Cuando la “Armada Española” acaba de conquistar en el Estadio Olímpico de Sevilla su quinta Ensaladera de plata, máximo trofeo por equipos del tenis mundial, lo que la ha situado como el país más dominante en la competición en los últimos tiempos, conviene echar un vistazo atrás y recordar las dos primeras finales disputadas frente a Australia en 1965 y 1967.
Australia, campeona veintiocho veces frente a las treinta y dos de Estados Unidos en primer lugar, reunía una pléyade de jugadores como la “Armada” desde comienzos de este siglo que, si fuere imbatible en tierra batida, aquellos lo fueren sobre hierba, terreno no abonado para los españoles. Emerson, Newcombe, Roche y Stolle se enfrentaban al fenómeno Santana, Juan Gispert, José Luis Arilla y Juan Manuel Couder, a los que en el 67 se uniría el joven Manuel Orantes.
La final del 65 se disputó en Sidney, y la del 67, en Brisbane. Eran tiempos en los que no era posible la televisión en directo. Las dos finales se disputaron a finales de diciembre (entre el 26 y el 28), lo que añadía a todo el equipo una dificultad aún mayor que la hierba: estar fuera de casa por Navidad. Santana pidió a la Federación que su esposa pudiera acompañarle. Quizá sensible a aquella petición, las finales se disputan hoy a primeros de diciembre.
Sin televisión en directo, a pesar de que el tenis comenzaba a ser considerado y seguido cada día más por millones de españoles gracias al “fenómeno Santana”, solo nos quedaba una voz que, en la madrugada rompía nuestro sueño, por el que empezamos a luchar: la del maestro Matías Prats padre quien, al final de los golpes, decía: “Informaron los equipos especiales de RNE enviados a Sidney…” o a Brisbane, según los casos. La televisión en diferido, días después, de poco valía. No había otra; pero fuere suficiente para ver cómo Santana rompiere el saque a Emerson y lograre una rotunda victoria en cuatro sets: 6-2, 3-6, 4-6 y 13-15, en el 65. Los españoles allí residentes le auparon a hombros como el gran campeón que ya fuere: dos veces en Roland Garros, el Open de Estados Unidos y de Wimbledon. Después vendría el “entró, entró”, de Juan José Castillo, sin medios técnicos que nos permitieren verificar al instante si la pelota dio en la raya, salió fuera o “entró, entró….”
España comenzó el siglo ganando su primera Ensaladera frente a Australia por 3-1 en el Palau Sant Jordi de Barcelona. En 2003 volvimos a perder frente a Australia en Melbourne por 3-1. En 2004 ganamos la segunda frente a EE UU en el Estadio Olímpico de Sevilla por 3-2. En 2008, la primera frente a Argentina en Mar del Plata (3-1); en 2009, la cuarta frente a la República Checa de nuevo en el Palau Sant Jordi de Barcelona (5-0); y finalmente, la quinta, otra vez frente a Argentina, en el Olímpico de Sevilla (3-1).
España ocupa el sexto lugar en el ranking de trece campeones y el primero en número de puntos. Nadal, campeonísimo sucesor de Santana, fue el niño abanderado en el 2000. Santana llenó de pistas de tenis España desde finales de los sesenta como Severiano Ballesteros hizo lo propio con el golf, convirtiendo lo que fueron deportes de élite en deportes populares por practicantes y seguidores, que hace caballeros en la cancha y en las gradas, algo de lo que debieren aprender la clase política y los espectadores de deportes de masas.
Por ello, la “Armada Española” comenzó a animarse a sí misma y a los espectadores con un himno que hizo furor en el Olímpico de Sevilla el pasado día 4, con letra compuesta por Albert Costa y Feliciano López y la sintonía de la canción “Yo te quiero dar”, de “La Mosca ”, estrenada en la eliminatoria ante Serbia, disputada en Benidorm en el 99:
“Pasan los años, pasan los jugadores,
Es por un sueño que vamos a luchar,
Vale la pena, la Roja es lo más grande,
El público que cante gritando sin parar.
Por eso yo… te quiero dar
España mi corazón
Yo te sigo a todas partes
Gracias por ser español.
La, la, la, la, la…”
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