domingo, 5 de octubre de 2008

EN LOS 50 AÑOS DE GUILLERMO

El presidente de la Junta de Extremadura, Guillermo Fernández Vara, cumple mañana 50 años bien puestos y llevados, aprovechados en su profesión y en la política; pero si no fuera el hombre público que es en la Comunidad y en el Estado, no sería noticia más que para sí y su familia.

Quizá como cualquier persona, Guillermo se levante mañana y reflexione, al hilo de su celebración, si en el medio siglo de vida que cumple ha dado de sí todo lo que podría dar como persona, ciudadano, padre y político; si volvería a hacer lo mismo que hizo, como si volver a empezar constituyera una rectificación de los errores cometidos o hacer lo que no hubiere hecho en su vida. Y quizá como muchos otros convendrá consigo mismo en no arrepentirse de nada de lo hecho, si acaso de sus pecados, en lo personal, familiar, en la vida colectiva y en la política.

En el ecuador de la vida de cualquier persona, cuando quizá quede otro medio siglo por vivir, pero ya en cuarto menguante; cuando la vida a nuestro alrededor se apaga mientras otras se desarrollan, podamos tener un rictus de lamento sobre lo que pudimos hacer y no hicimos, no porque no lo deseáramos, sino porque las circunstancias no nos lo permitieron.

La edad no es otra cosa que el simple paso inexorable del tiempo que pende sobre nuestras cabezas. Hay una edad para cada cosa y un tiempo para cada edad. A la etapa de formación le sucede la del trabajo y a ésta, la de la jubilación que marca el propio tiempo. No se requerían hace años ni formación para el trabajo ni tiempo para una jubilación inexistente hasta la muerte. Algo, pues, hemos avanzado, y no precisamente gracias a aquellos que critican lo que ellos no pudieron o no quisieron hacer.

En tiempos de crisis sobrevenida, de vacas flacas que otros lograron engordar más de la cuenta para engrosar sus propias cuentas a costa de todos, al político se le niega el pan y la sal, como si él fuera el culpable de todos los males que nos aquejen. De poco valen para el adversario político el trabajo y las iniciativas que logren atenuar una tempestad que no hemos podido impedir porque no está en nuestras manos, porque, por no reconocer, no quisieren reconocer ni la evidencia, aunque quizás algún día tengan que reconocer lo que a otros negaron.

La prudencia política, el trabajo sin desmayo, que lleva a cabo el Presidente por atenuar, aquí y ahora, las consecuencias de la crisis, no pueden soslayarse en una fecha en la que alcanza la plena madurez de la vida, en una época en la que la juventud no lo es todo, pero sí en una edad en la que de la experiencia surgen iniciativas y proyectos que otros ni pensaron ni llevaron a cabo en toda la historia y que hoy quisieren resolver en un día, cuando la encomienda no se les ha dado a ellos.

Un día en la vida de Guillermo es un día también en la vida de cada extremeño que sufre la falta de trabajo; de los jóvenes que no lo encuentran, de las mujeres maltratadas, de aquellos a quienes se les niega la oportunidad de seguir aportando su esfuerzo tras cumplir los 45; de quienes no pueden ver otra crisis sino la propia que afecta a su vida de presente y futuro.

Negar que Guillermo no reflexione por un instante en una fecha de aniversario como el que cumple mañana, es no conocer ni al hombre, ni su humanidad atesorada; ni al político, ni la madurez asumida para el servicio público.

Ni las incomprensiones mil que hubiere, ni las críticas cerriles, deben arredrarle en su proyecto político, porque detrás de él no solo tiene a una familia que le necesita y con la que festejará su 50 aniversario, sino a un partido y a sus miles de electores que confiaron en su programa y en su persona para conducir su destino, como antes hiciera su predecesor.

Y también ellos se suman a una felicitación compartida, con el noble propósito de ensanchar las calles de Extremadura para que quepan todos, en ese viaje hacia el futuro que no admite marcha atrás.

Felicidades, Presidente.




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