Han pasado cuarenta años y parece que fuere ayer. Aquel día, tan luminoso como el de hoy, se inauguraba en el edificio de la Fundación Valhondo de Cáceres el Colegio Universitario de Filosofía y Letras, germen de lo que más tarde sería Facultad de Filosofía y Letras y de uno de los dos semidistritos con que, en la primavera de 1973, naciera la Universidad de Extremadura.
El centro, finalizado años atrás, estaba destinado en principio a la atención de niños discapacitados; pero los medios económicos para subvenir su financiación resultaban entonces insuficientes y se ampliaron sus fines.
En aquella época, la provincia de Cáceres se adscribía académicamente a la Universidad de Salamanca y la de Badajoz, a la de Sevilla. Solo la Audiencia Territorial , con sede en Cáceres, era única para una región que fuere una línea marcada en el mapa, y cuyas atribuciones políticas, militares y religiosas estaban –y continúan estándolo en el último caso-- en otros ámbitos de mayor dimensión territorial.
El rector de la Universidad de Salamanca, Lucena Conde, que luego sería director general de Universidades, subrayó en su intervención durante el acto académico celebrado en el salón de actos del Instituto “El Brocense” que eran dos las finalidades del mismo: la inauguración del Colegio y el curso escolar de Enseñanza Media del distrito universitario desde la ciudad. Lucena recordó cómo, desde hacía dos años antes, había palpado la inquietud universitaria de la ciudad y cómo el Colegio surgía “porque era necesario y porque una provincia como Cáceres lo necesitaba”.
Valentín Gutiérrez Durán, un periodista reconvertido a político por el régimen, natural de Garrovillas, gobernador civil y jefe provincial del Movimiento; Daniel Serrano García, entonces delegado provincial de Educación, que fuere director del Instituto y presidente de la Diputación Provincial , natural de Malpartida de Plasencia; y el profesor de la Universidad de Salamanca, Ricardo Senabre Sempere, que puso en marcha el Colegio Universitario y más tarde la Facultad de Letras que le diere continuidad, fueron los protagonistas de la jornada.
Antes del acto académico, el obispo Llopis Ivorra bendijo el centro en una capilla que acogiera después misas por algún alumno difunto y el velatorio de uno de sus ilustres profesores y también decano, Antonio Rozas.
El rector de la Universidad se hizo acompañar por el decano de la Facultad de Letras, doctor Bustos Tovar, y el secretario general de la Universidad , doctor Pérez Varas.
Serrano García, quien se vincularía años después a la Universidad extremeña como profesor en la Escuela Universitaria de Ingeniería Técnica de Obras Públicas, expresó su gratitud por el apoyo prestado para la consecución del Colegio. Senabre expresó su asombro ante el estímulo con que toda la provincia respondió a la creación del centro. Gutiérrez Durán dijo que el Colegio surgía “en la mejor estirpe universitaria y prolongación biológica de la Universidad ”. Lucena, en fin, aludió a la conciencia colectiva sobre la importancia de la educación y la colaboración de toda la provincia.
Dos años antes, la provincia entera se movilizó como nunca en su historia para hacer realidad el proyecto. Las donaciones económicas fluían sin cesar por parte de ayuntamientos e instituciones para ayudar a su puesta en marcha.
El 16 de octubre de 1971 no fue un día de fiesta ni repicaron las campanas de la ciudad, como aquel de abril de 1973, cuando el Consejo de Ministros presidido por Franco aprobó la creación de la Universidad por Decreto 991/73, de 10 de mayo (BOE de 19 de agosto); pero aquel día se abrieron las puertas antes vedadas a generaciones de hijos de obreros que, por sus propios medios, no pudieron acceder antes a la enseñanza universitaria, De allí salieron profesores que hoy enseñan en sus aulas como catedráticos. Aquella fecha forma parte de la historia de la educación en Extremadura, porque en esta región, hasta entonces olvidada, nació también la modernidad.
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