Las respuestas del PP a la revocación de la primera tenencia de alcaldía y delegaciones que la alcaldesa de Cáceres había otorgado a su socio de gobierno de IU desde el comienzo de la legislatura, traslucen una cierta amargura, cuando no victimismo, por su parte Y cierto es que, para cualquier partido político, ganar las elecciones y no poder gobernar, puede producirle esa catarsis del “quiero, pero no puedo”, de “puertas abiertas” cuando en realidad solo están entreabiertas; de que cambien ellos ante que nosotros; del “puedo prometer” sin comprometerme para nada.
El sistema democrático, siempre perfectible, permite que no siempre gobierne el partido más votado; que una coalición de partidos se alce con el poder al sumar más votos de quien obtuvo la mayoría. Y eso ocurrió en Canarias, por ejemplo, en cuya Comunidad el PSOE obtuvo la mayoría y, sin embargo, la coalición entre el PP y Coalición Canaria-Partido Nacionalista Canario dejó a Juan Fernando López Aguilar con la miel en los labios tras haber logrado diez escaños más que CC y doce más que el PP. Y cómo traducir lo que ocurrió en numerosos pueblos de España, en los que, en unos casos, se ha hecho oídos sordos al pacto antitransfuguismo firmado por los dos grandes partidos nacionales o en otros, en los que se ha resucitado la pinza PP-IU, tan denostada hoy en Cáceres a la inversa.
El próximo martes se escenificará en uno de nuestros pueblos, Alcántara, lo que el PP ha calificado en Cáceres como “exceso de ambición”, “ocupar un sillón a cualquier precio” y de “pacto con fuerzas antagónicas”. El PSOE ganó las elecciones en la citada localidad con 4 concejales, por 3 del PP-EU, 1 del IPEX y 1 de IU-SIEX.. Pues bien, un pacto de gobierno permitió gobernar a IU con el apoyo de las otras dos fuerzas. Ese pacto prevé que el próximo martes la alcaldía pase a manos del PP, cumplido el ecuador de la legislatura. Nada antidemocrático, por lo demás, a pesar del acuerdo entre PSOE e IU de votar al candidato más votado, que aquí, como en otros lugares, no se cumplió.
El PP de Cáceres, sin embargo, enrocado en el sinsabor de haber perdido el poder por la misma vía que lo ganó en otros lugares, ha descalificado la actitud de la alcaldesa al cesar al “Doctor No”, con el beneplácito de una gran mayoría de los cacereños. El sinsabor de la derrota democrática es mayor que la victoria en las urnas, y difícilmente asumible por quienes no parecen compartir los deseos expresados con la boca pequeña de “apoyar los proyectos que consideren positivos para la ciudad”. ¿Acaso no lo era la aprobación del Plan de Saneamiento Municipal, al que el PP se opuso en el último pleno, al igual que el concejal de IU se abstuvo?
No puede acusar el PP a la alcaldesa, Carmen Heras, de falta de talante o de diálogo y negociación “por el bien de la ciudad”, cuando el cesado, y ellos mismos también, a pesar de sus buenos deseos, se han aliado para ponerle palos a las ruedas, ya heredados de sus propios gobiernos anteriores, a los proyectos en marcha.
La falta de coherencia que atribuyen y niegan al equipo de gobierno la demostraron igualmente en el último pleno que dio lugar a la crisis; pero ellos parecen mirar para otro lado, cuando se reafirman en que la deuda heredada la solucionen ellos. La oposición responsable y el “buscar lo mejor para la ciudad” o “arrimar el hombro” para que “Cáceres no tenga el freno de mano echado”, son estereotipos que habrían de aplicarse a sí mismos, pero no a la alcaldesa, que demasiadas muestras de talante, negociación, diálogo y paciencia ha demostrado en los dos últimos años. El PP ve la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio. Y si alguien “echa el freno” no ha sido precisamente la alcaldesa, sino los otros, que no le dieron ni el humano respiro del duelo, que ya es decir por quienes se califican a sí mismos como “oposición responsable”.
La alcaldesa recibió a la nueva portavoz del PP tras ser elegida. No ha entrado al trapo de descalificaciones políticas; ha mostrado su respeto, por igual, a las fuerzas que componen el consistorio; y ha logrado asumir la paciencia del santo Job con unos y con otros.
