viernes, 23 de abril de 2010
UNA “FUNDA ADECUADA” PARA JIMÉNEZ CARRERO
“La regalo a Extremadura solo a cambio de una funda adecuada”, decía Helga de Alvear en el diario “El País” el pasado día 22, en un reportaje titulado “Un tesoro de arte a precio regalado”, en el que se refría a una de las colecciones de arte contemporáneo más importantes de Europa, unas 2.500 obras coleccionadas durante más de treinta años, y que pronto verán la luz en la “funda adecuada” de la Casa Grande de Cáceres.
Ni Cultura ni varios museos españoles quisieron su obra; pero cuando se la ofreció a Ibarra para Extremadura, éste no dudó un instante: “La colección se queda aquí.” Después de la aceptación de su oferta, le llovieron otras de su país de origen, Alemania; pero la “funda adecuada” la encontró en Cáceres.
Hay un pintor extremeño de origen que pudiere ser la segunda Helga de Alvear en su tierra. Nació en Granadilla (Cáceres), fue uno de los primeros pobladores de Alagón del Río; se marchó a trabajar a Tenerife. Allí estudió Bellas Artes y continuó en Madrid, alternando su profesión con su vocación del alma: la de pintor primero; la de escultor, después. Ha sido reconocido en su tierra: es hijo adoptivo de Plasencia y ahora lo será “predilecto” de Alagón del Río. Fue el primer español en exponer en Qatar. Su obra ha sido vista por toda Extremadura y España. Granadilla fue una de las respuestas a su obra; en Alagón aprendió lo que significaba el trabajo y el esfuerzo; Plasencia le dio la luz que en su pueblo nunca hubiere; pregonó sus fiestas; su comarca le reconoció como uno de sus mayores divulgadores. Su muestra “Cuando Granadilla” fue visitada en el verano de 2005 por más de 40.000 personas. Ahora, en Salamanca, en la céntrica calle Zamora, realiza su última exposición, que en tan solo veinte días ha superado los 25.000 visitantes. Ha perdido ya el recuento de sus muestras, aunque más de sesenta obraren en su poder, en un “itinerario de búsqueda que responde a la imperiosa necesidad de aproximarme al alma de mi pueblo”.
Si a Helga de Alvear, Ibarra le respondió tras su ofrecimiento: “La Administración es lenta, pero la colección se queda aquí” (véase el citado reportaje), de Enrique Jiménez Carrero (Granadilla, 1953) dice en su obra “Rompiendo cristales”, en su capítulo “Del fracaso inteligente a la Extremadura del siglo XXI” (véase pág. 248): “…y artistas de reconocimiento nacional como Javier Cercas, Luis Landero, Manuel Martínez Mediero, Enrique Carrero o Eduardo Naranjo.” Hubiere oportunidad de conocerle el ex presidente Ibarra y de admirar su obra en la muestra que inaugurara en la Asamblea de Extremadura en 2006; sin embargo, no ocurriere igual en quienes se empeñan en no ver la luz y el reflejo de la luz de la memoria que inspiraren sus cuadros.
Enrique Jiménez Carrero, profeta en su tierra, ha ofrecido a su ciudad adoptiva una colección de 150 obras, sin que hasta la fecha la lentitud de la Administración, a la que aludiere Ibarra, se haya dignado contestar a su oferta que, por lo demás, tiene la mano tendida fuera de Extremadura. No pudiere ser profeta en su tierra quien todo lo da y nada recibe.
A primeros de abril, el Pleno Municipal de su primer pueblo de acogida, Alagón del Río, acordó iniciar el expediente para nombrarle Hijo Predilecto. Fue allí con su familia, como uno más de los primeros colonos que lo habitaren. Allí siguen sus padres, Germán y Domi. Su “itinerario de búsqueda” continuó en Plasencia de la mano de su tía Basilia que, aun siendo niño, le regalara una caja de lápices de colores para que pintara. Y desde entonces, Carrero intenta comunicar lo que le emociona, “porque entiendo que es la única forma de emocionar al espectador”.
Había pregonado el pintor las fiestas de Alagón, entonces con gobierno popular, cuyo color político él no advirtiere, porque hubiere en su paleta los necesarios para pintar, sino por la devoción al Cristo de su pueblo, que entonces allí residiere, desterrado del propio, como él. En el citado Pleno, los dos concejales populares se abstienen, porque ignoraren la historia, y el proyecto de escultura que se propone regalar a ese pueblo: una silla cargada de sosiego y esperanza, como la que hallaren en el último municipio independiente de Extremadura sus visitantes; como aquellas que volvieron a su villa perdida convertidas en obras de arte.
“Cada día intento realizar un análisis para resaltar los principios y los planteamientos de un arte especialmente moderno y próximo al espíritu de la vanguardia; un arte que quiere ser nuevo y que tiene eso que Baudelaire le exigía al arte moderno: algo eterno y algo transitorio; buscar en el pasado las claves para poder transformar la propia tradición...”, me confiesa Jiménez Carrero en carta personal.
En cierta ocasión, en el Museo de Bellas Artes de Albacete, vio llorar a un hombre mayor ante una de sus obras. Emocionado él mismo, le preguntó por qué lloraba… A duras penas pudo responderle, y le regaló el cuadro… ¿No hubiere Extremadura, más aun Plasencia, otra “funda adecuada” para la mejor difusión de su obra, como Helga de Alvear la hubiere en Cáceres?
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