El candidato a la Presidencia del Gobierno de España, José Luis Rodríguez Zapatero, no ha ofrecido un discurso de investidura de “España como problema”, sino el de “Una idea de España”; es decir, la España del futuro basada para él en cuatro ejes fundamentales: el de un país próspero y decente, eficiente, unido y diverso y comprometido con la causa de la paz y en la lucha contra el cambio climático y la pobreza.
La España de futuro no debe ser la España de los desencuentros, sino la España de los encuentros: en el crecimiento económico con derechos sociales, la España eficiente en su Justicia, Administración, Seguridad y terrorismo; la España unida y diversa en su Administración Local y Comunidades Autónomas; la España comprometida con la paz y en la lucha contra el cambio climático y la pobreza; la España de sus retos de futuro en educación, I+D+I, infraestructuras y cambio climático; y la España del pacto y los consensos pertinentes en terrorismo, UE, Justicia, política autonómica, económica y de igualdad y el apoyo a su proyección internacional.
Ninguno de los asuntos trascendentes que puedan afectar a los españoles ha pasado inadvertido para el candidato. Sin embargo, los partidos de la oposición, renuentes a dar un cheque en blanco al candidato, han puesto el acento más en los desencuentros que les separan del programa de gobierno que en los encuentros que nos unen a todos. No es cuestión de otorgar la confianza a quien la tiene por mayoría, sino de remarcar las distancias que desearan como propósitos para ellos.
Quienes deseaban pactos, hablan ahora de desencuentros; los que querían encuentros, hablan ahora de barreras insalvables para el pacto. “Dos no riñen si uno no quiere”. El candidato no desea riñas, sino encuentros y pactos.
La mayoría no desea ignorar a las minorías. Las minorías no desean tanto el encuentro de la idea de España del candidato, sino “su idea” de España en beneficio propio. El egoísmo político es enemigo del desencuentro. La mano abierta de Zapatero es paralela del encuentro, de una idea de España que, querámoslo o no, a todos nos compete, no solo al futuro Gobierno. Lo contrario es segmentar la “idea de España”, el futuro y el progreso de España, que debe circular para todos los españoles en paralelas y nunca en un segmento finito, porque España, como dicen ahora los catalanes, “somos todos”. Y siempre lo fuimos, no solo por el agua.
La España de futuro no debe ser la España de los desencuentros, sino la España de los encuentros: en el crecimiento económico con derechos sociales, la España eficiente en su Justicia, Administración, Seguridad y terrorismo; la España unida y diversa en su Administración Local y Comunidades Autónomas; la España comprometida con la paz y en la lucha contra el cambio climático y la pobreza; la España de sus retos de futuro en educación, I+D+I, infraestructuras y cambio climático; y la España del pacto y los consensos pertinentes en terrorismo, UE, Justicia, política autonómica, económica y de igualdad y el apoyo a su proyección internacional.
Ninguno de los asuntos trascendentes que puedan afectar a los españoles ha pasado inadvertido para el candidato. Sin embargo, los partidos de la oposición, renuentes a dar un cheque en blanco al candidato, han puesto el acento más en los desencuentros que les separan del programa de gobierno que en los encuentros que nos unen a todos. No es cuestión de otorgar la confianza a quien la tiene por mayoría, sino de remarcar las distancias que desearan como propósitos para ellos.
Quienes deseaban pactos, hablan ahora de desencuentros; los que querían encuentros, hablan ahora de barreras insalvables para el pacto. “Dos no riñen si uno no quiere”. El candidato no desea riñas, sino encuentros y pactos.
La mayoría no desea ignorar a las minorías. Las minorías no desean tanto el encuentro de la idea de España del candidato, sino “su idea” de España en beneficio propio. El egoísmo político es enemigo del desencuentro. La mano abierta de Zapatero es paralela del encuentro, de una idea de España que, querámoslo o no, a todos nos compete, no solo al futuro Gobierno. Lo contrario es segmentar la “idea de España”, el futuro y el progreso de España, que debe circular para todos los españoles en paralelas y nunca en un segmento finito, porque España, como dicen ahora los catalanes, “somos todos”. Y siempre lo fuimos, no solo por el agua.
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