Ahora, espera Cáceres. En la responsabilidad de todos está su futuro, aunque los puntos de vista políticos se alcen demasiadas veces por encima de los intereses de la ciudad, aun a pesar de los buenos deseos mostrados por unos y otros.
El sistema democrático, siempre perfectible, permite que no siempre gobierne el partido más votado; que una coalición de partidos se alce con el poder al sumar más votos de quien obtuvo la mayoría. Y eso ocurrió en Canarias, por ejemplo, en cuya Comunidad el PSOE obtuvo la mayoría y, sin embargo, la coalición entre el PP y Coalición Canaria-Partido Nacionalista Canario dejó a Juan Fernando López Aguilar con la miel en los labios tras haber logrado diez escaños más que CC y doce más que el PP. Y cómo traducir lo que ocurrió en numerosos pueblos de España, en los que, en unos casos, se ha hecho oídos sordos al pacto antitransfuguismo firmado por los dos grandes partidos nacionales o en otros, en los que se ha resucitado la pinza PP-IU, tan denostada hoy en Cáceres a la inversa.
El próximo martes se escenificará en uno de nuestros pueblos, Alcántara, lo que el PP ha calificado en Cáceres como “exceso de ambición”, “ocupar un sillón a cualquier precio” y de “pacto con fuerzas antagónicas”. El PSOE ganó las elecciones en la citada localidad con 4 concejales, por 3 del PP-EU, 1 del IPEX y 1 de IU-SIEX.. Pues bien, un pacto de gobierno permitió gobernar a IU con el apoyo de las otras dos fuerzas. Ese pacto prevé que el próximo martes la alcaldía pase a manos del PP, cumplido el ecuador de la legislatura. Nada antidemocrático, por lo demás, a pesar del acuerdo entre PSOE e IU de votar al candidato más votado, que aquí, como en otros lugares, no se cumplió.
El PP de Cáceres, sin embargo, enrocado en el sinsabor de haber perdido el poder por la misma vía que lo ganó en otros lugares, ha descalificado la actitud de la alcaldesa al cesar al “Doctor No”, con el beneplácito de una gran mayoría de los cacereños. El sinsabor de la derrota democrática es mayor que la victoria en las urnas, y difícilmente asumible por quienes no parecen compartir los deseos expresados con la boca pequeña de “apoyar los proyectos que consideren positivos para la ciudad”. ¿Acaso no lo era la aprobación del Plan de Saneamiento Municipal, al que el PP se opuso en el último pleno, al igual que el concejal de IU se abstuvo?
No puede acusar el PP a la alcaldesa, Carmen Heras, de falta de talante o de diálogo y negociación “por el bien de la ciudad”, cuando el cesado, y ellos mismos también, a pesar de sus buenos deseos, se han aliado para ponerle palos a las ruedas, ya heredados de sus propios gobiernos anteriores, a los proyectos en marcha.
La falta de coherencia que atribuyen y niegan al equipo de gobierno la demostraron igualmente en el último pleno que dio lugar a la crisis; pero ellos parecen mirar para otro lado, cuando se reafirman en que la deuda heredada la solucionen ellos. La oposición responsable y el “buscar lo mejor para la ciudad” o “arrimar el hombro” para que “Cáceres no tenga el freno de mano echado”, son estereotipos que habrían de aplicarse a sí mismos, pero no a la alcaldesa, que demasiadas muestras de talante, negociación, diálogo y paciencia ha demostrado en los dos últimos años. El PP ve la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio. Y si alguien “echa el freno” no ha sido precisamente la alcaldesa, sino los otros, que no le dieron ni el humano respiro del duelo, que ya es decir por quienes se califican a sí mismos como “oposición responsable”.
La alcaldesa recibió a la nueva portavoz del PP tras ser elegida. No ha entrado al trapo de descalificaciones políticas; ha mostrado su respeto, por igual, a las fuerzas que componen el consistorio; y ha logrado asumir la paciencia del santo Job con unos y con otros.
Ahora, espera Cáceres. En la responsabilidad de todos está su futuro, aunque los puntos de vista políticos se alcen demasiadas veces por encima de los intereses de la ciudad, aun a pesar de los buenos deseos mostrados por unos y otros.
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