En "El tercero de
Monteleón", [1]
el historiador del arte y cronista oficial de Trujillo, José Antonio Ramos
Rubio, se adentra por vez primera en un género hasta ahora virgen para él, la
novela histórica, tan alejado de los libros a que nos tiene acostumbrados en
los que nos descubre la historia, el arte y las tradiciones de los pueblos que
hasta la fecha no tienen historia escrita.
El teniente Jacinto Ruiz
y Mendoza (Ceuta, 16/08/1779; Trujillo, 13/03/1809), un héroe del levantamiento
del 2 de mayo de 1808 en Madrid contra las invasión de las tropas francesas, da
pie al escritor a novelar su vida profesional, humana y familiar desde su
nacimiento en Ceuta hasta su muerte en Trujillo a los 29 años por las heridas
recibidas en la defensa del Parque de Artillería de Monteleón, junto a los
capitanes Luis Daoiz y Pedro Velarde --"El tercero de Monteleón"--,
en cuya batalla recibió un tiro en el brazo y un segundo disparo que le entró
por la espalda y le salió por el pecho, que fue el que terminaría con su vida.
Ascendido al grado de teniente coronel por el Gobierno, fue trasladado a
Badajoz, pero tuvo que detenerse en Trujillo al agravarse su estado de salud y
acogerse a la hospitalidad de su tío, Juan Cebollino, teniente coronel del
Regimiento al que iba destinado debido al acoso de las fuerzas del general
Murat en Madrid. El 12 de marzo de 1809 testa, al empeorar su estado de salud y
fallece dos días después. Fue enterrado el día 14 en la iglesia de San Martín.
En marzo de 1909 el Gobierno ordenó el traslado de sus restos a Madrid y fueron
inhumados en el monumento erigido en su honor en la plaza del Rey, obra de
Mariano Benlliure.
La peripecia vital de este héroe del 2 de mayo de 1808 da
lugar al autor para novelar su vida desde su nacimiento hasta su muerte. Para
escribir esta novela histórica, el autor ha viajado a los lugares de la vida
del teniente Ruiz: Ceuta, Segovia, Cádiz y Madrid que, de una u otra forma,
formaron parte de su vida. El autor participó en 2004 en unas jornadas
históricas celebradas en Ceuta, su ciudad natal, y publicó posteriormente las
partidas de nacimiento y bautismo y su testamento en los Anales de la Real
Academia de Doctores.[2]
La novela El tercero
de Monteleón arranca con el nacimiento del teniente Ruiz el 17 de agosto de
1779 en Ceuta, ciudad en la que su padre, Antonio, servía como subteniente de
infantería. Antes, su padre, Antonio Nicolás Ruiz, había ejercido como teniente
de la misma arma y su abuelo y bisabuelo, como capitanes del Regimiento Fijo de
Ceuta. Cinco días antes, Antonio había vuelto a Ceuta con permiso de paternidad,
procedente del destacamento de Gibraltar, donde fue testigo de la campaña
conocida como sitio de Gibraltar, la
tercera vez que las tropas españolas se enfrentaban a las británicas, asediando
el peñón para recuperar la colonia.
Así comienza la novela histórica de Ramos Rubio, que mezcla
los principales hitos de su vida con los acontecimientos históricos, en un
estilo narrativo que fluye como un río hasta la hora de la muerte del
protagonista. La obra nos descubre no solo la vocación de un militar vocacional
en la defensa de su patria, por la que dio la vida, sino el cuadro de matices históricos
que la enmarca.
El teniente Jacinto Ruiz de Mendoza nació en Ceuta el 16
de agosto de 1779. En 1795, a los 17 años, ingresa como cadete de cuerpo en el
Regimiento de Ceuta. El 10 de julio de 1880 fue ascendido a segundo subteniente
y, tras seis meses de prácticas como oficial en el mismo Regimiento, pasó a
servir de subteniente al de Voluntarios del Estado, de guarnición en Madrid,
donde fue ascendido a teniente por antigüedad el 12 de marzo de 1807. La
defensa del cuartel de Monteleón inmortalizó a Ruiz de Mendoza, junto a Daoiz y
Velarde, dejando testimonio del asalto las pinturas de Joaquín Sorolla, Manuel
Castellano y Leonardo Atenza.
