Los minutos de
silencio proliferan cada día más en las plazas, fachadas de edificios públicos,
estadios deportivos, cosos taurinos y hemiciclos de asambleas, parlamentos y otras
instituciones. Ya sea ahora por las víctimas del terrorismo y, casi a diario,
por el asesinato de mujeres por violencia machista, el minuto de silencio es
una expresión de luto y condolencias realizada en silencio, como un rezo,
meditación o reflexión sobre el hecho para el cual se solicita. El minuto de
silencio es un gesto de respeto a los fallecidos por cualquier causa (natural,
violenta...), del mismo modo que el izado de una bandera a media asta expresa
en silencio el sentir de un país ante un acontecimiento de esas
características.
El rey Jorge V
del Reino Unido (1865-1936) apoyó en 1919 la propuesta que le formulare el
soldado australiano Edward George Honey,
que combatió en las filas del ejército británico durante la I Guerra Mundial,
aunque residente en la capital inglesa, de que el día 11 de noviembre del
citado año se guardaren dos minutos de silencio en conmemoración del primer
aniversario del tratado del armisticio, firmado un año antes.
La duración habitual del gesto es un minuto (de ahí, minuto de silencio) que, en ocasiones,
se alargan en el tiempo dependiendo de la conmemoración que fuere. Alfafar guarda cinco minutos de silencio por
las víctimas de Barcelona... (Véase valenciaextra.com,
de 18/08/2017). Durante el minuto de
silencio, la gente permanece en pie, destocada la testa de sombreros,
gorras y monteras, en respetuosa actitud hacía las víctimas, acompañado por
música clásica que invita a la meditación, hasta que concluye con un aplauso
general. Nadie con corazón humano se atreve a romper un minuto de silencio hasta que este concluye, salvo la excepción que
siempre confirmare la regla de algún exaltado que pronuncia en alta voz algún
grito extemporáneo.
Hay, empero, alguna excepción a esa regla. Mucha gente se
pregunta para qué valen los minutos de
silencio, si no hace llegar nuestra voz de repulsa ante las situaciones
violentas contra la libertad de la vida, aunque este implicare aquella. Es como
la cabezada con que antes se hacía
gesto de lealtad a un jefe de Estado y, hoy, a los familiares de los difuntos
que despedimos.
Ocurrió el domingo en el coso taurino de Sanlúcar de
Barrameda. Andalucía tiene su propia idiosincrasia para expresar sus
sentimientos: las palmas, los rezos, los vivas...,
a muertos por violencia o por causas naturales. Dicen las crónicas que,
el pasado domingo, día 20, en la plaza de toros de Sanlúcar de Barrameda
(Cádiz) "se vivió uno de los momentos más emotivos que nos han dejado los
atentados acaecidos en Barcelona... En pleno minuto de silencio y, antes de
empezar la corrida de toros, un espontáneo alzaba su voz desde el tendido para
rezar un Padrenuestro... y todas las personas congregadas en la plaza
decidieron sumarse a la oración de este hombre... (https://www.actuall.com/solidaridad/el-padrenuestro-se-impone-al-minuto-de-silencio-por-las-victimas-de-barcelona-en-una-plaza-de-toros/).
Los toreros que participaban en la corrida eran El Juli, Talavante y Cayetano Rivera, que salieron a hombros
de la plaza. La invocación al Padre de la vida y de la muerte, no fue, en esta
ocasión, el silencio, sino la apelación a acoger en su reino a las víctimas.
Andalucía no es Cataluña, pero es España, y una comunidad de sentimientos y de
fe que se expresan en actos como este, de quienes muchos debieren tomar
ejemplo.
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