Hallábame en un bar para ver un partido de fútbol, tras una jornada dominical de trabajo para santificar el día del Señor. Pido un combinado al camarero y, de pronto, una llamada telefónica, me distrae. Me sirve el garçon el pedido y, concluida la llamada, le requiero para que me facilite una cucharita larga o una pajita para diluir la bebida.
Ante mi asombro, me contesta seguro de sí:
--Ya se la he meneado yo…
--¿Cómo dice usted?, le interrogo asombrado ante su osadía lingüística…
-Que ya se la he meneado, me responde convencido.
--Perdone, señor; pero usted a mí no me la menea, porque hubiere yo manos para ello si usted me facilita el pedido. Usted me la bate, me la diluye, me la remueve, me la agita en el vaso…; pero nunca eso que usted me dice…
--¿Acaso no conoce usted lo que pide el agente 007 en sus películas?, le pregunto.
Lo ignoraba, aunque hubiere diversas variantes en la petición…
--Martini con vodka; mezclado, no agitado. Pues bien, yo lo deseo mezclado y batido, pero nunca meneado…, porque no fuere usted dueño de esa prerrogativa…
Ante mi asombro, me contesta seguro de sí:
--Ya se la he meneado yo…
--¿Cómo dice usted?, le interrogo asombrado ante su osadía lingüística…
-Que ya se la he meneado, me responde convencido.
--Perdone, señor; pero usted a mí no me la menea, porque hubiere yo manos para ello si usted me facilita el pedido. Usted me la bate, me la diluye, me la remueve, me la agita en el vaso…; pero nunca eso que usted me dice…
--¿Acaso no conoce usted lo que pide el agente 007 en sus películas?, le pregunto.
Lo ignoraba, aunque hubiere diversas variantes en la petición…
--Martini con vodka; mezclado, no agitado. Pues bien, yo lo deseo mezclado y batido, pero nunca meneado…, porque no fuere usted dueño de esa prerrogativa…
Ignoro si la derecha se escandalizare ante una situación parecida, como la que me sucediere, dada su doble moralina, y su escándalo ante la publicación “El placer está en tus manos”, que trata de enseñar lo mismo que nos negaron en nuestra infancia y adolescencia y que hubimos de aprender por los misterios de la naturaleza misma, que enseñare más que los misterios que nos negaren.
“Quienes escandalizaren a los niños, a los débiles, a los pobres, más vale que le aten una piedra de molino al cuello y le echen al mar.” (Lc: 17, 2), dijo Jesucristo.
No se escandalizan los niños y adolescentes ante unas enseñanzas que se les negaren ni ante una doctrina que les condenaba al infierno a perpetuidad si osaren tomar la mano de una chica. Todavía hoy, algunas mujeres, educadas en el nacionalcatolicismo, tan proclive a la derecha, que quisiere “in aeternum” para todos, se muestran cautas cuando un varón se las tomare entre las suyas en señal de afecto y cariño, para transmitirle sus palabras.
La lengua, más que el estilo, descubre al hombre y a la mujer. “El estilo es el hombre”, decía Buffon; es decir, su habla, su saber ser y estar, como el de la mujer no fueren su vestir ni sus joyas, sino las señas de identidad con que revistieren su ser y personalidad.
En “Mi querida señorita” (1971), de Jaime de Armiñán, el recordado actor José Luis López Vázquez encarnaba el papel de Adela Castro, que era un señor. Había gastado Adela los cuarenta y tantos años de su vida en soledad. Se quedó soltera, porque físicamente no le quedaba otro remedio. Tenía un secreto: se afeitaba todos los días y, además, tenía desarreglos de conciencia. Su confesor le envió a un médico, quien le dio un diagnóstico: Adela era un señor… ¡Oh, qué escándalo para la derecha puritana de su tiempo, y de los anteriores tiempos…!
Cuando la Constitución Española de 1978 se debatía en Comisión en la Cámara Alta, dos senadores por designación real de las Cortes Constituyentes, mosén Xirinacs y el escritor Camilo José Cela, hubieren un encuentro dialéctico que hizo historia.
--Señor Cela: está usted dormido…, le inquirió el mosén.
--No estoy dormido: estoy durmiendo, respondióle don Camilo.
--¿Es lo mismo, no?, le apuntó Xirinacs.
--No, monseñor, son cosas distintas, de la misma manera que no es lo mismo estar jodido que estar jodiendo…, le apuntó el académico de la Lengua.
