Las `estrellas´ y los `soles´ han fructificado más aún la cultura del vino y sus maridajes; pero no son definitivos. La mayoría son complementarios: quien se asemeja, se junta. También los hay de contrastes.
Extremadura va creciendo en vinos y maridajes. No tanto la cultura del maridaje. No pida usted vinos rosados, aunque los hubiere, porque no los tienen. Les dice dos marcas de Extremadura y no parecieren conocer ninguna. “Es que nadie lo pide, señor.” Le replico: “Yo se lo estoy pidiendo, señora. Anote usted: Ribera del Guadiana y las subzonas: Cañamero, Matanegra, Montánchez, Ribera Alta, Ribera Baja y Tierra de Barros.” Se asombra la camarera: “Nadie me ha pedido eso, caballero.” “Bien cerca lo tiene: ahí enfrente. Pregunte y pídalo. ¿No tendrá, acaso, un blanco de pitarra de Salvatierra.” “No señor…” No todo el mundo hubiere en Extremadura sus productos estrella. Tampoco sumilleres que te orientaren en el maridaje. Los pinchos, que no falten; pero siempre los mismos. Algunos, en invierno y en verano. ¿Qué decir del maridaje? En todos los bares de la ciudad no pida usted una copa por la noche. Solicite cerveza o vino. De lo contrario, le servirán de pincho `frutos secos´; “pero, ¿qué es esto, señora?” “Es lo que marida con la copa…” En todos los sitios, lo mismo. No hay cultura del maridaje en los bares extremeños. Hay incultura del vino y sus maridajes. Apenas unos cuantos hosteleros, y los cultivadores, entienden de la cosa…
El maridaje no sólo es del vino y el producto; es de la pareja humana. En cierta ocasión, pregunté a una señora de al lado quién era el señor que estaba con otra… “Es su marido… “¿A que no le viene bien?”, por no decir, “¿a que no le marida”, me apostilló. ¡Qué le importaría a ella! En la pareja, “el maridaje es el enlace, unión y conformidad de los casados; la analogía o conformidad con que algunas cosas se enlazan o corresponden entre sí; es unir o enlazar; casarse o unirse en matrimonio…”, según la RAE. Como con los vinos, los maridajes no son definitivos. O, más bien, nos equivocamos al elegirlos, por nesciencia, o por no hacer caso al sumiller. Somos incultos y no tenemos sumiller. No elegimos el vino, sino lo que hay; menos aún la combinación. La mayoría de los camareros carecen de la cultura de la barra y de la mesa. Solo unos cuantos afortunados disfrutan del maridaje en la mesa y en casa. Cada día más observamos a unos y a otros cómo no maridan ni en la mesa ni en casa. Los maridajes no son eternos. Siempre hay contrastes que dan al traste con la buena mesa, el vino y el matrimonio… Como la vida misma.
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