La primera jornada del
XVIII Congreso Nacional del PP, celebrada en la tarde del viernes, nos ha
traído una sorpresa lingüística que,
aunque pareciere igual para todos los partidos políticos, no lo fuere para un
grupo que aspira a diferenciarse del resto, aun en palabras del mismo
significado. Los compromisarios apoyaron dejar de llamarse militantes, "una palabra de izquierdas", para
definirse como afiliados (véase politica.elpais.com, de 10/02/2017).
Esto nos recuerda el vocabulario político del antiguo régimen que, en convenios
colectivos y ordenanzas laborales, llamaba a los empleados de las empresas
"productores", en lugar de "trabajadores", por la
connotación izquierdista que el vocablo último hubiere desde la II República.
Más aún, otra enmienda debatida en comisión solicitaba modificar el logotipo
del PP para eliminar el círculo que rodea el charrán (que no gaviota, aunque similar
a ella, pero pacífica, no carroñera), "para que no se confunda con
Podemos", que fue rechazada. (Íbid.)
No se trata aquí de adecuar el lenguaje a una realidad
cambiante, sino, más bien, de tratar de diferenciarse del resto. El círculo que
rodea el charrán fue creado antes que naciere el logotipo de los podemistas. No
hay, por tanto, por qué cambiar algo que nos pertenece a nosotros antes que a
ellos, se dirían para sí los compromisarios que lo rechazaron.
El lenguaje es mutante como la sociedad misma; pero la
marca, el estilo, estigman la diferencia entre ropajes similares. Y hasta en
eso quieren diferenciarse los partidos que acogen a sus afiliados. Y qué
diferencias hay entre afiliados, militantes y militancia. Para la Academia, afiliado
es una persona asociada a otras para formar una corporación o sociedad; es
incorporar o inscribir a alguien en una corporación o en un grupo. Así, dícese
de alguien que se afilia a un partido político o a la Seguridad Social. Y esto,
que pareciere igual para todos, no lo fuere para quienes desean sobresalir
entre los demás, adhiriéndose, uniéndose, colegiándose, alistándose... a una
asociación, partido o sindicato.
Militante, empero, va más allá de la simple afiliación.
Del latín, militans, militantis, dícese de quien milita en
una organización, el activista que participa activamente en la propaganda y el
proselitismo de sus ideas; el que defiende una cierta ideología, no solo el que
pertenece a ella. Esa apelación constante de la izquierda a los militantes, --a
quienes el anterior secretario general socialista y de nuevo candidato a serlo,
Pedro Sánchez, ponía por encima de
los órganos del partido para que les dieren la razón y apoyasen su hoja de ruta
hacia el abismo de su propia organización y del país entero--, ha devenido en
este cambio, no sutil, del congreso del PP; es decir, ellos no son militantes
del partido, sino afiliados, lo que fuere tanto como decir que uno no es parte
de una Iglesia militante, aunque lo fuere por el bautismo o la confirmación,
sino que, simplemente, va de oyente a misa, como si fuere a un acto de otra
organización a hacer de palmero en un mitin. Los peperos (afiliados al Partido Popular) no serán, desde ahora,
militantes, sino afiliados, para así distinguirse de la izquierda, para la que
nada debe hacerse sin ser consultados, como si no tuvieren líder electo ni
órganos que guíen la vida del partido hasta el próximo congreso.
Y dónde dejamos la militancia. Hay una militancia que, muchas veces, se hace sinónimo del vocablo militante; pero la militancia, como aquel, viene de la raíz latina, referida a los soldados agrupados en un ejército. La militancia es diversa y plural: no solo la citada, sino la política, la social, o la suscitada por las creencias religiosas. La militancia implica la condición de militante; es el miles-tis, el soldado que milita; no solo el afiliado, sino el que apoya un proyecto, por lo que el conjunto de quienes le apoyan se agrupan en la militancia... El militante desarrolla su militancia dentro del partido, como un ciudadano dentro de una ong (organización no gubernamental que no son parte de las estructuras gubernamentales), o el cristiano en su iglesia... Rebajar al militante a la condición de afiliado es reducirlo a la nada, como si quisieren dejar de lado tanto a la izquierda del anterior secretario general, que no pudiere vivir sin ellos, como los dirigentes populares que, en los últimos tiempos, se han visto obligados a suspender de militancia a numerosos afiliados investigados y condenados por turbios asuntos que no deben empañar el vuelo del charrán con sus alas desplegadas al viento...
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