Pedro María Plano y García (recogido de José María Álvarez Martínez en su ensayo. En el centenario de su muerte. Pedro María Plano y su obra arqueológica en Merida) |
Pedro
María Plano y García (Mérida, 29/09/1851-16/07/1900) fue un
industrial, alcalde de la ciudad y erudito emeritense. Nació en el número 1 de
la calle de Santiago, feligresía de la parroquia de Santa María, según su
partida de nacimiento, inserta en el libro XIX de la misma, recogida por Navarro del Castillo en su obra sobre
la historia de Mérida.[1]
Era hijo de Alonso Plano, natural de
Valverde de Mérida y materno de Vicenta
García, natural de la ciudad. Por la
humilde condición de sus padres, según su biógrafo, no pudo cursar estudios
superiores y, finalizada la primaria, se colocó a los 14 años como auxiliar del Registro de la Propiedad de
Mérida. Dada su afición a los libros se puso al día en contabilidad, prácticas
mercantiles y francés. Después pasó a una oficina de una fábrica de tejidos en
la calle de Cervantes y posteriormente se marchó a Valladolid para conocer el
movimiento mercantil de la región. Al año regresó a Mérida y se dedicó al
negocio de harinas y cereales. El 01/08/1878 contrajo matrimonio en la
parroquia de Santa Olalla con la vecina de Mérida, Patrocinio del Puerto, con la que tuvo cuatro hijos. Logró tener
una empresa propia encargada de varios cometidos, entre ellos una imprenta en
la que se editaron valiosos libros referentes a la historia de Mérida, lo que
le procuró una buena posición en la sociedad local, según su otro biógrafo, José María Álvarez Martínez, [2]
quien subraya que, como político del Partido Conservador de Cánovas y amigo del académico de la
Historia D. Vicente Barrantes llegó
a ocupar el puesto de concejal del Ayuntamiento de Mérida hasta alcanzar la
alcaldía de la ciudad (de 1887 a 1889), donde realizó una importante labor en
materia de infraestructura ciudadana, así como una considerable actividad de
puesta en valor y difusión de sus monumentos.
Navarro del
Castillo apunta que, a pesar de que no pudo cursar estudios superiores, sus
inquietudes culturales, históricas y artísticas le llevaron a formar parte de
cuantas sociedades emeritenses se preocupaban de estos temas: secretario de la
Sociedad de Amigos del País, presidente del Patronato de la Sociedad para el
Fomento del Arte de la Música, vicepresidente de la Comisión de Monumentos,
delegado de la Cámara de Comercio de Badajoz, presidente de algunos de los
casinos de la ciudad y director del periódico local El Emeritense.
De 1887 a 1889 desempeñó la alcaldía de Mérida. En lo que
fue convento franciscano de San Francisco se construyó el mercado de Calatrava.
Niveló y adecentó la Plaza de la Constitución, al frente de la cual impulsó
numerosas mejoras para la población, colocando en el centro la monumental
fuente de mármol, traída de Lisboa, Construyó las casas-escuelas que llevan el
nombre de Trajano, para lo que se derribó el antiquísimo palacio de los duques
de la Roca, adquirido por el ayuntamiento. Sus inquietudes culturales le
llevaron a publicar el trabajo Los males
de la patria y sus remedios, que dedicó a Cánovas del Castillo; y en su imprenta publicó en 1894 las historias de Mérida de Bernabé Moreno de Vargas, Agustín Francisco Forner y Segarra y de Gregorio Fernández Pérez. Sus méritos en el terreno cultural,
histórico y artístico le llevaron a ser nombrado académico correspondiente de
la Real Academia de San Fernando y de la Real Academia de la Historia y de que
se le nombrase también comendador de la Orden de Isabel la Católica. Su mayor
aportación a la historia de Mérida fue la redacción y publicación en 1894 de su
obra Ampliaciones a la Historia de Mérida
de Bernabé Moreno de Vargas, que en
un principio pensó en llamar Epílogo.
El objeto de esta historia era poner al día los documentos históricos
posteriores a las pasados historiadores locales. En ella recoge los documentos
posteriores a los referidos historiadores, describe el recinto de la ciudad
moderna y aporta una extensa relación de inscripciones lapidarias, estudiadas
por el P. Fidel Pita S. J. Para José Álvarez Saénz de Buruaga no es la obra de un historiador, sino
más bien la de un recopilador de datos históricos.
