Con estas palabras, el alcalde de Berlanga, Andrés Ortiz Chacón, define en el prólogo el ser histórico de su pueblo, cuya historia y patrimonio conjugan en la obra sus autores a lo largo de quince capítulos: María del Carmen Calderón Berrocal, doctora en Historia en la especialidad de Historia Medieval, Ciencias y Técnicas Historiográficas y Documentos, cronista oficial de Cabeza la Vaca (Badajoz) desde 2022, y José Antonio Ramos Rubio, doctor en Historia, académico, escritor, docente y cronista oficial de Trujillo. [1]
En su capítulo “Berlanga en la Historia”, el doctor Ramos Rubio afirma que, aunque los primeros rasgos de la presencia humana en Berlanga son de la Prehistoria, fue durante la dominación romana cuando la región experimentó un notable desarrollo, al formar parte de la Lusitania, una de las provincias más importantes del Imperio Romano en la Península. Su situación estratégica, cercana a rutas comerciales y agrícolas, permitió que la población prosperara en esa época. Los romanos introdujeron avances en infraestructuras y agricultura que dejaron su huella en la forma de explotar los recursos naturales, como los olivares y las viñas, que continúan siendo importantes en la región.
Uno de los hallazgos más importantes corresponde a un yacimiento romano, vinculado a una villa o yacimiento rural. De época romana destaca el puente sobre el arroyo Culebras, Bien de Interés Cultural en 1989, en el camino entre Córdoba y Mérida. Con la caída del Imperio Romano y la llegada de los visigodos primero y los musulmanes después, vivió un período de transformación.
El período clave para Berlanga llegó durante la Reconquista, cuando el avance de los reinos cristianos en los siglos XII y XIII recuperó la región para la Corona de Castilla, en que fue repoblada por naturales cristianos bajo el mando de la Orden de Santiago, y se benefició de las nuevas estructuras de poder que se instauraron bajo su protección. Durante la Edad Moderna, Berlanga vivió un proceso de consolidación como comunidad agrícola, basada principalmente en el cultivo de cereales, el olivo y la vid. Entre 1493 y 1539 emigraron a América veintiséis berlangueños, uno de ellos Tomás de Berlanga, obispo de Panamá. Otro fue el jesuita Juan Vela, evangelizador de Paraguay.
Durante el siglo XVIII, Berlanga censaba 1.100 vecinos. A comienzos del siglo XX era un municipio predominantemente rural, cuya economía se basaba en la agricultura y en la ganadería. La mecanización de la agricultura, junto con la mejora de las comunicaciones, favoreció una cierta mecanización del campo; pero, a partir de la década del 50, la población sufrió el impacto del éxodo rural.
En la Guerra Civil Española, Berlanga cayó pronto bajo el control de las fuerzas franquistas. Tras la guerra, la economía estuvo marcada por el contexto de la posguerra y el modelo de autarquía impuesto por la dictadura. La mayoría de la población dependía casi exclusivamente de la agricultura y la ganadería. En los años 50 y 60 sobresale una economía de subsistencia y latifundismo. En las últimas décadas, Berlanga ha enfrentado los desafíos de la despoblación y la transformación económica, promoviendo el turismo rural y sostenible.
Sobre el patrimonio histórico-artístico, Ramos Rubio destaca que las casas poseen el modelo de las clases sociales del ámbito rural y las de tipo hidalgo con las fachadas barrocas repletas de decoración y, en cuanto a la arquitectura, destaca la Casa de la Encomienda, construida entre 1515 y 1550, y era el lugar en el que se administraban los bienes, tierras y rentas de la Orden de Santiago; el hospital de la caridad para enfermos pobres, fundado en su testamento en 1727 por el doctor Cristóbal Díez Vizuete; y el pósito, donde se guardaba la reserva de trigo de la población.
En lo que respecta a los edificios religiosos, los autores analizan la historia y el arte de la iglesia parroquial de Nuestra Señora de Gracia; y las ermitas de santo Domingo, Nuestra Señora de la Concepción, santa Catalina, Virgen de los Dolores y san Isidro.
La doctora Berrocal dedica un capítulo a la desmembración de Berlanga de la Orden de Santiago, según la Real Provisión de Felipe II por la que desmembraban los territorios de Berlanga y Valverde de la Encomienda de Reina. Encomienda del Bastimento, de Azuaga, de la Mesa Maestral de la Orden de Santiago y el convento de san Marcos de León, esgrimiendo e insertando Letras Apostólicas que justifican y confirman al monarca estos derechos, que obra en el archivo municipal.
Asimismo, la cronista de Cabeza la Vaca dedica otro capítulo a la significación de la Casa de la Encomienda, que disponía de una casa y de dos construcciones, una para el almacenamiento de pan y otra para el vino.
Otro capítulo lo dedica al Reglamento de Higiene de la villa de Berlanga, un documento de 1918, de acuerdo con las Ordenanzas Municipales de Higienes de 1910.
María del Carmen Berrocal escribe también sobre las casas solariegas de la localidad, el patrimonio documental de Berlanga entre 1574-1997 y la mina de santa Catalina que, a principios de la década de 1870, registró la sociedad londinense Hermanos Murrieta & CIA con dos minas de plomo.
[1] Vid.: Calderón
Berrocal, María del Carmen y Ramos
Rubio, José Antonio: Berlanga,,
historia y patrimonio, Diputación de Badajoz, 2025,293 págs.

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