Quizás hubiere un paraíso en la Tierra; pero fuimos expulsados de él y sólo nos queda el cielo como posible lugar de su localización. Por eso, en la liturgia de difuntos se ruega por él pidiéndole a los ángeles que le lleven al paraíso que no hubiere en la Tierra. “Al paraíso te lleven los ángeles en volandas/porque tuviste alas de paz…//El coro de los ángeles salga a tu encuentro/ y te reciba en son de triunfo,/para que junto con los Lázaros, pobres en esta tierra, tengas descanso eterno/ en el reino definitivo de los cielos…”
“Venimos de un mundo cruel”, decía la presidenta de la mesa de la Conferencia Política del PSOE en Mérida. Y por ello recordaba que, hace doscientos años, un grupo de extremeños, entre otros muchos, se reunieron y quisieron allanar en Cádiz el camino de la libertad y la soberanía de la nación que nos condujere al paraíso perdido por los pobres Lázaros de la Tierra.
A orillas del Guadiana, en la capital de Extremadura, se han reunido, también por primera vez, más de quinientos extremeños progresistas, no conformistas, que han deseado debatir para hallar entre todos nuevos “valores para el progreso” en la tierra de los hombres sin pan; respuestas de hoy para los hombres del mañana.
Berrean los ciervos entre los encinares y sus lamentos de pasión buscan solo la reproducción de sus genes en otras generaciones, la vida después de la vida. Qué buscan ahora los padres para sus hijos sino la felicidad que ya impusiere la Constitución de Cádiz como objetivo del Gobierno de la nación: “buscar la felicidad y prosperidad de los ciudadanos”, como apuntara Vara, el secretario general de los socialistas extremeños, el fin último de toda acción política; pero no podemos estar permanentemente esperando en la sala de espera; hay que salir de ella, como se hizo hace treinta años, recordaba Ibarra, porque la juventud espera respuestas y “los tiempos pasados no volverán”.
Mientras la berrea de Mérida busca en su trabajo respuestas como valores para el progreso, los bramidos de “los rompedores” no cesan ni un día, pero no porque busquen el paraíso para todos, porque ellos siempre lo hubieren, y, apostándolo todo por la crisis, se empeñan en poner palos a las ruedas del Gobierno para, a río revuelto, llenar su despensa de peces. Los salvapatrias, “los rompedores” que todos los días nos anuncian el Apocalipsis si ellos no volvieren a gobernar para sí; quienes predican que “España se rompe”, “la familia se rompe”, “la caja única de la Seguridad Social se rompe”…, cuando nada se ha roto, como recordaba Blanco, el vicesecretario general, aunque lo desearen para hacer de la tierra su propio paraíso…
Ante los bramidos silenciosos de quienes trabajan por los más, los lamentos de quienes tachan el cónclave de futuro de “teatrillo”, porque no pudieron cumplir sus promesas ante la llegada de la época de vacas flacas que nos vino de fuera; otros lamentan, en su berrea diaria, que nadie les impide, la “forma de hacer política” de quienes más dialogan con ellos, fijando las prioridades en tiempos de crisis, porque eso es ser leal con Extremadura y con España: actualizar los retos sin perder la ética como norte, decir la verdad aunque duela, y no mentir para confundir, sin dar bramidos de pasión por España, sino berreas que se pierden en el aire y que solo buscaren su propio paraíso perdido. No engendran ilusión quienes más berrean, sino quienes llevan en sus genes, además de la vida, la ilusión por el futuro de todas las vidas.
“Venimos de un mundo cruel”, decía la presidenta de la mesa de la Conferencia Política del PSOE en Mérida. Y por ello recordaba que, hace doscientos años, un grupo de extremeños, entre otros muchos, se reunieron y quisieron allanar en Cádiz el camino de la libertad y la soberanía de la nación que nos condujere al paraíso perdido por los pobres Lázaros de la Tierra.
A orillas del Guadiana, en la capital de Extremadura, se han reunido, también por primera vez, más de quinientos extremeños progresistas, no conformistas, que han deseado debatir para hallar entre todos nuevos “valores para el progreso” en la tierra de los hombres sin pan; respuestas de hoy para los hombres del mañana.
Berrean los ciervos entre los encinares y sus lamentos de pasión buscan solo la reproducción de sus genes en otras generaciones, la vida después de la vida. Qué buscan ahora los padres para sus hijos sino la felicidad que ya impusiere la Constitución de Cádiz como objetivo del Gobierno de la nación: “buscar la felicidad y prosperidad de los ciudadanos”, como apuntara Vara, el secretario general de los socialistas extremeños, el fin último de toda acción política; pero no podemos estar permanentemente esperando en la sala de espera; hay que salir de ella, como se hizo hace treinta años, recordaba Ibarra, porque la juventud espera respuestas y “los tiempos pasados no volverán”.
Mientras la berrea de Mérida busca en su trabajo respuestas como valores para el progreso, los bramidos de “los rompedores” no cesan ni un día, pero no porque busquen el paraíso para todos, porque ellos siempre lo hubieren, y, apostándolo todo por la crisis, se empeñan en poner palos a las ruedas del Gobierno para, a río revuelto, llenar su despensa de peces. Los salvapatrias, “los rompedores” que todos los días nos anuncian el Apocalipsis si ellos no volvieren a gobernar para sí; quienes predican que “España se rompe”, “la familia se rompe”, “la caja única de la Seguridad Social se rompe”…, cuando nada se ha roto, como recordaba Blanco, el vicesecretario general, aunque lo desearen para hacer de la tierra su propio paraíso…
Ante los bramidos silenciosos de quienes trabajan por los más, los lamentos de quienes tachan el cónclave de futuro de “teatrillo”, porque no pudieron cumplir sus promesas ante la llegada de la época de vacas flacas que nos vino de fuera; otros lamentan, en su berrea diaria, que nadie les impide, la “forma de hacer política” de quienes más dialogan con ellos, fijando las prioridades en tiempos de crisis, porque eso es ser leal con Extremadura y con España: actualizar los retos sin perder la ética como norte, decir la verdad aunque duela, y no mentir para confundir, sin dar bramidos de pasión por España, sino berreas que se pierden en el aire y que solo buscaren su propio paraíso perdido. No engendran ilusión quienes más berrean, sino quienes llevan en sus genes, además de la vida, la ilusión por el futuro de todas las vidas.
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