El programa “El Día del Señor”, de la 2 de TVE, ha transmitido esta mañana la misa desde la catedral de Plasencia con motivo del Día del Seminario. No pudiere haberse elegido mejor lugar para la retransmisión, no por la conmemoración, sino porque la seo placentina viene siendo noticia desde hace unos años: la restauración de la catedral vieja ha puesto en valor los tesoros ocultos guardados durante siglos; días pasados se puso en circulación una serie de sellos conmemorativos para la ocasión; los lienzos de Rizzi dan brillo al impresionante retablo que enmarca la Asunción, a cuya advocación se acoge la catedral nueva, lugar del oficio, y que fueren restaurados hace unos años por la Junta de Extremadura.
No hay mejor lugar para participar en un oficio litúrgico que la cátedra del obispo, con la música del órgano de fondo, ya perdida en tantos de nuestros templos, y las voces de un coro desgranando los latines gregorianos.
Subsisten los órganos en catedrales e iglesias, pero no acompañaren la liturgia como antes lo hicieren; ni coros que desgranaren el gregoriano para llenar las naves de la catedral toda. Un recordado canónigo de la catedral de Coria, Dionisio Paniagua, llenaba con su potente voz en latines, y sin acompañamiento de órgano en ocasiones, el templo al que sirviere hasta su muerte.
Por ello, me ha alegrado ver en mi catedral adoptiva no solo a mi segundo obispo, Amadeo Rodríguez, que ha ofrecido a España entera una bella homilía, sino a un coro juvenil, “Cum Iubilo”, que se ha atrevido a cantar un “Kirieeleison”, aunque no en versión gregoriana, acompañando a los acordes del órgano.
No hay catedral sin órgano, ni cátedra sin obispo titular, ni templo alguno como este en el que los latines gregorianos, animados por el órgano y un coro, contribuyan a elevar el espíritu de sus fieles. Escuchando a “Cum Iubilo”, he recordado el estreno en ese templo del “Aleluya” de Haëndel, que interpretare la antigua Coral Polifónica de Plasencia, en una misa pascual de Resurrección hace años, fundada y dirigida por el recordado Pepe Neria, que allí mismo recibiere hace unos años su último adiós, y al que ahora su ayuntamiento va a premiar sus esfuerzos.
Escribí entonces “Arrebato a gloria con Haëndel”, en aquella Pascua de Resurrección, una noche en la que la ciudad estuviere toda cubierta por la niebla, “como un manto blanco para la gloria del Señor”, concluía.
No quisiere ser descortés con el realizador a cuya labor se encomendare la retransmisión; pero ha sido pobre en contenido y extensión: apenas unas imágenes del retablo completo y de las naves y pocas de los fieles. No ha habido, como en otras ocasiones, un reportaje panorámico sobre la ciudad, unos datos sobre sus catedrales, la visión completa de sus naves, el detalle de pinturas e imágenes del altar mayor, que hubieren merecido la pena. La Asunción, apenas ha sido vista, presidiendo, como lo hace, el altar mayor y la catedral de su advocación.
Lo mejor, sin duda, ha sido la homilía del obispo, quien no se dejó nada en el tintero para explicar lo que dijere la palabra proclamada, la conmemoración del día y la situación de crisis, también de humanidad, que registrare nuestro tiempo. Lo novedoso, el juvenil coro “Cum iubilo”, que ha colgado un “benemeritus” al oficio litúrgico participado a España entera; y al oficiante, señor de su cátedra, un “notabilitermeritus” por su palabra.
No hubiere Plasencia referente mayor del arte y de su historia, y hasta para el turismo, que sus dos catedrales. El Ministerio de la Vivienda ha realizado, como antes la Junta, una obra tan necesaria como vital para su puesta en valor. Una pena que el realizador no haya estado a la altura de sus catedrales, de su pastor y del juvenil coro que cantare ”Con júbilo” la liturgia de la palabra, aun en castellano. ¿Hubiéramos de esperar a que se oficie un Te Deum para volver a oír, fusionados, órgano y latines gregorianos?
No hay mejor lugar para participar en un oficio litúrgico que la cátedra del obispo, con la música del órgano de fondo, ya perdida en tantos de nuestros templos, y las voces de un coro desgranando los latines gregorianos.
Subsisten los órganos en catedrales e iglesias, pero no acompañaren la liturgia como antes lo hicieren; ni coros que desgranaren el gregoriano para llenar las naves de la catedral toda. Un recordado canónigo de la catedral de Coria, Dionisio Paniagua, llenaba con su potente voz en latines, y sin acompañamiento de órgano en ocasiones, el templo al que sirviere hasta su muerte.
Por ello, me ha alegrado ver en mi catedral adoptiva no solo a mi segundo obispo, Amadeo Rodríguez, que ha ofrecido a España entera una bella homilía, sino a un coro juvenil, “Cum Iubilo”, que se ha atrevido a cantar un “Kirieeleison”, aunque no en versión gregoriana, acompañando a los acordes del órgano.
No hay catedral sin órgano, ni cátedra sin obispo titular, ni templo alguno como este en el que los latines gregorianos, animados por el órgano y un coro, contribuyan a elevar el espíritu de sus fieles. Escuchando a “Cum Iubilo”, he recordado el estreno en ese templo del “Aleluya” de Haëndel, que interpretare la antigua Coral Polifónica de Plasencia, en una misa pascual de Resurrección hace años, fundada y dirigida por el recordado Pepe Neria, que allí mismo recibiere hace unos años su último adiós, y al que ahora su ayuntamiento va a premiar sus esfuerzos.
Escribí entonces “Arrebato a gloria con Haëndel”, en aquella Pascua de Resurrección, una noche en la que la ciudad estuviere toda cubierta por la niebla, “como un manto blanco para la gloria del Señor”, concluía.
No quisiere ser descortés con el realizador a cuya labor se encomendare la retransmisión; pero ha sido pobre en contenido y extensión: apenas unas imágenes del retablo completo y de las naves y pocas de los fieles. No ha habido, como en otras ocasiones, un reportaje panorámico sobre la ciudad, unos datos sobre sus catedrales, la visión completa de sus naves, el detalle de pinturas e imágenes del altar mayor, que hubieren merecido la pena. La Asunción, apenas ha sido vista, presidiendo, como lo hace, el altar mayor y la catedral de su advocación.
Lo mejor, sin duda, ha sido la homilía del obispo, quien no se dejó nada en el tintero para explicar lo que dijere la palabra proclamada, la conmemoración del día y la situación de crisis, también de humanidad, que registrare nuestro tiempo. Lo novedoso, el juvenil coro “Cum iubilo”, que ha colgado un “benemeritus” al oficio litúrgico participado a España entera; y al oficiante, señor de su cátedra, un “notabilitermeritus” por su palabra.
No hubiere Plasencia referente mayor del arte y de su historia, y hasta para el turismo, que sus dos catedrales. El Ministerio de la Vivienda ha realizado, como antes la Junta, una obra tan necesaria como vital para su puesta en valor. Una pena que el realizador no haya estado a la altura de sus catedrales, de su pastor y del juvenil coro que cantare ”Con júbilo” la liturgia de la palabra, aun en castellano. ¿Hubiéramos de esperar a que se oficie un Te Deum para volver a oír, fusionados, órgano y latines gregorianos?
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