En cierta ocasión, hube de estar en el hospital. Acudían las enfermeras a tomarme la tensión y temperatura; el barbero, a afeitarme; las auxiliares, a lavarme la desnudez del cuerpo que nos diere el Señor. Me lavaron brazos y costado…, pero, llegado el momento, me apelaron a que me lavase yo mismo “mis partes”…
--“Mis partes” son parte del todo humano, como la suyas,- les respondí. No hubiere pudor ni pudiere, y si ustedes, por su profesionalidad tampoco, les ruego que lo hagan por mí, porque no hubiere fuerzas ni llegare a “mis partes” con los dos brazos “clavados” por las agujas que controlaren mi estado físico. Y así, solícitas, lo hicieron.
No escandaliza un texto que pretende formar a los desinformados. Escandalizan los hipócritas y fariseos que tentaban al Señor con trampas saduceas porque, aunque hubieren en sí la formación y cordura necesarias, utilizan un “presunto escándalo” para escandalizar a los inocentes, que no lo fueren tanto como ellos creyeren, hombres de tan poca fe que pretendieren sacar rédito electoral de la que dicen profesar con tanta unción como devoción…
No se escandalizan los niños y adolescentes ante unas enseñanzas que se les negaren ni ante una doctrina que les condenaba al infierno a perpetuidad si osaren tomar la mano de una chica. Todavía hoy, algunas mujeres, educadas en el nacionalcatolicismo, tan proclive a la derecha, que quisiere “in aeternum” para todos, se muestran cautas cuando un varón se las tomare entre las suyas en señal de afecto y cariño, para transmitirle sus palabras.
La lengua, más que el estilo, descubre al hombre y a la mujer. “El estilo es el hombre”, decía Buffon; es decir, su habla, su saber ser y estar, como el de la mujer no fueren su vestir ni sus joyas, sino las señas de identidad con que revistieren su ser y personalidad.
En “Mi querida señorita” (1971), de Jaime de Armiñán, el recordado actor José Luis López Vázquez encarnaba el papel de Adela Castro, que era un señor. Había gastado Adela los cuarenta y tantos años de su vida en soledad. Se quedó soltera, porque físicamente no le quedaba otro remedio. Tenía un secreto: se afeitaba todos los días y, además, tenía desarreglos de conciencia. Su confesor le envió a un médico, quien le dio un diagnóstico: Adela era un señor… ¡Oh, qué escándalo para la derecha puritana de su tiempo, y de los anteriores tiempos…!
Cuando la Constitución Española de 1978 se debatía en Comisión en la Cámara Alta, dos senadores por designación real de las Cortes Constituyentes, mosén Xirinacs y el escritor Camilo José Cela, hubieren un encuentro dialéctico que hizo historia.
--Señor Cela: está usted dormido…, le inquirió el mosén.
--No estoy dormido: estoy durmiendo, respondióle don Camilo.
--¿Es lo mismo, no?, le apuntó Xirinacs.
--No, monseñor, son cosas distintas, de la misma manera que no es lo mismo estar jodido que estar jodiendo…, le apuntó el académico de la Lengua.
En cierta ocasión, hube de estar en el hospital. Acudían las enfermeras a tomarme la tensión y temperatura; el barbero, a afeitarme; las auxiliares, a lavarme la desnudez del cuerpo que nos diere el Señor. Me lavaron brazos y costado…, pero, llegado el momento, me apelaron a que me lavase yo mismo “mis partes”…
--“Mis partes” son parte del todo humano, como la suyas,- les respondí. No hubiere pudor ni pudiere, y si ustedes, por su profesionalidad tampoco, les ruego que lo hagan por mí, porque no hubiere fuerzas ni llegare a “mis partes” con los dos brazos “clavados” por las agujas que controlaren mi estado físico. Y así, solícitas, lo hicieron.
No escandaliza un texto que pretende formar a los desinformados. Escandalizan los hipócritas y fariseos que tentaban al Señor con trampas saduceas porque, aunque hubieren en sí la formación y cordura necesarias, utilizan un “presunto escándalo” para escandalizar a los inocentes, que no lo fueren tanto como ellos creyeren, hombres de tan poca fe que pretendieren sacar rédito electoral de la que dicen profesar con tanta unción como devoción…
Bond terminaba sus películas con un aviso: “James Bond will return” (James Bond volverá…) No lo dudamos de quienes son capaces de vender su conciencia al diablo para tratar de engañar a quienes no debieren.
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