miércoles, 23 de noviembre de 2011

CAMBIO DE TERCIO, SIN BANDERILLAS

España ha decidido cambiar de tercio electoral, pero eludiendo el segundo tercio, las banderillas, al considerar notoriamente evaluada en el primero la bravura del adversario que, pese al castigo y al quebranto recibido, no ha arrojado la toalla. El vencedor en buena lid ha perdonado la segunda suerte, la que persigue reanimar al toro sin restarle fuerzas. Podría haberlo hecho de poder a poder, el uno frente al otro, la suerte encarnada por Luis Francisco Esplá, realizando un cuarteo para clavar. Hay que ser humilde en la victoria y generoso en la derrota, más aún con el partido que ha gobernado la nación durante veintiún años frente a los ocho de la derecha con dos presidentes excepcionales, Felipe González y José Luis Rodríguez Zapatero.

            El PP ha sido humilde en la victoria y generoso con la derrota de su adversario. No están los tiempos para triunfalismos y así lo hicieron los derrotados con el vencedor, felicitándole, y el vencedor con los vencidos, sin hurgar más en las heridas inflingidas en el primer tercio de la lidia, la suerte de varas, en la que ya midieron su bravura. Los discursos institucionales del presidente electo y el del candidato vencido han mirado por encima de la filosofía partidista y han apelado a la unidad de los españoles en una legislatura en la que podemos jugarnos el futuro de varias décadas. Rajoy ha sido un señor y Rubalcaba, más señor al reconocer la derrota sin paliativos y llamar a todos a seguir luchando por la defensa de los valores que encarna el PSOE, más necesarios que nunca en esta hora de España.

            No ha logrado el PP batir aún los dos records socialistas: el del número de diputados logrados en unas elecciones legislativas: 202 en 1982, y el de votos obtenidos en las elecciones de 2004: 11.288.698, con 164 escaños; pero, además, tampoco hay por qué afligirse: el PSOE ha obtenido casi siete millones de votos y 110 diputados, erigiéndose el primer partido de la oposición, lo que asegura, con la mayoría popular, una colaboración leal con el poder para alejar los fantasmas que se ciernen sobre el horizonte. La lealtad de los dos partidos mayoritarios al proyecto de España es indiscutible y su disposición a colaborar, tan necesaria como su sentido de Estado y democrático.

            El PP gana porque pierde el PSOE. Cómo explicarse que mejore sus resultados en comunidades con políticos en tela de juicio. Sencillamente, porque a los españoles les han tocado el bolsillo y con él vacío, del que culpan al presidente en funciones, han ido a votar, mientras que a los fieles del PP les da igual los escándalos de corrupción. La crisis ha espoleado una abstención de 971.775 españoles; 317.886 votos nulos y 333.095 en blanco en el conjunto nacional. En Extremadura se abstuvieron 216.439 votantes; 9.482 introdujeron en las urnas votos nulos, y 7.780 votaron en blanco. Son los votos del desencanto, los votos de la crisis, de los desafectos a la política de uno y otro bando, porque en todos los sitios cuecen habas, hartos de un sistema que mina, además de los bolsillos, sus propias fuerzas físicas, al no perdonar ninguna de las tres suertes o tercios en la plaza. Son demasiados los abstencionistas; muchos los que se molestan en acudir a las urnas en día lluvioso para mostrar su descontento votando en blanco o con votos nulos. Cuando el país más nos reclama, le damos la espalda con esos votos perdidos y le damos la victoria a quien no la mereciere ni la buscare con ahínco, porque ya se la brindaron en bandeja los desmemoriados obreros de la patria, como para recibir ahora al toro “Ratón” a porta gayola, de rodillas y a pecho descubierto, como en los fusilamientos del 2 de mayo de Goya.

            No estamos para eso. No hemos aprendido las lecciones de Portugal, Grecia o Italia. Los dos últimos no necesitaron elecciones para cambiar de gobierno: se los han impuesto. Los vecinos lusos cambiaron para peor. Ojalá los españoles sepamos mirar por encima de nuestros hombros y parar la embestida de la crisis, sin pases de farol, que no está el morlaco para lucimientos vanos en la fiesta nacional, con una prima de riesgo cercana a los 500 puntos.



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