El honor es una cualidad
moral que lleva al cumplimiento de los propios deberes respecto del prójimo y
de uno mismo; es una gloria o buena reputación que sigue a la virtud, al mérito
y a las acciones heroicas, que trasciende a las familias, personas y acciones
mismas de quien se las granjea. El honor es un conjunto de obligaciones que, de
no cumplirse, hace que se pierda. La Guardia Civil sitúa el honor como su
divisa. Por eso el Cuerpo es tan reconocido por la sociedad. Su código se
traduce en una serie de cualidades basada en ideales de lo que constituye un
comportamiento honorable.
Siempre ha habido personas y profesiones con honor, que
hacen de él, de su profesión y trabajo, un ideal de lo que entendemos como
comportamiento honorable. Muchos pasan su vida entregados a su trabajo con
honor, pero sin distinciones; otros, en cambio, reciben distinciones no por la
causa de su honor como divisa, sino por razones diversas que no vienen al caso.
La entrega al trabajo con lealtad no tiene ya como divisa el honor, si no es la
recompensa moral del que recibe la satisfacción por sus ideales satisfechos.
Una sociedad que aspira a la justicia social como bandera
no debe permitir la falta de reconocimiento a quienes entregan su vida no solo
a su trabajo y a sus ideales, sino que trascienden con ellos algo más que los
valores que le son propios. Hacen lo que debieren y más. Esos son hoy quienes
no reciben distinciones ni medallas en su casa, en su tierra, sino quizá fuera
de ella. En casa son más las bases aborregadas que no cumplen por la causa del
honor, sino por el honor de la causa.
De cuando en cuando, oímos decir a un alcalde que
reconoce a un hijo adoptivo de su ciudad más como predilecto que como lo que en
realidad fuere. Es tal su dedicación a su afición favorita (la pintura, y la
escultura, en menor medida) que ha convertido esta bella arte en algo que ha
trascendido a su propia profesión de la que viviere durante años en Canarias y
Madrid. Es el caso ocurrido el pasado viernes en Plasencia. El pintor Enrique Jiménez Carrero era reconocido
en su ciudad adoptiva por su alcalde, al inaugurar dos exposiciones que amplían
la de Las Edades del Hombre como espacios culturales. Fernando Pizarro reconocía como alcalde lo que su ciudad adoptiva y
las principales autoridades de la región allí presentes le han reconocido ya
hace tiempo. Embajador extraordinario de su ciudad, ha paseado por toda España
y por Oriente la pintura que hace soñar, que nos eleva el espíritu y que hace
llorar en ocasiones. Recibiere todos los honores, pero no la máxima de su
propia Comunidad, la Medalla de Extremadura, en la que sus padres vivieron
hasta su muerte, desterrados de su pueblo, y en la que él sigue creyendo y creando.
Muy cerca de él, y siempre apoyándole en Plasencia, se
encontraba su primo Félix Pinero,
también hijo adoptivo de Plasencia, periodista, académico correspondiente por
la ciudad de la Real Academia de Extremadura de las Letras y las Artes, que
hizo de su profesión un culto al honor como divisa, a la entrega a su trabajo
con dignidad, lealtad y honradez; pero también desterrado varias veces en su
propia tierra, y aquí sigue, batallando cada día, sin más distinciones que la
satisfacción por el deber cumplido y alguna que otra de aquí.
Honores y distinciones, que se otorgan muchas veces a
quienes solo cumplieron con su trabajo o fueron aduladores del poder, siempre
reñido con el honor y con las cualidades que adornan la independencia creativa,
la profesionalidad o el honor como divisa.
Para estos dos hijos de Granadilla pedimos la Medalla de Extremadura porque han sido en su vida profesional y en su jubilación un ejemplo de entrega a su profesión, sin otra aspiración que servir a su tierra desde la honradez y la profesionalidad y no marcharse fuera donde quizá, como otros muchos, han sido más reconocidos que en su tierra. Para que esta, en fin, no convierta en realidad el dicho: “Nacer en Cáceres y morir en cualquier parte”, como escribió Gonzalo Correas, catedrático cacereño en Salamanca en el siglo XVII, al referirse a los segundones que se marchaban fuera en busca de fortuna. Como hoy mismo con los científicos y artistas, como ayer siempre con el trabajo… (Publicado como editorial en Diario de Mérida el día 6 de mayo de 2022).
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