lunes, 8 de septiembre de 2008

DE LA IDENTIDAD AL FUTURO, SEGÚN VARA

No es que la frase de Walt Witman: “Me canto a mí mismo/porque lo que yo tengo lo tienes tú”, epígrafe de su poema, elegido para la celebración del Día de Extremadura 2008, fuera el lema de la jornada, sino que, con él, la Junta de Extremadura ha querido significar el espíritu mismo del Día: la identidad que nos une frente a las diferencias que nos separan.

Ya Gregorio de Salas advertía en el siglo XVI sobre “el espíritu desunido que anima a los extremeños”. Sin embargo, nunca como hoy el concepto de identidad regional ha estado tan arraigado como jamás lo estuvo en toda su historia. Desde la Constitución de 1978 y el Estatuto de 1983, los extremeños hemos aprendido, al calor de unos símbolos que nos identifican y de un autogobierno que nos une para lo bueno y para lo malo, que somos una españoles más y no unos ciudadanos cualesquiera, que sentíamos vergüenza de serlo por nuestra cuna, nunca por la pertenencia a una patria común y, que por nuestro secular atraso, fuimos abanderados de una emigración forzosa, aunque fuéramos los primeros de América y los últimos de Filipinas, los primeros para la guerra y los últimos para la paz.

El discurso institucional del Presidente de la Junta de Extremadura, Guillermo Fernández Vara, no puede considerarse como la “retórica típica de hace veinticinco años” ni como “un intento de soluciones y lamentos en una tierra donde no se cumplen los objetivos”, como ha afirmado quien teniendo autoridad política, no tiene autoridad moral para afirmarlo, porque quien, como Floriano, abandona el barco elegido para dejar a sus marineros a la deriva, sólo puede aspirar a volver no precisamente para lamentarse de un pasado que olvida, sino de un futuro que también le compete a él como político extremeño, y del que parece haber desertado.

Fernández Vara ha pronunciado el discurso obligado, un discurso integrador en el que, tras asumir la “ética de la responsabilidad del gobernante”, apela a la ayuda de todos “para gobernar la región en una etapa de especiales dificultades”, como ha reconocido el portavoz socialista en la Asamblea, Sánchez Amor.

Una lectura detenida del discurso del Presidente nos hace reconocer, empero, que Fernández Vara tiene agallas suficientes para asumir la responsabilidad que se le ha otorgado y no sólo para “para culpar al mundo cuando las cosas vienen mal dadas”.

El Día de Extremadura, como a veces apela la oposición, no debe ser un día reivindicativo de nada --hay todo un año para reivindicar lo que fuere--, sino para hacer autoafirmación de nuestra identidad de pueblo en el conjunto de España y de Europa, de reconocer las claves del presente y de abrir los caminos hacia el futuro, porque “lo que yo tengo lo tienes tú”, pero lo que no obtengamos entre todos, no nos lo regalará nadie.

El Presidente no ha olvidado en su discurso ni los temas del presente ni los del futuro más inmediato: el veinticinco aniversario del Estatuto y lo que ha representado para Extremadura, “nuestra identidad regional, la unidad de España, el autogobierno, la defensa de nuestros valores, los extremeños como pueblo, su bienestar y la Constitución con el Estatuto como marcos de referencia”; el proceso de reforma en el que estos inmersos para adaptarlo a la realidad de un mundo cambiante; el treinta aniversario de la Constitución, en un momento óptimo para reivindicar su espíritu; la objeción a las balanzas fiscales; la financiación local y autonómica; la defensa de España y sus mínimos tangibles de cohesión, como la Seguridad Social, la energía o el agua, para continuar lo que él ha denominado “una historia de prosperidad compartida”.

La responsabilidad del político asume las dificultades del momento actual para estar al lado de quienes lo pasan mal; agradece la voluntad de los partidos políticos representados en el Parlamento y su esfuerzo por alcanzar acuerdos en asuntos básicos, y a los sindicatos y empresarios, los ya logrados para ofrecer una respuesta a la situación. No olvida la educación como reto de futuro y “auténtica palanca de transformación de los pueblos”; a los mayores , constructores también de Extremadura; a las víctimas de la violencia de género; la unidad europea con la que soñara Carlos V, en el 450 aniversario de la muerte del Emperador en Yuste, en la que nos va el futuro.

Para quienes sólo piensan que el Día de Extremadura debe ser una jornada reivindicativa, el discurso del Presidente ha ofrecido suficientes elementos reivindicativos que a todos incumben; pero, además, antes de finalizar este año tan importante para Extremadura, ha hecho una invitación a realizar una jornada de reivindicación colectiva. ¿De qué y para qué?: “De lo que ha representado la autonomía y el Estatuto que la hizo posible”; a realizar una concentración ciudadana incluyente, de la Extremadura real que festeja su autonomía en su veinticinco aniversario, y como un acto de reivindicación a favor de la convivencia y la prosperidad compartidas que nos ha dado la España de los autonomías.

Ése es, y debe ser, nuestro único marco de reivindicación: reconocer lo que fuimos para mejorar el futuro de una tierra, cuyo destino sólo puede ser una España “unida y comprometida en su diversidad, en su pluralidad de identidades, de lenguas, sentimientos y culturas, sobre la base de un proyecto común”, que debe fortalecerse en la Europa unida soñada por Carlos I de España y en nuestras relaciones con Portugal y con Iberoamérica, que ha de reafirmar nuestro nuevo Estatuto.

No hay lamento ni retórica en quien solicita “no dejar espacio alguno a la resignación, al lamento y al conformismo” y muestra su confianza en la capacidad de las instituciones, organizaciones y ciudadanos para dar respuesta a la situación que es preciso encarar, pero nunca mirando hacia atrás, sino hacia el futuro desde la identidad que nos une y nunca desde las diferencias que nos separen.

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