viernes, 18 de enero de 2013

LA BASURA QUE DA DE COMER

              Hubo un tiempo no muy lejano en el que la basura se depositaba sobre las aceras; otro tiempo aún más lejano en el que la basura pareciere no existir, pero la hubiere, y se retiraba, como a los animales muertos, a las afueras del pueblo o la ciudad. Al amanecer, las aceras de las ciudades aparecían sucias por restos de basura esparcida, roto el continente que las recogiere. ¿Quién hurgaba en las bolsas de basura? Solo perros y gatos abandonados, vagabundos, sin dueño conocido, salían de noche de sus madrigueras y, cuando los vecinos dormían, ellos llenaban sus estómagos con los residuos comestibles que les ofrecieren aquellas.
 
              La llegada de los contenedores alivió el hurto nocturno de esta comida sobrante que se tirare a la basura; redujo casi a la nada los malos olores que desprendían las bolsas rotas, abiertas, destrozadas, por cánidos y mininos hambrientos. Ahora, los contenedores son removidos por otros visitantes distintos. Perros y gatos no pueden acceder ya a ellos. En los descampados de la ciudad, en solares aún por construir, vagan aún animales domésticos, cuyas carencias alimentarias son suplidas por algún vecino samaritano que, al anochecer, se acerca hasta ellos para darles comida y agua. 
 
              Los contenedores de basura reciben de noche a otros visitantes, esta vez humanos, que no hubieren qué comer. Una  mujer preguntare hace unos días a una empleada de un híper qué hacían con la comida sobrante. Su sorpresa fue mayúscula cuando le dijo que la tiraban a la basura. Hurgar en contenedores de basura en busca de comida se está convirtiendo en una práctica cada vez más común en España. La crisis no les deja otra alternativa. Cada ciudadano de la UE tira a la basura 179 kilogramos de alimentos al año. La media en España, aunque por debajo de la europea, es de 163 kilogramos anuales. En nuestro país han surgido grupos organizados cuya finalidad es denunciar el despilfarro de alimentos de la sociedad de consumo en tiempos de crisis. Uno de ellos, el madrileño Comida basura, cuya lema es “Tu comida es mi tesoro”, fundado en 2010, recorre las calles de la capital en busca de alimentos desechados por vecinos, tiendas o supermercados. Más de 50.000 toneladas de comida fresca de los supermercados acaban cada año en la basura porque Sanidad prohíbe que se done a las asociaciones que se dedican a distribuir alimentos entre las personas sin  recursos y comedores sociales. Recoger comida basura está multado en Madrid con 750 euros. Casi la mitad de los alimentos producidos en el mundo, unos 2.500 millones de toneladas anuales, termina en la basura, según un informe de la organización británica Ingenieros Mecánicos, que insta a luchar contra este despilfarro. El director general de la FAO ha advertido  sobre el derroche de comida en el mundo, ya que se malgastan 1.300 millones de toneladas al año. “Si redujéramos el derroche y la pérdida de alimentos a un 25 por ciento, tendríamos comida adicional para unos 500 millones de personas al año sin tener que producir más”, afirma José Graziano da Silva. En 2050, la escasez de alimentos podría forzar a los seres humanos a hacerse vegetarianos, y el hombre y los animales se disputarían la comida en la boca. En los próximos 40 años, la población mundial se incrementará en otros 2.000 millones desde los actuales 7.000, que requerirán sustento. La tierra cultivable no será suficiente para alimentar a 9.000 millones.
 
              Al anochecer, en los descampados, vemos a hombres y mujeres alimentar a perros y gatos abandonados. En 2050, los animales, sin agua ni alimentos suficientes, terminarán quitándonoslos por puro instinto de supervivencia, si no producimos y ahorramos más. El hombre será, una vez más, un lobo para el hombre, en estado puro, en lucha abierta contra los animales irracionales, todos igualados por la supervivencia y el hambre que ya no nos satisficiere ni la basura que ahora nos da de comer.
 

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