La nueva obra que nos
brinda el historiador del arte José
Antonio Ramos Rubio [1], ahonda en las vicisitudes
del palacio de los Chaves de Trujillo, una edificación defensiva adosada a las
murallas de la ciudad junto a la puerta de Santiago, uno de los mejores
ejemplos de la arquitectura civil castellana de la Baja Eda Media. Construida en el siglo XIV por Juan Alfonso de la Cámara, durante el
reinado de Alfonso XI, fue
reconstruido en el siguiente siglo por Luis
de Chaves, un claro defensor de los intereses de los Reyes Católicos, que
matrimonió con María de Sotomayor,
hija del maestre de la Orden de Alcántara, don Gutierre de Sotomayor, un maestrazgo que duró más de veinte años y
que inauguró un clima de paz para el reino, con la momentánea desaparición de
los “infantes de Aragón” del escenario político. El palacio fue residencia de
los Reyes Católicos en todas las ocasiones que visitaron la ciudad. Su dueño
mantenía una larga relación de amistad con Isabel
la Católica y se posicionó a su favor en la guerra sucesoria contra Juana “la Beltraneja”, en la que perdió
a dos hijos. Su lealtad fue largamente recompensada. Además, en este palacio,
la reina Isabel firmó el Tratado de
Alcaçobas, que puso fin a la guerra sucesoria y con Portugal.
Custodiando la Puerta de Santiago y lindando con la
muralla de la villa se levanta la casa-fuerte de los Chaves, el más importante de los alcázares trujillanos y uno de los
más notables ejemplos extremeños de esta tipología arquitectónica
cívico-militar. A partir de la reconquista cristiana, tanto el castillo como la
muralla experimentan reformas y ampliaciones significativas, incidiendo unas y
otras en el paisaje urbano y arquitectónico del Trujillo bajomedieval. La
muralla, de origen musulmán, recoge en su interior un amplio espacio donde se
sitúa la villa medieval. De las siete puertas que permitían el acceso al
interior de la villa, nos fijamos en la Puerta de Santiago, situada entre la
iglesia románica del mismo nombre y la casa-fuerte de Luis de Chaves “El Viejo”, cuya situación junto a la Puerta de la
Villa garantizaba la defensa de la misma.
El edificio palaciego de los Chaves es austero y hermético, pero de grandes dimensiones. Los
orígenes del edificio se remontan a la primera mitad del siglo XIV y se deben a
la iniciativa de Juan Alfonso de la
Cámara, del linaje de los Altamirano,
que fue camarero del rey Alfonso XI.
El nieto de Fernán Ruiz de Castro, Alfonso Mateos de Altamirano, cambió su
apellido por Matheos de Trujillo, se
casó con Teresa Sandoval y fueron
padres de Juan Alfonso de la Cámara.
Preparó este alcázar como vivienda familiar, donde se iniciará el mayorazgo de
Orellana la Vieja, reparando la Puerta de Santiago en tiempos de Alfonso XI. Alfonso Matheos de Trujillo tomó el título de Trujillo por derecho
de familia, ya que en tiempos de Fernando
II de León su antepasado Fernando
Rodríguez de Castro se convertirá en Señor de Trujillo por apresar en 1169
(batalla de Badajoz) al portugués Fernando
Sempavor, que le entrega
Trujillo, Montánchez,
Santa Cruz y Monfragüe. Por esta razón, el apellido de los Trujillo tiene las mismas armas que los Castro: trece roeles. Vivirá en esta casa hasta que se traslada a
otra de su propiedad, dejando el alcázar a su otra hija Marina Alfonso de Orellana, quien se había casado con Nuño García de Chaves. Los nuevos
inquilinos del edificio, sobre el que Juan
Alfonso de la Cámara les había otorgado mayorazgo, lo ampliaron para
incrementar su nobleza, aunque sería el nieto de estos, Luis de Chaves, quien, mediante importantes obras de remodelación,
consiguió dar al edificio el empaque que hoy presenta y que hizo de él en el
siglo XV uno de los edificios más importantes de Trujillo.
El Palacio de los Chaves
es un edificio castrense de sobria arquitectura, que utilizó como material
básico la mampostería, dejando la sillería para las esquinas y el recerco de
vanos. Exteriormente, el cuerpo de la torre que defendía la Puerta de Santiago
y que se levanta en la fachada oriental del inmueble, destaca sobre el resto de
la construcción. Se trata de una elevada construcción de planta rectangular con
varias saeteras y vanos de reducidas dimensiones que hacen su presencia en los
muros de la torre, cuyo primer cuerpo constructivo es macizo y sirve de
cimentación al resto de la misma.
En el palacio de Luis
de Chaves, los Reyes Católicos
acordaron unificar sus reinos y llamarse en lo sucesivo Reyes de España.
Después, para evitar suspicacias entre los vasallos, llegó aquel lema “Tanto
monta…” Por tanto, en el recinto palaciego de los Chaves fue concebida la unidad de España. Es la hora de plenitud de
los trujillanos que partieron en masa hacia el Nuevo Mundo: Orellanas, Paredes,
Loaysas y Vargas… Quizá, por ello, el autor subtitula la obra “Símbolo de la
unidad nacional”, referido al palacio. En Trujillo, aparecen unidos por primera
vez Castilla y Aragón y sus respectivos monarcas figuran ya como Reyes de
España el 29 de diciembre de 1479. La reina Isabel visitó por primera vez la ciudad en mayo de 1477, procedente
de Guadalupe, donde imploró el auxilio de la patrona de Extremadura en su lucha
contra los portugueses que apoyaban a su sobrina y dominaban la región. El 24
de febrero de 1479, Isabel logró la
victoria en la batalla de La Albuera, donde los portugueses sufrieron una
derrota definitiva.
El edificio palaciego fue asilo de ancianos desde 1894.
Actualmente acoge un colegio regentado por las Hijas de los Dolores de María
Inmaculada. El asilo se inauguró el 1 de enero de 1894 en el Palacio de los
Duques de Noblejas, antigua casa-solar de Luis
de Chaves el Viejo, donde continuaron hasta 1969, trasladándose posteriormente
hasta un edificio de nueva planta del Paseo de la Coronación. En 1943, las Hermanas de Ancianos
Desamparados, fundación de la Madre
Teresa de Jesús, celebraron solemnes cultos en el Palacio de los Chaves en
el cincuenta aniversario de su instalación en este palacio.
La obra contiene, además, un capítulo dedicado a las
obras de reconstrucción, restauración, reparación y consolidación del palacio
para sus diversos fines; la historia de la Baja Edad Media en Trujillo; las
referencias de los viajeros y cronistas sobre Trujillo en la Baja Edad Media;
los Reyes Católicos y Trujillo; el aparato bibliográfico y una galería
fotográfica del palacio y concluye con la leyenda el medallón de los deseos,
sobre el medallón de los Reyes Católicos
Isabel y Fernando, de Florentino Escribano Ruiz. La obra
lleva prólogo de María Abreu Márquez,
licenciada en Historia del Arte, nieta del constructor Antonio Abreu Tejero, a quien el autor dedica el libro por sus
numerosas obras de reconstrucción llevadas a cabo en Trujillo, que le han
valido la máxima calificación otorgada por el Estado en restauración y
rehabilitación de edificios históricos.
[1] Vid.: Ramos Rubio, José Antonio: El palacio de los Chaves de Trujillo,
símbolo de la unidad nacional, Tau Editores, Cáceres, 2020, 196 págs.
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