En su tradicional mensaje navideño a los españoles, el Rey ha subrayado en su esperado discurso de Nochebuena la humildad para reconocer los errores que hayamos podido cometer ante la “severa crisis económica”; la ética “a la que no se ajustan conductas irregulares”, ante la que ha defendido que “ cualquier actuación censurable deberá ser juzgada y sancionada con arreglo a la ley”, porque “la justicia es igual para todos”; Y, finalmente, la firmeza del Estado de Derecho ante el terrorismo, a cuyos seguidores ha invitado a “que desaparezcan para siempre de nuestras vidas”.
En su felicitación navideña, en la que transmite a los españoles sus “mejores deseos de paz y felicidad”, el monarca ha expresado sus preocupaciones, que son las de todos, “con sinceridad y realismo, sin rehuir los problemas que nos aquejan como sociedad”.
La primera de ellas, la crisis económica, ante la que “hemos de reconocer con humildad cuáles han sido los comportamientos en los que, como individuos y como grupo, hayamos podido equivocarnos” y ha apelado a los responsables políticos y a los agentes económicos sociales a trabajar “sumando voluntades, no restándolas; acercando posiciones, no distanciándolas; buscando avenencias, no rechazándolas”. Se ha referido el Rey, en este sentido, al desempleo “como objetivo último y cierto”; ha calificado la cifra de parados como “inaceptable”, especialmente entre los jóvenes que buscan su primer empleo, y ha rendido un homenaje de agradecimiento y admiración a las familias, primera cuna de la solidaridad y entrega, por su contribución a mantener “los actuales niveles de estabilidad social”.
No ha obviado el monarca referirse a un problema extendido y preocupante en toda la sociedad española, al que se ha referido como “conductas irregulares que no se ajustan a la legalidad o a la ética”, ante las que ha defendido que “cualquier actuación censurable deberá ser juzgada y sancionada con arreglo a la ley”, porque “la justicia es igual para todos”. En una clara alusión, sin citarla, a la conducta de su yerno, el duque de Palma, y a los casos de corrupción que salpican la sociedad, el Rey ha sido firme y tajante en advertir, sin embargo, que “no deben generalizarse los comportamientos individuales, que podrían causar un grave daño a instituciones y organizaciones que son necesarias para la vertebración de nuestra sociedad”. Dejemos actuar a la Justicia , ha venido a decir, sin que nadie juzgue y condene de antemano a quien no debiere, como los intolerantes y algunos medios parecen solicitar de antemano.
La tercera parte de su intervención la ha dedicado Juan Carlos I al terrorismo y, con igual firmeza, ha defendido que “los proyectos totalitarios no tienen cabida en la España democrática”. Ha recordado que “frente a la intolerable pretensión de los terroristas de tratar de conseguir objetivos políticos mediante el uso de la violencia, la sociedad vasca y el conjunto de la sociedad española han defendido su libertad y sus instituciones desde la legalidad, con el sacrificio y la eficacia de las fuerzas de seguridad, la permanente y decidida acción de la justicia y la generosa cooperación internacional”, y ha apelado a los terroristas a entregar “sus armas asesinas” y a desaparecer de nuestras vidas, teniendo, además, “un recuerdo emocionado” a quienes más han sufrido esta tremenda injusticia, las víctimas del terrorismo, cuyo sacrificio “no ha sido en vano”.
Sobre una mesilla, a la izquierda del Rey, se había colocado una foto no por casualidad: el monarca con los presidentes del Gobierno entrante y saliente, queriendo dar a entender que la soberana voluntad del pueblo español, a la que el mismo monarca está sujeto, ha decidido en elecciones generales libres la alternancia política, que la madurez política del pueblo español acepta con la naturalidad debida en un Estado democrático y de Derecho. “En este nuevo escenario, ha subrayado, la Corona , símbolo de la unidad y permanencia del Estado, seguirá haciendo todos los esfuerzos necesarios a favor de una convivencia integradora”, y ha apelado, finalmente, a la unidad, “porque España lo merece y lo necesita”.
Un discurso preciso, sincero y realista, firme y convencido, humilde y abierto, prudente y apelativo a las conciencias; en el momento preciso, para todos, porque nuestros problemas fueren también los suyos, en tanto que rey de todos los españoles.
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