Con ocasión del famoso pleito entre Montijo y Mérida
sobre el derecho de la villa montijana al disfrute de los aprovechamientos de
las dehesas y baldíos comunales de Mérida, juzgado el 2 de junio de 1897 y que
se perdió, Maura defendió a Montijo
y Silvela a Mérida. Posteriormente, reunió
una serie de documentos municipales en un pequeño trabajo que Silvela alabó diciendo que, si se
hubiese puesto a su disposición en el momento oportuno, no se hubiere perdido
el juicio. Por sus méritos y servicios a la ciudad, de la que también fue
cronista, le nombraría hijo predilecto de la misma en 1898 y le dedicó una
calle. Pedro María Plano falleció a
los 48 años, el 16 de julio de 1900, dejando cuatro hijos.
José María Álvarez
Martínez escribió en el centenario de su muerte un extenso artículo sobre
su obra arqueológica en Mérida,[3] de
quien afirma que "su pasión fue Augusta
Emerita, a cuyo estudio se dedicó con constancia y el impulso de la ciudad
que le vio nacer", aunque alguna un tanto controvertida, como el edificio
que actualmente ocupan las Escuelas Trajano, antes solar del Palacio del Duque
de la Roca que, so pretexto de ruina, fue lamentablemente derribado. Para Álvarez Martínez, Plano se preocupó siempre por proteger el patrimonio arqueológico
emeritense en unos tiempos difíciles. Pese a ello, pudo atender dos hallazgos
puntuales como el de dos interesantes pavimentos musivos, uno aparecido en la
calle de San Salvador y otro en la iglesia de Santa Clara. El más relevante en
materia musiva, en el que tuvo una destacada actuación para su salvaguarda, se
produjo en 1899 en los terrenos de la estación ferrocarril, al procederse a la
construcción de una cochera para las locomotoras; el conocido pavimento firmado
por Annibonius, con la escena del
encuentro de Dionisios y Ariadna en Naxos, obra de la musivaria emeritense del
siglo V d. C. El propio alcalde se vio
en la necesidad de adelantar los gastos
que ocasionaron su transporte al Museo.
Una de las batallas más señaladas que libró Pedro María Plano en su lucha continua
para poner en valor el yacimiento emeritense fue la relacionada con las
excavaciones del Teatro romano. En su época de alcalde destinó una partida de
4.000 pesetas para continuar los trabajos del anfiteatro, pero la Subcomisión
de Monumentos le puso el veto al considerar invadidas sus atribuciones. Otra de
su destacadas actuaciones fue la de la restauración del "Obelisco de Santa
Eulalia", erigido en 1652, para el que se aprovecharon una aras procedentes
del Templo de Diana. Otra obra de envergadura acometida bajo su mandato fue el
arreglo y limpieza de la conducción hidráulica de "Rabo de Buey-San
Lázaro", deteriorada, con fugas del conducto en algunos tramos y que
precisaba una limpieza general debido al sarro acumulado a lo largo del tiempo.
En 1893 se produjo otro importante descubrimiento
arqueológico: el de la calle del Portillo en la esquina con San José, al
realizarse la edificación de las casas de D. Vicente Zambrano, en la que aparecieron elementos de arquitectura
decorativa y esculturas, entre ellas la que contiene la inscripción referente a
Agripa en su plinto y algunos
togados firmados por Gaius Aulus. La
labor de Pedro María Plano en la
tutela del patrimonio arqueológico emeritense se centró igualmente en el
impulso del Museo. Su obra más importante, por la que pasó a la historiografía
arqueológica emeritense es, para Álvarez
Martínez, sus Ampliaciones y por el impulso que dio a la publicación de las
historias de Mérida, una obra útil en lo referente a la situación de la
arqueología emeritense a finales del XIX.
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[1] Vid.: Navarro del Castillo, Vicente: Historia
de Mérida y pueblos de su comarca, T. III. Familias e hijos ilustres de Mérida,
siglos XV al XX, págs. 327-330.
[2] Vid.:
Álvarez Martínez, José María: Pedro
María Plano García, en Diccionario biógráfico
español de la Real Academia de la Historia.
[3] Vid.: Álvarez Martínez, José María: En el centenario de su muerte. Pedro María
Plano y su obra arqueológica en Mérida, Anas-13, 2000, págs. 7-21.
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