Amanece sobre
Betfagé, Jerusalén a la vista. Mateo asegura que el lugar es el Monte de los
Olivos, el de la última noche de vigilia del Señor. El torrente de Cedrón les
separa de la Ciudad Santa, la ciudad del triunfo y de la muerte. Ha de entrar
en ella montado en un asno, para cumplimiento de la palabra del profeta. Envía
Jesús a dos de sus discípulos a la aldea de enfrente, en cuya entrada hallarán
una borriquilla atada y, con ella, un pollino. "Desatadlos y traédmelos. Y
si alguien os dice algo, decidles: El Señor los necesita, y enseguida los
devolverá." Han traído sus discípulos la borriquilla y el pollino, han
colocado sus mantos sobre ellos, y Jesús ha montado sobre uno. Resplandece
Jerusalén. Recuerda la Ciudad Santa las palabras del profeta:"Decidle a la
hija de Sión: Mira que tu rey viene hacia ti humilde y montado en un asno, en
un pollino, hijo de un animal de carga." La profecía es cumplida. La
multitud alfombra el camino con sus mantos; hombres y mujeres cortan ramos de
olivos; los blanden a su paso, y cantan a coro:
Pueri hebraeorum, portantes ramos olivarum, obviaverum
Domino, clamantes et dicentes: Hosanna in excelsis/ Los niños de los judíos,
llevando en sus manos ramos de olivos, salieron al encuentro del Señor,
clamando y diciendo: Hosanna en el cielo./ Pueri Hebraeorum vestimenta
prosternebant in via et clamabant dicentes/ Los niños de los judíos extendían
sus vestidos en el camino y gritaban diciendo/ Hosanna filio David, benedictus
qui venit in nomine Domini. Rex Israel, hosanna in excelsis/Alegría por el Hijo
de David, bendito el que viene en el nombre del Señor. Rey de Israel, hosanna
en las alturas..."
Avanza lento el cortejo por el Adarve cacereño; entra en
la ciudad por el Foro. La multitud se pregunta: quién es este. Y la gente
respondía: "Este es Jesús, el profeta de Nazaret de Galilea..."
Domingo de Ramos en Jerusalén, Domingo de Ramos en Cáceres; similitudes
urbanísticas que perviven: la entrada triunfal, como si precediere la entrada a la ciudad por la explanada del
Muro de las Lamentaciones; la Cuesta de la Compañía, o la Vía Dolorosa. Los
olivos, símbolos de paz, se cimbrean ante el rostro del Señor, que los bendice
para recuerdo de su camino hacia el Padre. Los fariseos le conocen y recuerdan
las profecías. En vano intentan apagar los cánticos de los hijos de los
hebreos. Y el Señor les dice: "Les digo que si estos callan, gritarán las
piedras." Jesús ha elegido por trono los lomos de un borrico. El triunfo,
efímero; los ramos, pronto marchitos. Del "hosanna" pasarán al
"Crucíficale, crucíficale..." Ya no tendrá el Hijo del Hombre un
pollino sobre el que subir la Vía Dolorosa. Los ramos se volverán espinas;
quienes les tendían alfombras a su paso, ahora se las quitarán y las echarán a
suertes. En los balcones prenderán los ramos para recordatorio del
acompañamiento en su camino; pero apenas tendrá un Cirineo camino del Calvario,
en la Montaña cacereña, cuando el Amparo quedare atrás y el Señor gritare desde
la Cruz: "Deus meus, Deus meus: ut quid dereliquisti me" (Dios mío,
Dios mío, por qué me has abandonado..." (Mt. 27:46), cuarta palabra, del
amparo del Domingo de Ramos al desamparo del Viernes Santo, en el Gólgota de
Jerusalén, en el Calvario de Cáceres..., todo un amparo en el desamparo de la
palabra; de los cánticos de Ramos al silencio de la procesión del Cristo Negro,
a la espera del "Aleluya" por el Resucitado. Domingo de Ramos en
Cáceres, puertas de la Semana Santa, recordatorio de la Jerusalén celeste, en
el tercer año de la vida pública de Jesús..., como ayer, como hoy mismo.
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