Las reformas de saneamiento de las estructuras del Estado y
de la sociedad parecen más bien recortes a burbujas a punto de estallar que la
extrapolación a la realidad de los mercados. Todo se infló tanto, se gastó más
de lo debido, vivieron algunos por encima de sus posibilidades, que no saben
los políticos cómo parar esa sangría sino a base de recortes. Solo que estos
recaen siempre sobre los mismos, los que menos tienen, los más necesitados. Las
medidas proclaman la mayor y niegan, o no desean ver, la menor.
Crecimos
–crecieron algunos— desmesuradamente, sin tino; gastaron lo que no hubieren;
crearon una burbuja para aislarse del medio ambiente; atesoraron fuera los
réditos ganados dentro. El “café para todos” llegó demasiado lejos, y ahora se
pide lo que antes se negaba; una contrarreforma integradora de la Administración,
que convierta en una sola las diecisiete Españas actuales.
Tenemos en
España 445.568 políticos, más que ningún país de Europa, el doble que el
segundo de la UE (Italia), 300.000 más que Alemania con la mitad de población.
Más políticos que médicos, policías y bomberos juntos (165.967 médicos, 154.000
policías y 19.854 bomberos; es decir, 339.821). ¿Quiénes sobran, entonces: los
funcionarios, los médicos y enfermeras, los bomberos, los profesores,
científicos e investigadores, los inspectores de Hacienda, o los políticos? Los
actores de los ERE nada quieren saber de sí mismos. Se bastan para incluir al
resto y excluirse ellos, para que así la tarta se reparta entre menos.
Una
contrarreforma nace como respuesta a una situación que, en lugar de alinear la
sociedad, la disgrega, como ocurriere con la protestante; y en vez de reafirmar
la autoridad política, la difumina, porque los ciudadanos se alejan de quienes
dieren mal ejemplo. Cuando la política no ofrece respuestas justas, aquellos se
desapegan de la política y de los políticos.
No hace
falta un Concilio de Trento para hacer una nueva contrarreforma. Hay
instrumentos precisos, como las conferencias sectoriales, para armonizar el
Estado, aun antes que las cámaras legislativas y los gobiernos. Desde
Extremadura, el ex presidente Vara pidió hace tiempo, pero en vano, cosas
elementales, que las autonomías han disgregado: una tarjeta sanitaria y
licencia de caza y pesca únicas para todo el territorio nacional. Se dijo que
la tarjeta sanitaria estaría a finales de este año, y nada de ello hubiere,
aunque ahora se pida que comience a implantarse en la Comunidad como territorio
piloto. Si la Constitución permite la libertad de residencia en cualquier parte
del territorio nacional, cómo encajar que unos ciudadanos no puedan salir de
casa por carecer de “visados nacionales” para permanecer en otra región: sin
poder acceder a las prestaciones sanitarias ni cazar o pescar, o tener que
pagar por sacar reintegros de un banco que no fuere el suyo, o las boticas por
completo al carecer de una cartilla única.
Hay que
integrar antes que contrarreformar; reformar antes que contrarreformar;
extender los eres y no limitarlos a quienes ya no tendrán otra oportunidad
sobre la tierra, que puede que algún día alcance también a los que los promueven con tanta frialdad
como inhumanidad, como si la situación no fuere con ellos…
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