Segundo mes del año, el
más corto: "febrerillo corto, con sus días veintiocho". Subsume el
refranero castellano "fórmulas sintéticas de verdades obvias", en
palabras de Torrente Ballester. Sencillamente, concluye el mes más corto del
año; pero un día de menos y no un día más: 365 días en lugar de 366. ¿Y por qué en
febrero? El año astronómico --tiempo que emplea la Tierra en dar una vuelta
alrededor del Sol-- no es de 365 días
exactos, sino 365 días, 5 horas, 48 minutos y 46 segundos.
El emperador romano Julio César afronta, en el año 46
antes de Cristo, la solución a este desfase. Crea el calendario juliano, que
considera bisiestos aquellos años divisibles entre cuatro. Siglos más tarde, el
papa Gregorio XIII lo sustituye por el calendario gregoriano, que fija años
bisiestos cada cuatro años según un ciclo de 400. Vigente aún, el año es
bisiesto si es divisible entre cuatro, exceptuando los últimos de cada siglo,
divisibles entre 100, siempre y cuando no sean divisibles entre 400. De este
modo, no fueron bisiestos los años 1700, 1800
y 1900 y sí el 1600 y el 2000.
En tiempos de Julio César, el primer día del mes eran las
calendas; el séptimo, las nonas; y el decimoquinto, los idus. Es decir, en
lugar de 28 de febrero, se decía: primum dies ante calendas martias (primer día
antes de las calendas de marzo), y así sucesivamente. Para introducir el año
bisiesto se intercaló un día entre el sexto y el quinto día antes de las
calendas, entre el 23 y el 24 de febrero, que pasó a denominarse bis sextus
dies ante calendas martias (segundo día sexto ante de las calendas de marzo) y
al año, bissextus (bisiesto)
La filosofía popular atribuye a los años bisiestos la
mala fortuna, aunque no haya datos científicos que la verifiquen, a pesar de
las teorías sustentadas por el calendario maya, el libro de los muertos
egipcios o las del astrólogo Nostradamus. Sin embargo, junto a los maleficios
de los años bisiestos, hay otras supersticiones positivas, como que quienes
nacen este año son más saludables y tienen
mejor suerte.
El refranero castellano es rico y abundante sobre el
"febrerillo corto". Así, "año bisiesto, ni cuba ni cesto",
que dicen los campesinos supersticiosos en alusión a la cuba del vino y al
cesto de la recolección. "Año bisiesto, año siniestro." Según la
tradición, no hay que esperar nada bueno del año bisiesto. Correas recoge dos:
"Año de pares o bisiesto, nunca bueno" y "·Año de pares, año de
azares". La fatalidad acompaña al año bisiesto. Rubio cita: "Año
bisiesto, entra el hambre en un cesto", "año bisiesto, echan en
ganados el resto", "año bisiesto, ni viña ni huerto", "año
bisiesto, pocos huevos en el cesto", "febreros y abriles, los más
viles"; pero, en fin, nunca llueve a gusto de todos: "en febrero, un
día malo y otro bueno" y también, "en febrero, un rato al sol y otro
al húmero", indicativo de lo variable del tiempo atmosférico en el mes más
corto del año, como hemos podido comprobar.
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