lunes, 3 de diciembre de 2012

SUFRIR EN SILENCIO

           No solo un ex presidente como Aznar sufre en silencio “observando la situación de España”: son muchos más, infinitamente más, los que sufren y no se quejan; quienes esperan la liberación del yugo que les oprime; los que lloran en silencio la impotencia de quienes nada pueden hacer frente a las fuerzas todopoderosas que lo hicieren por ellos para mal, casi nunca para bien. Han perdido casi todos sus derechos de ciudadanos y no se quejan, ni recurren a los poderes que antes les escucharen, porque nada pueden hacer. Cuando casi todo se ha perdido, no quedan culpables a los que señalar, porque nadie asume las culpas propias, sino los yerros ajenos. A fin de cuentas, qué liberación tan inútil cargar sobre otros la situación de desamparo, de desesperanza, que invade a una gran parte de la sociedad en vísperas que hubieren de ser de ilusión.

              Las próximas luces de Navidad no podrán encender jamás las que, día a día, se van apagando en el pueblo y la ciudad: una esperanza menos, una ilusión perdida, una desesperanza más, un silencio que clama al cielo sin decir palabra, cuando pareciere que hasta el cielo les ha abandonado: bancos de alimentos, rastrillos y cocidos benéficos, migas solidarias…, la caridad surge por doquier para atenuar el silencio que suplanta derechos por migajas. Las puertas se cierran en lugar de abrirse; los jóvenes emigran en busca de un futuro que aquí no hubieren y alguien llama a eso “buscarse la aventura”. Las manifestaciones en la calle que claman justicia, no parece que nadie las oyere ni caso que les hicieren, como si no fueren con ellos ni contra ellos. La libertad de expresión se troca en un lamento perdido de la desesperanza.
              Pasan los días y las estaciones, sin que, por encima de lo que ofrecieren, no llegaren jamás los trenes perdidos, sino las hojas caducas de los árboles que, por primavera, mudarán su vestido; pero se sigue sufriendo en silencio, se llora en silencio, cuando todas las ciudades y pueblos debieren ser un clamor contra la injusticia opresora. Cuando los políticos se convierten en un problema, más que en una solución, la nación va a la deriva, sin que a ellos pareciere importarles lo más mínimo el hiriente silencio de quienes sufren por sus trabajos y pequeños negocios marchitos; por el presente y futuro de sus hijos, perdida toda esperanza, al traspasar la puerta del infierno de Dante: perded toda esperanza los que aquí entráis… Mientras el silencio reinante es también un clamor desaprobatorio, ellos maquinan y hacen sus cuentas de la lechera para seguir viviendo a cuerpo de rey cuando les llegue la hora, aunque alguien que lo fuere todo en el pasado, como Felipe González, les recordare ayer que han perdido la mayoría y es preciso recuperarla “con espíritu de consenso y capacidad de diálogo”. Lección de más para quienes ni dialogan ni pactan más que para su propio provecho y sus listas cerradas para situarse ellos y a los suyos. Los que mandan, seguirán mandando, aunque sus políticas mermen sus resultados; los que perdieron, continúan cayendo en picado. No basta sumar la intención de voto más la simpatía, porque todos ya la han perdido, menos ellos en la noche electoral. Otra cita llegará en la que el silencio de los justos prevalecerá sobre el de los injustos, a quienes el pueblo delegare un día su poder; el poder de los que se sirven de él para sí mismos, y no para servir a los demás; la traición al pueblo a sabiendas, prevaricadora de la soberanía del poder.
 

No hay comentarios: