La Reina y la infanta en la final del Mundial femenino |
Preguntar hoy por los elementos que nos unen a los españoles es tanto como inquirir lo que nos desune. España es el territorio de una nación; el conjunto de los habitantes de un país regido por un mismo gobierno; el conjunto de personas de un mismo origen y que generalmente hablan un mismo idioma y tienen una tradición común, según la definición del Diccionario de la RAE. El diccionario panhispánico del español jurídico, añade que es el pueblo soberano; el conjunto numeroso de personas que reconoce una historia propia y se identifica por sus hábitos culturales y su proyecto colectivo de vida en común, o la colectividad que ha alcanzado la integridad cultural entre sus miembros, en el transcurso de un proceso histórico común, y gracias a la cual goza de una capacidad de actuación y relación con otras colectividades internacionales, así como de una autonomía funcional interna garantizada por la identificación entre los individuos y la nación.
En una España en la que hoy se habla más de plurinacionalidades y plurilingüismo, de nación de naciones, no está de más recordar el artículo 2 de la Constitución Española de 1978 (que algunos pretenden cambiar por la puerta de atrás y no por el procedimiento recogido en la misma) cuando dice que “la Constitución se fundamenta en la indisoluble unidad de la Nación española, patria común e indivisible de todos los españoles, y reconoce y garantiza el derecho a la autonomía de las nacionalidades y regiones que la integran y la solidaridad entre todas ellas”. Y en cuanto a las lenguas, deja claro que “el castellano es la lengua oficial del Estado” que “todos los españoles tienen el deber de conocerla y el derecho a usarla”.
Es decir, la nación es la patria común e indivisible; la lengua es el castellano, aunque “las demás lenguas españolas serán también oficiales en sus respectivas Comunidades Autónomas de acuerdo con sus Estatutos”. Nada se dice que en el Congreso de la nación tengan que hablarse las demás lenguas españolas, como si España fuera una “nación de naciones”, como argumentan los vehementes que así opinaren.
El presidente Ibarra decía en una ocasión que los presidentes de las Comunidades Autónomas sólo se veían en las bodas de las infantas (en referencia a las de las hijas del rey Don Juan Carlos, doña Elena y doña Cristina), como si el Senado, como Cámara de representación territorial, no jugare el papel que se le supone.
España se une en las desgracias y en la solidaridad, pero se separa en las banderías. A España la une la Selección Nacional de Fútbol (tanto masculina, como en el Mundial de Sudáfrica), como la Femenina ayer en Sidney; pero ni siquiera en estos acontecimientos se lleva una sola bandera, a la que representan. En cierta ocasión, un seleccionador de fútbol español (Ginés Meléndez, entrenador de la selección española sub-19, campeona de Europa en 2011) prohibió a sus jugadores subir al palco con otras banderas que no fuera la española, a la que allí representaren. Hizo bien, porque ellos jugaban representando a España y no a sus comunidades.
Ayer en Sidney, donde la Selección Femenina Española de Fútbol ganó por primera vez el Mundial absoluto, en la celebración que hubo al término del partido sólo se veía una sola bandera española: la que portare la infanta Sofía. Y la Reina doña Letizia, con chaqueta y pantalón rojo, al igual que su hija, con pañuelo rojo, anudado al cuello, como muestra de su apoyo a los colores nacionales. Sin embargo, la delantera Alba Redondo y la preparadora física, Blanca Romero, se abrazaron tras una bandera de su comunidad autónoma: Castilla-La Mancha. La portera suplente, Misa Rodríguez, portaba la de Canarias, y la centrocampista Teresa Abelleira se arropaba con la de Galicia. Sobraban, porque defendían los colores nacionales y no los de su comunidad autónoma. Podrá ser un “gesto con su tierra”, pero no con su nación y patria, a la que representaren. Hasta la actriz española Elsa Pataki no se perdió el partido con su familia, vestida con la camiseta nacional y la bandera pintada en su rostro.
La patria es una, como la bandera nacional; como los colores que vistieren durante el partido; como el himno que escucharen antes de iniciarlo. El respeto y la igualdad comienzan y terminan con los símbolos nacionales.
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