Suárez
y Azkuna nos han unido a todos y al
Estado en torno a sus figuras de estadistas. Las flores de la unidad para ellos
nacen, empero, casi marchitas. Extremadura también se une en Madrid por primera
vez para reivindicar el municipio frente a la posible pérdida de sus
competencias. En vísperas del día de la unidad, unos desalmados rompen la
tregua y la imagen de España con la desunión. La dignidad que reivindican acaba
herida al término de una marcha pacífica, solidaria, de andares sacrificados.
Cuando el artífice de la unidad está en las últimas, unos salvajes rompen la
unidad. La Policía custodia la unidad y los derechos de todos. Los indignados
les agreden con adoquines, petardos, piedras y fuego... 101 heridos, 29
detenidos... La dignidad de la mayoría frente a la indignidad de unos cuantos.
Una batalla campal asola el centro de la capital. La emergencia social no se
restaura con el enfrentamiento, sino con el diálogo. La sociedad despierta se ve
humillada por los actos de una minoría. No es una lucha cívica la lucha armada
en las calles, el destrozo del mobiliario urbano, de bancos y comercios. La
dignidad de la mayoría se pierde con la actitud indigna de los salvajes. La
lucha cívica es la protesta digna, con coraje, pero sin perder la dignidad. Una
sociedad despierta, una manifestación democrática, libre, autorizada, no puede
ni debe perder la dignidad, porque pierde y mata lo mismo que reivindica. La
victoria no llega nunca con las armas, menos aún contra quienes defienden la
libertad como mandatarios del pueblo.
Hacemos objetivo de nuestra indignación a quienes no
debemos. El daño, aun reparado, no logra los objetivos perseguidos. Las únicas
armas del pueblo son el voto, la participación y la protesta digna. La unidad,
el diálogo, el consenso, que nos enseñó el líder de la unidad, como ayer vimos,
no pueden trocarse en la indignidad de unos actos censurables.
España no puede ser noticia fuera por una unidad post mortem de su primer líder democrático
difunto y una desunión inter vivos
apenas horas antes. No es la España que él quiso y por la que luchó. La España
de la unidad frente a la España desunida, las dos eternas Españas resucitadas
en un día de la unidad para más inri
de la marca España, como si no aprendiéramos de la historia, todavía de cuerpo
presente, con las flores para ellos aún no marchitas y su bandera a media asta,
de luto y honores por la unidad recuperada, enlutada por la desunión
escenificada..., como si la democracia --gobierno del pueblo, por el pueblo y para
el pueblo-- hubiere también muerto. "Mi querida España./Esta España mía,/
esta España nuestra...", como cantare Cecilia: "¿Dónde están tus
ojos?/ ¿Dónde están tus manos?/ ¿Dónde tu cabeza...?"
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