sábado, 8 de abril de 2023

FIELES Y PÚBLICO



Fieles presencian una procesión en la Plaza Mayor de Cáceres

Alguna vez hube de corregir a una feligresa de postín, que acudió a una iglesia católica para participar en un acto religioso. “Estaba llenísima de público”, enfatizaba. “¿Querrá usted decir de fieles?” Sorprendida, me interrogó por la diferencia. “Verá usted, señora mía: somos público si acudimos a un teatro, a un cine, a una terraza de verano, que están hasta la bandera… de público; pero si vamos a un templo es porque somos fieles a una religión y participamos de sus actos litúrgicos en ella. Es como si acudimos a un hospital o médico del centro de salud: vamos no como clientes, sino como pacientes, necesitados de su sabiduría para que cure nuestros males…”

Durante estos días de Semana Santa, no deja de sorprendernos aún la cantinela de muchos escribanos de la prensa: “Mucho público en las procesiones del Viernes Santo”, “El Via Crucis llena el anfiteatro de público”…  Habría que distinguir el lugar público que fuere de la gente que a él acude y por qué. Público es, según la RAE, entre otras acepciones, “el conjunto de las personas que participan de unas mismas aficiones o con preferencia concurren a un determinado lugar” (Cada teatro, tiene su público; cada templo, el suyo…); pero, ¿y si es en la calle, lugar público, qué decir? En un lugar público, podríamos asentir que es “el conjunto de personas reunidas en determinado lugar para asistir a un espectáculo o con otro fin semejante”. Hay excepciones. Ya las mismas cofradías ponen sus reglas, aun no coercitivas, para las procesiones: no comer pipas, apagar los móviles, guardar silencio y compostura obligadas. ¿Cómo, si estamos en la calle, lugar público? Sí, pero no: estamos porque desfila Nuestro Señor, nuestra Dolorosa o nuestra Virgen con mil y una advocaciones. Somos fieles por creyentes de una religión y nos reunimos en congregación porque guardamos la fe en el cumplimiento de nuestras obligaciones, de los mandamientos que recibimos de nuestro Dios y nuestra Santa Madre Iglesia. Ser fiel es también no defraudar la confianza depositada en quien adoramos (culto de latría, a Dios), hiperdulía (a la Virgen María) o dulía (a los santos). Y de eso participamos como fieles, no como público, en los templos y en la calle.

Somos público cuando llenamos las calles Pintores (Cáceres), de paseo o viendo escaparates; del Sol (Plasencia), Santa Eulalia (Mérida) o San Juan (Badajoz). Somos público si acudimos al anfiteatro romano para ver un espectáculo para el que fueron creados, pero fieles si en él se representa el viacrucis (camino de la cruz). Somos fieles cuando acudimos a nuestra parroquia a participar en el santo sacrificio de la misa (no a oír misa, que la podemos seguir por radio o televisión, y que es válido para enfermos o impedidos).

Las estaciones de penitencia o de la cruz, de pasión y vía dolorosa, son actos de piedad, caminos de oración, basados en la pasión y muerte de Cristo. Sólo los fieles mayordomos, hermanos de carga y escolta, nos invitan a la reflexión de la pasión con su fe y sacrificio. Nos sobrecogen su esfuerzo y la belleza de las imágenes que portan para ser adoradas o veneradas por los fieles. No es, pues, el Viernes Santo el día en que se llenan las calles de público para ver las procesiones. Son fieles cristianos que rememoran la pasión y que se conmueven al paso de sus veneradas imágenes.

La Semana Santa ha llenado de público los establecimientos hoteleros; pero de fieles las calles. Y no vienen a Cáceres, Plasencia, Mérida, Badajoz, Jerez y Oliva de la Frontera, movidos porque tengan una calificación turística regional, nacional o internacional, sino por los intérpretes de ella, por lo que sus imágenes nos evocan e invitan a la meditación, a la conversión, a la paz, a revivir el espíritu que nos dejó el Señor, que conmemoramos. Por eso somos fieles, no público, que llena las ciudades para salir al encuentro del Señor, como el Domingo de Ramos, como en la Pascua de Resurrección. 


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