El 26 de octubre de 1924, el maestro José Martínez Ruiz, Azorín, lee su discurso de ingreso en la
Real Academia Española. Habla el escritor de Monóvar sobre su predecesor, Juan Navarro
Reverter. Refiere su cortesía en el
habla, su palabra discreta, delicada, en la conversación; sus viajes por el
mundo sobre los que ha recogido observaciones mil; su gusto por los poetas; su
abstracción frente al mar, ante la inmensidad azul, y se pregunta: “¿Qué es lo
que nos sugieren el mar y el cielo inmensos? ¿Estamos en la España del siglo XX
o en la pretérita? ¿Qué es el tiempo y qué es la eternidad?” “Los hombres
–añade- son como sombras de sombras. Surgen
en el mundo un instante y se desvanecen… Nuestros antecesores de cuatro siglos
atrás se verán a par nuestro. Los conflictos íntimos de unos y otros son los
mismos.” Se abstrae el orador y se refiere a la consideración del tiempo y de
la eternidad, que levanta el escenario de la Historia. “¿Estamos en 1560, o en
1570, o en 1590? Es una hora de España lo que estamos viviendo. Es una hora de
España lo que vivimos –con la imaginación- en este atardecer, frente a la
inmensidad del mar.” Y en su admiración por el amor del operario hacia su
profesión, de la perseverante cordialidad de los artesanos, construye “Una hora
de España”, que introduce con una cita de Calderón, recogida de “En esta vida
todo es verdad y todo mentira”, jornada III, escena VII:… “Qué fue síncopa de
un año o paréntesis de un siglo.”
El domingo 7 de octubre de 2012,
durante el derbi español conocido por los periodistas como “el clásico”, por
ser el partido que más veces se ha repetido entre dos clubes españoles, y el
encuentro de fútbol más seguido del mundo, con más de 500 millones de
espectadores, en el minuto 17 y 14 segundo de las dos mitades, jugando con la
fecha de 1714, en que Cataluña perdió la Guerra de Sucesión, el Camp Nou se
cubrió de miles de estelades (en
catalán estrellada, bandera no
oficial, utilizada por los partidarios de ideología independentista de
Cataluña) mientras los aficionados gritaban in-inde-independència,
con la cadencia coreada por los soberanistas. Dos minutos y dos segundos en una
hora de España, en un escaparate de España al mundo, que no debió producirse en
un partido de fútbol que disputaren dos equipos españoles y universales.
Políticos
y cronistas han interpretado, cada cual a su parecer, esta proclama soberanista,
que al presidente Mas parece habérsele ido de las manos. No pueden utilizarse
unilateralmente aspiraciones legítimas sin el concurso y la aprobación de las
instituciones del Estado y de los ciudadanos de la nación que componen ese
Estado. Ni mucho menos aprovecharse de un escaparate universal de España para
decir que “Cataluña no es España”, o que es una nación o un estado. Quien
pierde una guerra no debe aspirar a conquistar la paz con otra guerra que
destruiría la nación. No se puede perder en dos minutos lo logrado durante
siglos, y menos aún en esta hora de España.
Aunque
fuere “més que un club” por su simbolismo, el Barça asume una afición universal
por la belleza en la práctica de un deporte de todos. No puede arrogarse, por
ello, aunque lo diga su presidente, que representa el idealismo catalán, porque
muchos de sus jugadores también representan a España, como en la nación y en el
mundo entero se viven con pasión su juego y sus triunfos. Si asumiere ese único
ideal catalanista, a qué participar en la Liga española y en la Copa del Rey,
como antes lo hiciere en la del Generalísimo. Es una contradicción querer estar
con todos y con ninguno: que paguen todos para nosotros solos.
Los
catalanistas celebran como una guerra de secesión lo que en realidad fue una
guerra de sucesión. Como afirma Javier Barraycoa, vicerrector de Abat Oliva CEU,
en “La Gaceta”, no es de extrañar que “los nacionalistas escogieran como Diada
nacional una derrota en vez de una victoria” y
“que el padre del nacionalismo catalán, Prat de la Riva, dijere respecto
a los defensores de 1714: Admirarlos, pero no imitarlos”, pues fuere consciente
de la necesidad de España para la prosperidad de Cataluña.
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