La catedral de Ávila está
considerada como la primera catedral gótica de España, a semejanza de la basílica
francesa de Saint-Denis, la primera. Los historiadores atribuyen sus
construcción al maestro Fruchel, en el siglo XII, coincidiendo con la
repoblación castellana llevada a cabo por Raimundo de Borgoña. Desde ayer, la
catedral es conocida también por acoger no solo los restos mortales del
historiador Claudio Sánchez-Albornoz, presidente de la República Española en el
exilio desde marzo de 1962 hasta febrero de 1971, sino los del primer
presidente del Gobierno de la España democrática, Adolfo Suárez, y su esposa
Amparo Illana, duques de Suárez.
A diez metros escasos, reposan los restos de dos figuras
de la Historia Contemporánea de España: la del historiador, que no deseaba que
España siguiera sesteando, como lo había venido haciendo secularmente a través
de la historia; y la del líder de la transición de la dictadura franquista a la
democracia plural, que no deseaba tampoco para nuestra patria que "el
sistema democrático de convivencia" fuera,
"una vez más, un paréntesis en la historia de España".
Sánchez-Albornoz y Adolfo Suárez escenifican tras su
inhumación en la catedral ese "enigma histórico de España" sobre el
que escribiera el primero. Don Claudio (Madrid, 1893; Ávila, 1984) es uno de
los más reputados historiadores españoles. Fue catedrático numerario de
Historia de España en las universidades de Barcelona, Valencia, Valladolid y
Madrid; académico de la Historia en 1926; rector de la Universidad Central de
Madrid (1932-1934). Diputado de Acción Republicana por Ávila (1931-1939);
ministro de Estado en 1933; vicepresidente de las Cortes en 1936; consejero de
Instrucción Pública (1931-1933),
embajador de España en Lisboa y presidente del Consejo de Ministros de
la República en el exilio entre 1962 y 1971. Defendió como portavoz de su grupo
la Constitución Republicana de 1931 en el Congreso tanto por su "tendencia
socializante" como por su "tendencia autonomista" y sostuvo la
necesidad de aceptar el doble hecho de la variedad y unidad españolas. Exiliado
en Argentina al finalizar la guerra, fue profesor de Historia en las
universidades de Mendoza y Buenos Aires. Fundó en la capital platense el
Instituto de Historia de España y la revista "Cuadernos de la Historia de
España". Entre 1946 y 1951 dictó conferencias en la Facultad de
Humanidades y Ciencias de Montevideo. En 1976 regresó a España por unos meses,
asentándose en Ávila definitivamente en 1983, donde murió en 1984, a los 91
años, siendo inhumado en la catedral.
Más que como político, Sánchez-Albornoz ha pasado a la
historia como lo que fue: un estudioso, docente, investigador y divulgador de
la historia de España. Fue célebre su polémica con Américo Castro sobre el Ser
de España. Castro (Río de Janeiro, 1885; Lloret del Mar, 1972) perteneció a la
Generación del 14 o Novecentismo. Licenciado en Letras y Derecho por Granada,
se doctoró por la Central de Madrid. Discípulo de Menéndez Pidal, cofundó con él
el Centro de Estudios Históricos y la Institución Libre de Enseñanza. Fue
catedrático de Historia de la Lengua Española en la Universidad Central en 1915.
Liberal, fue embajador de la República en Berlín en 1931 y cónsul en Hendaya,
desde donde salvó a buena parte del cuerpo diplomático mientras San Sebastián
era bombardeada. En 1938 se exilió a Estados Unidos donde enseñó literatura
española en diversas universidades hasta su regreso a España en 1970. Polemizó
violentamente con Sánchez Albornoz en el debate sobre el Ser de España. Castro,
con su "España en su historia" (1948), sostiene la tesis de que
cuantos hechos ocurrieron en España antes de 711, caen fuera de la historia
española. Habla el autor de la "arabización" del homo hispanus y la influencia judaica en el desarrollo histórico
español, tesis contra la cual le llovió un rosario de críticas de historiadores
hispanos, arabistas y judaístas.
En "España, un enigma histórico", su obra cumbre
en dos volúmenes, Sánchez-Albornoz desentraña la historia española en sus
condicionantes, influencias y circunstancias que intervinieron en la formación
de su singularidad y que reconstruye su historia y se compromete con un
determinada visión de la creación de "lo español". Desbarata las
teorías de Castro, demostrando con una exhaustiva argumentación que no se
arabizó la contextura vital de España y que la influencia judaica fue muy
pequeña. Para Albornoz, el homo hispanus
se forjó en la España primitiva y cree irrenunciable ese periodo histórico.
Sánchez-Albornoz pone fin a las teorías de Castro y analiza las causas que
hicieron de España "la más fantástica encrucijada de culturas de la
historia universal", en palabras de Luis María Ansón, en su artículo
"Sánchez-Albornoz y Américo Castro" (Véase Archivo Linz de la
Transición española, del Centro de Estudios Avanzados en Ciencias Sociales).
Sánchez-Albornoz y Suárez son dos símbolos de la
reconciliación de España. Ambos creyentes, enterrados en la catedral como
católicos, que para sí lo demandaren. A don Claudio le preguntaron a los 90
años: "A qué sigue siendo fiel?, y respondió: "A
lo que me enseñaba mi madre. Soy católico, apostólico y romano y en esa fe
quiero morir." "La concordia fue
posible" es el epitafio que sella la tumba de los duques de Suárez, por él,
que la hizo posible. El de don Claudio, en latín: "Ubi spiritus Domini,
ibi autem libertas" (donde está el espíritu del Señor, allí está la
libertad), una frase del apóstol San Pedro, que subsume la libertad individual
y la social como bases de la convivencia que defendiere
Un obispo de Ávila, placentino, Felipe Fernández García,
ofició el 10 de julio de 1984 la misa de corpore
insepulto de don Claudio en la catedral. Allí estuvieron ese día el presidente
del Gobierno, Felipe González, y el ex presidente Suárez. En su oración fúnebre,
el obispo recordó que, en una de sus últimas visitas que le hiciere, ya
postrado en cama, don Claudio le había manifestado: "Señor
obispo, pido a Dios que me perdone mis pecados y que me llame con Él, porque aquí ya no hago nada."
Su sucesor años después, el actual obispo
de Ávila, Jesús García Burillo, animó ayer a los fieles a seguir el camino que
Suárez marcó y que "merecía
ser continuado".
Sus tumbas y epitafios son una llamada a la
reconciliación de los españoles. Don
Claudio acogió en su casa de Ávila al padre de Suárez,
Hipólito Suárez Guerra, fallecido en 1980, y conocido por sus ideas
republicanas, en febrero de 1936, donde lo mantuvo escondido. Cuando
Sánchez-Albornoz regresó a España en 1976, se reencontró con él, y ahora, su
hijo y él yacen juntos en la catedral. "España, un enigma
histórico"...
No hay comentarios:
Publicar un comentario