Hay dos episodios en la novela en los que la capacidad
narrativa del autor alcanza su máxima expresión: el encuentro con la que sería
su futura esposa, María Paula, en un taller de modistas de la calle Divino
Pastor, a pocos metros del cuartel de Monteleón, a donde se dirigió aconsejado
por un cabo de su unidad, para que le arreglaran su casaca rota; y la batalla
del cuartel de Monteleón. El encuentro
hizo surgir entre ambos una fascinación recíproca hasta su matrimonio,
celebrado el 2 de febrero de 1804 en la iglesia de Nuestra Señora de las
Maravillas, en la que por parte del novio fueron testigos el capitán Daoiz y el
sargento Miralles. Los sucesivos encuentros de la pareja se acrecentaron desde
aquella entrevista. El deseo de conocerla se convierte en amor. Los encuentros
con su amigo el padre Agustín, párroco de la iglesia de Nuestra Señora de las
Maravillas, quien le animó a continuar con Paula; y con su padre, Juan Vaviano,
quien también le dio permiso para salir con su hija. Su encuentro con el pintor
Goya, que inmortalizara un año después el enfrentamiento con los franceses y
quien le invitare a su casa para pintarle..., todo transcurre sin pausa entre
acontecimientos históricos que turban la historia de España: la conjura de El
Escorial, el motín de Aranjuez, la abdicación de Carlos IV, la destitución de
Godoy, la llegada del mariscal Murat a Madrid, que ocupa el 23 de marzo de
1808. Desde aquel día hasta el 2 de mayo, los choques y las tensiones irían en
aumento. La salida de los carruajes que se llevaban a la familia del rey del
palacio fue el detonante de la situación. Una multitud se concentra ante el Palacio
Real para que no salga el infante... Sobre la diez de la mañana del 2 de mayo
se extienden los combates por las calles céntricas de Madrid. Goya sale a la
calle y pregunta qué pasa...
--¡No sé cómo no se ha enterado...! Nos atacan los
franchutes.
--¡Oh espectáculo lamentable!, replicó el pintor, cuya
trágica visión reflejaría años después en La
carga de los Mamelucos.
Desde la Puerta del Sol, el conflicto se traslada a los
cuarteles de Montelón. Se presenta para su defensa Luis Daoiz, jefe del Parque,
con otros oficiales; más tarde lo haría el capitán Pedro Velarde. Muchos
paisanos acudieron hasta el lugar en busca de armas. Acababa de comenzar la
Guerra de la Independencia. Más tarde, un soldado ve llegar al cuartel a
Jacinto y, como conocía su malestar, le preguntó:
--¿Dónde va, mi teniente? ¿No estaba enfermo?
Jacinto Ruiz se había presentado en el parque de Monteleón
en cinco minutos, puesto que estaba cerca de su casa. Se cuadra ante su capitán
dispuesto a defender la dignidad de España y el honor del ejército. Durante las
dos horas que duraron los combates, Daoiz, Velarde y Ruiz dirigieron la acción
de los cañones y la de los defensores. Velarde muere de un tiro a quemarropa;
Daoiz, herido en una pierna de otro balazo, quedó recostado sobre el cañón que
tenía a su lado. El teniente Ruiz recibe un balazo en el brazo izquierdo, pero
continúa la batalla. "Antes morir que entregarse", dice. Un segundo
balazo le penetró por la espalda saliéndole por el pecho y da con él en tierra
casi exánime. Rendido con el último baluarte de tan épica defensa, acabó la
lucha y el enemigo tomó posesión del Parque. Dos soldados recogen al teniente
Ruiz.
--No podemos dejar morir a un valiente que ha dado la
vida por nosotros y por España..., el
tercero de Monteleón.
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[1] Vid.: Ramos Rubio, José Antonio: El tercero de Monteleón, Tau Editores, Cáceres,
2019, 192 págs.
[2]
Vid.: Ramos Rubio, José Antonio: El teniente coronel de los reales ejércitos
Jacinto Ruiz de Mendoza, vida y hechos de un héroe, Anales de la Real
Academia de Doctores, Vol. 8, núm. 2,
2004, págs. 39-44.
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