sábado, 7 de mayo de 2022

MEDALLAS DE EXTREMADURA

        

    El honor es una cualidad moral que lleva al cumplimiento de los propios deberes respecto del prójimo y de uno mismo; es una gloria o buena reputación que sigue a la virtud, al mérito y a las acciones heroicas, que trasciende a las familias, personas y acciones mismas de quien se las granjea. El honor es un conjunto de obligaciones que, de no cumplirse, hace que se pierda. La Guardia Civil sitúa el honor como su divisa. Por eso el Cuerpo es tan reconocido por la sociedad. Su código se traduce en una serie de cualidades basada en ideales de lo que constituye un comportamiento honorable.

    Siempre ha habido personas y profesiones con honor, que hacen de él, de su profesión y trabajo, un ideal de lo que entendemos como comportamiento honorable. Muchos pasan su vida entregados a su trabajo con honor, pero sin distinciones; otros, en cambio, reciben distinciones no por la causa de su honor como divisa, sino por razones diversas que no vienen al caso. La entrega al trabajo con lealtad no tiene ya como divisa el honor, si no es la recompensa moral del que recibe la satisfacción por sus ideales satisfechos.

    Una sociedad que aspira a la justicia social como bandera no debe permitir la falta de reconocimiento a quienes entregan su vida no solo a su trabajo y a sus ideales, sino que trascienden con ellos algo más que los valores que le son propios. Hacen lo que debieren y más. Esos son hoy quienes no reciben distinciones ni medallas en su casa, en su tierra, sino quizá fuera de ella. En casa son más las bases aborregadas que no cumplen por la causa del honor, sino por el honor de la causa.

    De cuando en cuando, oímos decir a un alcalde que reconoce a un hijo adoptivo de su ciudad más como predilecto que como lo que en realidad fuere. Es tal su dedicación a su afición favorita (la pintura, y la escultura, en menor medida) que ha convertido esta bella arte en algo que ha trascendido a su propia profesión de la que viviere durante años en Canarias y Madrid. Es el caso ocurrido el pasado viernes en Plasencia. El pintor Enrique Jiménez Carrero era reconocido en su ciudad adoptiva por su alcalde, al inaugurar dos exposiciones que amplían la de Las Edades del Hombre como espacios culturales. Fernando Pizarro reconocía como alcalde lo que su ciudad adoptiva y las principales autoridades de la región allí presentes le han reconocido ya hace tiempo. Embajador extraordinario de su ciudad, ha paseado por toda España y por Oriente la pintura que hace soñar, que nos eleva el espíritu y que hace llorar en ocasiones. Recibiere todos los honores, pero no la máxima de su propia Comunidad, la Medalla de Extremadura, en la que sus padres vivieron hasta su muerte, desterrados de su pueblo, y en la que él sigue creyendo y creando.

    Muy cerca de él, y siempre apoyándole en Plasencia, se encontraba su primo Félix Pinero, también hijo adoptivo de Plasencia, periodista, académico correspondiente por la ciudad de la Real Academia de Extremadura de las Letras y las Artes, que hizo de su profesión un culto al honor como divisa, a la entrega a su trabajo con dignidad, lealtad y honradez; pero también desterrado varias veces en su propia tierra, y aquí sigue, batallando cada día, sin más distinciones que la satisfacción por el deber cumplido y alguna que otra de aquí.

    Honores y distinciones, que se otorgan muchas veces a quienes solo cumplieron con su trabajo o fueron aduladores del poder, siempre reñido con el honor y con las cualidades que adornan la independencia creativa, la profesionalidad o el honor como divisa.

    Para estos dos hijos de Granadilla pedimos la Medalla de Extremadura porque han sido en su vida profesional y en su jubilación un ejemplo de entrega a su profesión, sin otra aspiración que servir a su tierra desde la honradez y la profesionalidad y no marcharse fuera donde quizá, como otros muchos, han sido más reconocidos que en su tierra. Para que esta, en fin, no convierta en realidad el dicho: “Nacer en Cáceres y morir en cualquier parte”, como escribió Gonzalo Correas, catedrático cacereño en Salamanca en el siglo XVII, al referirse a los segundones que se marchaban fuera en busca de fortuna. Como hoy mismo con los científicos y artistas, como ayer siempre con el trabajo… (Publicado como editorial en Diario de Mérida el día 6 de mayo de 2022).

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