El pasado Día
Internacional de la Mujer reveló un nuevo léxico que muchos hombres son
incapaces de traducir. Recordaba recientemente que la Fundación del Español
Urgente hubo de salir al paso para aclarar que feminismo no es antónimo de machismo,
al definir el primero como "el principio de igualdad de derechos de la
mujer y el hombre", mientras que el segundo vocablo se define como
"la actitud de prepotencia respecto a las mujeres". No son, pues,
términos equiparables ni antónimos. El antónimo es lo opuesto. En modo alguno
podría decirse que "el feminismo es el machismo al revés", como
recogía en su blog (https://www.pagina12.com.ar/94084-30-frases-que-una-feminista-no-quiere-escuchar-mas) la colega Mariana Carbajal, al referirse a un conjunto de frases que una feminista no quisiere escuchar más, como "las feministas odian a los hombres", o "no soy feminista, soy femenina". No se trata de etiquetas, ni de ir contra los hombres, ni de que estos vayan contra aquellas. Los hombres feministas deben ser aliados, el apoyo de las mujeres en un segundo plano, para luchar contra las desigualdades que sufren, como la brecha salarial, entre ellas, en la que no, por el mismo trabajo, cobran igual salario. No se trata, tampoco, de androcentrismo, o la visión del mundo que sitúa al hombre como centro de todas las cosas; ni menos aún hembrismo, definido como lo opuesto a la versión femenina del machismo. Los extremos se tocan: ni machirulo (acrónimo de macho y chulo), dirigido en el Congreso contra un dirigente conservador por la portavoz podemita, ni "victim blaming", expresión inglesa, que culpabiliza a la víctima o la cuestiona por el hecho de ser mujer y haber sufrido un atentado contra su libertad sexual. Por ello, toma fuerza en el feminismo militante el vocablo empoderamiento, o el proceso de conceder poder a un colectivo que se halla en situación precaria, como la mujer. Por encima de todo, la sororidad (del latín, soror, sororis, hermana), o la agrupación que se forma por la amistad y reciprocidad entre mujeres para lograr su poderío y la solidaridad entre ellas, ante un techo de cristal que limita sus avances en su carrera profesional.
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