabra, sino la descontextualización de la palabra, ya fuere en el discurso político o social. Hace unos días, el presidente valenciano pidió disculpas por si hubiere “herido la sensibilidad de alguien con sus palabras” en “el fragor del debate parlamentario” Había replicado Camps --cuya mayoría viene negando sistemáticamente la palabra en el Senado, templo de la palabra, a Leire Pajín-- que “a usted –refiriéndose al portavoz socialista, Ángel Luna-- “le gustaría coger una furgoneta, venir de madrugada a mi casa y por la mañana aparecer yo boca abajo en una cuneta.” Palabras de muerte en un “honorable” que predica la vida y se agarra como clavo ardiente a la reencarnación de su propia vida política. Su palabra, venida a menos, exigía después a los otros el mismo perdón otorgado por “los insultos e infamias” que, a su juicio, le han proferido durante los últimos meses.
En la precampaña electoral de las municipales y autonómicas de 2003, el PP sacó a colación, con aviesas intenciones contra su adversario político, un catálogo artístico editado por la Consejería de Cultura de la Junta de Extremadura, en la que algunos cuadros del pintor José Antonio Montoya podrían herir la sensibilidad del espectador; pero la obra había sido publicada en 2003, y nadie hubiere dicho palabra hasta entonces. El contexto político la exigiere en ese momento; pero olvidaron que la Diputación de Salamanca, gobernada por los populares, también había expuesto la muestra a sus expensas. El candidato socialista a la alcaldía de Badajoz, el buenazo de Francisco Muñoz, fue considerado hereje y anatematizado, como la propia Junta y el pintor.
El puritanismo religioso que escandalizare a quienes no lo asumieren por causas más justas, tiene un largo recorrido histórico: el Juicio Final pintado por Miguel Ángel en la Capilla Sixtina, escandalizó a la Iglesia de su tiempo que, diez años después, encargó al pintor Daniele da Volterra, añadir taparrabos y pañales a todas las figuras. El discípulo del maestro, autor de tal pastiche, fue conocido desde entonces como “Il Braghettone”. Ocurrió esto en el siglo XVI de Nuestro Señor; pero, más recientemente, el primer ministro italiano, Silvio Berlusconi, ha mandado cubrir con un velo el pecho de una figura femenina que reproducía un cuadro de Giambattista Tiépolo, de 1743, elegido por él mismo para decorar la sala en la que ofrece sus conferencias de prensa en el Palacio Chigi, y que caía tras el encuadre de su rostro en las cámaras de televisión…
No hubiéremos de ser artistas de la hermenéutica ni de la crítica textual para asumir la filosofía de Hans-Georg Gadamer: la teoría de la verdad y el método que expresare la universalización del fenómeno interpretativo desde una personal historicidad.
Ven la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio quienes, descontextualizando la palabra del discurso de los hechos que lo suscitaren, se erigen en jueces y tildan a una gran maestra y alcaldesa de Torreorgaz, la socialista Concha Polo, de hereje “por permitir” en su pueblo un maltrato animal con resultado de muerte, como si ella fuere culpable de los pecados de todos sus convecinos…, cuando la última palabra hubiere de decirla quien ya la tuviere: la Justicia.
Una no reciente publicación de la Junta de Extremadura, titulada “El placer está en tus manos”, para orientar a los jóvenes sobre su propio cuerpo y sexualidad, es ahora objeto de escándalo, de quienes se escandalizan por descontextualizar la palabra, pero no de sus propios pecados inconfesables: lo que padres ni educadores enseñaren y que todos hubimos de aprender por nosotros mismos, ha sido anatematizado, en una burda manipulación informativa y descontextualización de la palabra en el discurso político, al que ampliamente se han referido el Presidente Vara y la presidenta del Consejo de la Juventud de Extremadura, Laura Garrido, entre otros muchos.
“¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, pues sois semejantes a sepulcros blanqueados, que por fuera parecen bonitos, pero por dentro están llenos de huesos de muertos y de toda inmundicia.” (Mt, 23-27). Está parábola de Jesús se sigue utilizando para tachar a alguien de hipócrita, fariseo, inconsecuente con sus ideas, alguien que predica agua y bebe vino…, “sepulcros blanqueados”, sinónimo de corrupción, donde la hubiere y por quienes la ejercieren en el contexto de su ejercicio político.
Bastare, por último, para descalificar a los descontextualizadores de la palabra la parábola de la mujer adúltera, que hubiere de ser lapidada según la ley de Moisés. “¿Tú qué dices?”, le preguntaron al Maestro. Esto se lo decían para probarle, para tener de qué acusarle; pero Jesús, inclinado hacia el suelo, escribía en la tierra con el dedo; pero como insistieron en preguntarle, se enderezó y les dijo: --“El de vosotros que esté sin pecado, sea el primero en arrojar la piedra contra ella.” Cuando lo oyeron, salían uno por uno, comenzando por los más viejos. Solo se quedaron Jesús y la mujer, que estaba en medio. Entonces, Jesús se enderezó y le preguntó: “-Mujer, ¿dónde están? ¿Ninguno te ha condenado?” Y ella dijo: --“Ninguno, Señor.” Entonces, Jesús le dijo: --“Ni yo te condeno. Vete y desde ahora no peques más.” (Jn; 8, 3-11).
* Artículo publicado el 15 de noviembre de 2009 en Extremaduraaldia.com
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