Iglesia parroquial de Ruanes |
Ruanes es una población situada en un terreno llano, en la falda de una suave colina, limítrofe con los términos de Trujillo, Santa Ana, Salvatierra de Santiago, Botija y Plasenzuela. En el libro sobre este pequeño pueblo de la provincia de Cáceres, [1] sus autores (el cronista oficial de Trujillo, José Antonio Ramos Rubio, y el juez de Paz, José María Sánchez-Escobero Alonso, aficionado a la Historia y la Arqueología) dan a conocer la historia y las obras artísticas de la localidad, una villa que perteneció al señorío de los Chaves-Sotomayor, señores de Trujillo, procedentes de un linaje que se remonta al matrimonio de Marina Alfonso de Orellana, hija mayor de Juan Alfonso de la Cámara, con Hernando de Chaves, de Ciudad Rodrigo. Un hijo de estos, Nuño García de Chaves, se afincó en Trujillo al casarse con Mayor Álvarez de Escobar, a donde había llegado hacia 1230 para hacerse cargo de los bienes que le había dejado su madre Mari Gil en herencia.
Según afirma el alcalde de la localidad José Rodríguez Picado, en el prólogo, el libro se configura como “una obra ejemplar” para el conocimiento histórico-artístico de la localidad.
El casco urbano está situado a 479 metros de altitud y la extensión del término municipal es de 16 kilómetros cuadrados en terrenos que forman parte de la penillanura trujillano-cacereña dominada por materiales graníticos y pizarrosos. El Ruanejo es el río que cruza el término municipal que va a desembocar en el río Tamuja. La formación vegetal autóctona es de tipo durilignosa, con un bosque esclerófilo mediterráneo representado por la encina y el alcornoque, junto a otras especies que componen el matorral, como la jara o el cantueso. En sus campos se cultivan cereales, como la avena y la cebada. El olivo también forma parte de la actividad agraria. La ganadería es la principal actividad de sus habitantes. Las variedades bovinas son las más generalizadas y, en menor proporción, el ganado caprino. El término dispone de un amplio berrocal en el que se hallan yacimientos graníticos: Las Canteras, con granito de alta calidad por sus peculiares características de color azulado y dureza. A partir de 1950, la emigración provocó la despoblación del municipio, provocando un profundo envejecimiento (más del 40 por ciento son ancianos) y una tasa de mortalidad considerable.
La localidad ha conseguido conservar en muchos de sus barrios la típica arquitectura con las peculiaridades y materiales propios de la zona, siendo la tipología predominante la vivienda unifamiliar adosada de planta rectangular y dos alturas. La pieza más característica de la vivienda tradicional de Ruanes está en su fachada y la constituye el portalino, consistente en un portal en arco de medio punto entrante. La arquitectura popular es, pues, una arquitectura esencialmente funcional, creada para satisfacer las necesidades vitales familiares de sus moradores.
En el transcurso de los años, el paisaje rural ha experimentado grandes cambios; pero aún se conservan un número considerable de construcciones tanto de vivienda como de actividades agrícolas que forman parte de la arquitectura tradicional, popular o vernácula, caracterizada por no seguir ningún estilo específico ni estar proyectadas por ningún especialista, sino construidas directamente por los usuarios, que utilizan los materiales disponibles en la región en las que se construye. La ganadería (oveja, cabra, cerdo y, más escasamente, vacuno) y la agricultura de secano se orientaban hacia la economía de autoconsumo y el uso de chozos y zahúrdas se constata hasta los años 50 del siglo XX.
Ruanes es una población muy antigua. En su término se han localizado restos arqueológicos desde el Calcolítico hasta el proceso de romanización. Las primeras aglomeraciones humanas de cuantas se conocen en la penillanura trujillano-cacereña datan del Neolítico. El territorio estuvo poblado por pequeños grupos de cazadores y recolectores con una escasa articulación territorial. En Villasviejas del Tamuja, a escasos ocho kilómetros de Ruanes se han llegado a reconocer hasta once castros. Estos restos han sido declarados Bien de Interés Cultural por la Junta de Extremadura. Históricamente, sus restos han sido identificados con la ciudad vetona de Tamusia, cuya vigencia va desde el siglo IV a. C hasta el siglo I a. C., en que se constata su abandono. Los vettones habitaron la tierra de Ruanes durante la II Edad del Hierro. El momento de la iberización parece corresponderse con la segunda mitad del siglo V a. C. En el año 218 a. C. desembarca en Ampurias Cneo Escipión, iniciándose la conquista romana de la Península Ibérica, que finalizará doscientos años después. Tras la incorporación de Lusitania al dominio romano, y una vez pacificado el territorio en el siglo I a. C., se fundan diversas ciudades que actuaron como foco de romanización: Norba Caesarina (Cáceres), con sus contributas Castra Caecilia y Castra Servilia, todas ellas municipios de Derecho Latino, asentadas en las principales vías de comunicación. Ruanes perteneció a Norba y no a Turgalium. En el siglo III d. C. inician su decadencia la mayoría de las poblaciones, excepto Mérida y Coria; incluso alguna como Cáparra y Augustóbriga desaparecen, aunque posteriormente surgirán otras poblaciones que efectuarán sus funciones: Plasencia, en lugar de Cáparra, y Navalmoral en lugar de Augustóbriga. En la zona de Ruanes se han localizado interesantes inscripciones romanas, que indican lo profundamente extensa que fue la romanización en el territorio.
En el terreno de manifestaciones artísticas, sobresale la iglesia parroquial de la Asunción, una edificación de mampostería, del siglo XV y con posteriores añadidos en siglos posteriores. En el presbiterio figura una inscripción que data esta parte del edificio en el primer decenio del siglo XVIII y el año: 1707. Entre las imágenes sobresale la de san Gregorio, representado como obispo, patrón de la localidad. Durante su fiesta (9 de mayo) se sube a la sierra a la que el municipio da nombre y se bendicen los campos junto a una cruz.
En la calle Pizarro encontramos un crucero sobre una gradería de mampostería y piedras de cantería, de finales del XVIII. Y entre las cruces de término, en el camino de La Cumbre, se levanta una sobre dos gradas cuadrangulares de cantería muy deterioradas. En el Cerro de san Gregorio se alza una interesante cruz, de finales del XVII.
En Estremadura, de Tomás López, se hace referencia a los puentes que hay en la tierra de Trujillo, entre otros el puente sobre el río Magasca (cordel a Ruanes); el puente de las Maleznas, en el cordel de Trujillo a Ruanes, sobre el río Gibranzos; los puentes en la dehesa de Villarejo; el puente sobre el arroyo Ruanejos, y el puente del León, en el camino de Benquerencia a Ruanes.
La obra se cierra con el cuento de Florentino Escribano Ruiz, “Rudanis, el hermano de Rómulo y Remo”.
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[1] Vid.: Ramos Rubio, José Antonio y Sánchez-Escobero Alonso, José María: Ruanes. El antiguo Rudanis, Diputación
de Cáceres, Cáceres, 2022, 218 págs.
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