No están muertos, pero
viven como si lo fueren. Ni se les ve ni se les oye; están, pero no se les
espera; pero continúan ahí, agazapados, escondidos, avergonzados de su situación.
Viven sin vivir en sí, como santa Teresa: "Vivo sin vivir en mí/ y de tal
manera espero/ que muero porque no muero..." Fuera de la necrópolis, donde
reina el silencio de los muertos, la ciudad, los pueblos y las villas, viven
sin vivir en sí, con un silencio cada día más espeso, que discurre como la lava
del volcán que todo lo mata. Los letreros de las ciudades indican más muerte
que vida: "se vende, se traspasa..." La ciudad muere, se muere,
porque, aunque hubiere vida para vivirla, nada espera ya de un mundo cada día
más ególatra, en el que los pocos ricos, cada día fueren más ricos, y los
pobres, cada vez más pobres. Disminuye el ahorro ante la escasez de dinero; no
hay dinero porque no hay trabajo; y, sin ellos, disminuye el consumo. Cierran
los comercios y las pequeñas industrias; la reforma laboral engendra más paro;
el paro incuba miseria; la miseria conduce a la desesperación y a la muerte.
Las calles están vacías, pero no porque llueva, sino porque antes no lloviere lo
que tuviere que llover.
Censa Extremadura 152.869 parados; pero no se les oye ni
se les escucha, porque no tienen voz; y si la hubieren, los detentadores de su
voz la subvierten en eufemismos: "caída moderada", "se
suaviza".., mientras bajan los cotizantes a la Seguridad Social, suben los
ERES nuestros de cada día; el principal problema de la región no merece ni una
sola medida de gracia para combatirlo... Hasta los partidos se convierten en
hermanitas de la caridad para buscar alimentos, en lugar de buscarla en la
política correctora de los desequilibrios, que fuere su misión.
A qué hablar de escraches, de acoso, de violencia que
nada resuelve, cuando se ha perdido toda esperanza. Viven, pero buscan la
muerte antes de ser desahuciados: 3.145 suicidios en 2010 en España: unos por
impagos hipotecarios, otros por impagos de alquiler; algunos por ocupación
indebida; unos lo intentan; otros mueren por causas desconocidas, pero
relacionadas con el desahucio. Todos buscaron la muerte cuando tenían vida
abundante; pero los políticos miraron para otro lado, como si la vida de los
demás no fuere con ellos, sus votantes.
Teresa ansiaba la muerte para encontrarse con su Amado.
En España se busca la muerte por no encontrarse solo en la calle; solos y
desvalidos; pidiendo con la escritura sin decir nada de palabra; rastreando en
la basura la comida que da vida; con nocturnidad, y sin alevosía, para no herir
más su espíritu de la vergüenza propia que no tuvieren algunos políticos. Y
antes de dejar su país, como sus padres y abuelos, abandonan la vida. No
esperan la muerte: salen a su encuentro, al contrario que Teresa:
"¡Ay,
qué larga es esta vida!
¡Qué
duros estos destierros,
esta
cárcel, estos hierros,
en
que el alma está metida!
Solo
esperar la salida
me
causa dolor tan fiero,
que
muero, porque no muero."
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