Cada vez más mujeres y
hombres pasan de tener hijos. Antes eran una bendición de Dios; ahora son una
pesada losa que no se van de casa ni terminada una carrera. La falta de empleo,
la precariedad laboral, los escasos salarios, el acceso a la vivienda, la
carestía de la vida… impide a los jóvenes la búsqueda de su pobre vida en otros
lugares que no fueren en el que nacieren y vivieren. Otros volvieron con sus
padres para poder subsistir. Cada día tenemos más hijos pródigos. Los jóvenes
extremeños huyen del campo, como sus abuelos tuvieron que emigrar a Alemania o
a la España industrializada en los años 60 del siglo XX.
Una encuesta revelada días pasados por un diario regional
avanzaba que casi el 70% de los jóvenes extremeños ve poco o nada probable
tener hijos. [1]
Antes las mujeres tenían hijos a los 20 años; hoy pasan de los 30 cuando son
madres. No basta ya con tener una carrera, signo hace décadas de tener un
empleo seguro y bien remunerado, una vida en pareja y tener descendencia. Los
tiempos han cambiado. Ahora serán los padres lo que tengan que apoquinar para
que sus hijos pueden tener una pensión porque, tal y como van las cosas, no la
tendrán jamás. La inseguridad en el mundo del trabajo y en el de la economía es
total. Los planes de futuro no pasan hoy por un ahorro fiscalizado cada día más
(al contrario que ayer: remunerado), un cambio climático que nos arruinará las
estaciones y nuestras vidas. Los políticos pueden vender milongas, pero la
realidad se impone: los jóvenes huyen en busca no de fortuna, sino de un
trabajo para vivir. En este contexto, la descendencia humana es imposible que
tenga relevo generacional. Los españoles ya tienen más animales que hijos: 13
millones de mascotas duplican a los niños. La crisis económica acrecienta la
huella demográfica en España, hoy un país envejecido, cada vez con más
ancianos, menos niños y más perros.[2]
Ya nadie aspira a tener “los hijos que Dios nos dé”. De
la familia numerosa de 4 hijos, hemos pasado a la de uno o dos como
máximo. Apenas hay de tres hijos, que ya
la convertiría en numerosa. La familia es menos familia sin hijos; la Navidad
que se acerca no se vive sin los niños. A qué poner el belén y el árbol
esperando a los Reyes Magos si no hay niños…
Ignoramos los nombres de la descendencia humana porque,
aun viviendo más, no llegaremos a conocer ni a la tercera. Solo algunos
afortunados conocerán la cuarta.
La pareja humana tiene seis descendientes: hijo, nieto,
bisnieto o biznieto, tataranieto, el cuadrinieto o chozno y el bichozno, las
dos últimas palabras que nadie hubiera oído, porque jamás llegaren a
conocerlas, a utilizarlas, a sentirlas o vivirlas; pero existir, existen y, más
aún, otras no definidas. Ni llegaremos nunca porque ya no deseamos ni la
primera.
El
hijo es la persona o animal respecto
de sus padres; una persona respecto del país, provincia o pueblo del que es
natural; una obra o producción del ingenio: expresión de cariño entre las
personas que se quieren bien (¡hija
mía!); hijo de la tierra (persona que no tiene padres ni parientes
conocidos); hijo de la leche (persona respecto de su nodriza); hijo de papá
(persona bien situada, más que por sus propios méritos, por el influjo o el
poder de sus padres); hijo del diablo (persona astuta o traviesa); hijos de
Dios (denota la igualdad de condiciones o linajes de todas las personas por
naturaleza). Forma de parentesco: por consanguinidad; línea: recta descendente;
grado: primero.
El nieto es el
hijo del hijo de una persona; hijo o hija respecto del hijo o de la hija de una
persona. (Conoció a su primer nieto a los
sesenta años). Parentesco por consanguinidad; línea, recta descendente;
grado de parentesco, segundo.
Bisnieto,
respecto de una persona, hijo de su nieto. Menos usada es la fórmula biznieto. (Antes de morir, a los 85 años conocieron a
su primer bisnieto…)
Tataranieto:
descendiente de la cuarta generación; el tercero de los nietos en el orden
descendente; el bisnieto del hijo, el nieto del nieto o el hijo del bisnieto,
el cuarto en consanguinidad en la línea recta.
Cuadrinieto o
chozno: nieto en cuarta generación, hijo del tataranieto. Chozno,
trastaranieto o cuadrinieto, padres de los bichoznos o quintos nietos. El
actual rey de España, Felipe VI, es
chozno de Isabel II y la princesa Leonor, su bichozna. La genealogía sería:
Alfonso XII, Alfonso XIII, Don Juan de
Borbón, Juan Carlos I, Felipe VI y la princesa
Leonor. Todos somos choznos, aunque lo seamos de personas que ya no viven
ni conociéremos.
Bichozno. Según
la RAE, respecto de una persona, hijo o hija de su cuadrinieto o cuadrinieta,
que tiene el sexto grado de su consanguinidad en línea directa descendente.
Una descripción simple es: el hijo del hijo es el nieto;
el hijo del nieto es el bisnieto; el hijo del bisnieto es el tataranieto; el
hijo del tataranieto es el chozno o cuadrinieto; el hijo del chozno es el
bichozno.
La supercentenaria norteamericana Elizabeth Bolden (Tennessee,
15/09/1890; Los Ángeles, 12/12/2006), a sus 116 años de vida, tenía 7 hijos, 40
nietos, 75 bisnietos, 150 tataranietos, 220 nietos choznos y 75 nietos
bichoznos, fue considerada como el ser humano viviente más longevo del mundo
por el Libro de los Records Guiness.
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