Posiblemente, cuando el
presidente Vara dé a
conocer esta tarde su nuevo gobierno, nadie se va a escandalizar ni asustar: para muchos,
no estarán en él los que desearen; para otros, los elegidos no habrán alcanzado
el caché requerido para dirigir el destino de Extremadura en los próximos y
decisivos cuatro años de su historia. El presidente se ha encontrado con más
problemas de los deseados para hallar la cuadratura del círculo, al poner por
delante estas premisas: el "no" de muchos que ganan más en sus
trabajos profesionales que en la política, en una etapa de reducción obligada
de gastos; la paridad que persigue con la igualdad entre hombres y mujeres, que
se hace difícil en una generación con roles que no nos fueron enseñados,
separados radicalmente, y que no es posible conjugarlos ni por ley; y la
proporcionalidad entre provincias hermanas y unidas en un proyecto común, pero
separadas aún por la desconfianza y los despropósitos. A estos problemas se une
la reducción de un gobierno a un mínimo de cinco personas que aunque, a priori, predique la austeridad con el
ejemplo, necesitará más apoyos de direcciones generales, más bien
viceconsejerías, como en otros lugares, para llevar a cabo la gestión y el
programa. Porque pasar de once a cinco no es fácil; haber reunido en una
vicepresidencia hasta tres posibles (Economía, Comercio e Innovación), tres en
otra: Industria, Energía y Medio Ambiente; y dos en otras: Agricultura y
Desarrollo Rural, o Cultura y Turismo, como en su anterior legislatura
(2007-2001) o, como en la última de Monago:
hasta cuatro en una sola (Agricultura, Desarrollo Rural, Medio Ambiente y
Energía), aun reducidas a siete por su parte, quiere decir que cada uno de los
consejeros habrá de tener tantos directores generales como áreas tengan cada
una de las cinco.
Al nuevo presidente hay que darle, no obstante, la
confianza que se le ha otorgado; los cien días obligados de gracia para ver los
caminos trazados y el cumplimiento de sus anunciadas y registradas ante notario
60 medidas que pondrá en marcha en sus primeros seis meses de gobierno. Por
encima de los nombres, están los equipos y su capacidad de gestión y convicción.
Y no se aprende a andar en un solo día, aunque algunos fueren novísimos y otros
hubieren experiencia.
Decía ayer Vara
en su "diario" que "cuando la conciencia está tranquila, no se
atormenta", tras haber cerrado la
lista de su Consejo de Gobierno, en la que trabajaba desde Semana Santa. Esta
tarde, cuando lo dé a conocer, "les pediré que tengan en cuenta el Manuel
de Estilo que presenté en el debate de investidura", compendio de
propósitos que el presidente electo se propone llevar a cabo. Como dijere,
"la declaración más sencilla de lo que creo que significa servir a los
demás desde los gobiernos". Se la juega en este primer año, quizás en año
y medio.
¿Y qué dijere ese Manual de Estilo? A saber: nos eligen
para servir, no para mandar; nos eligen para gobernar el espacio público que
compartimos, para hacer que Extremadura funcione mejor; mejorar la vida de la
gente, compromiso del político y de los empleados públicos; mejorar el
funcionamiento, los procedimientos y la calidad en uno por ciento cada año;
priorizar diez cosas que nos pueden hacer mejores y cambiar la vida de la
gente; nada de lo que hagamos puede servir si no somos útiles a la vida de la
gente; que detrás de cada cargo público, haya un ejemplo; deseo un gobierno de
gente normal: solo quiero que seamos los que más nos esforcemos por resolver
los problemas de la gente; no puede haber política sin gestos; solo la defensa
de la ética pública como prioridad absoluta puede hacer recuperar la confianza
destrozada por la corrupción; que los honrados no paguen las consecuencias de
los golfos y es preciso demostrar la honestidad con medidas concretas; y
empezar la racionalización de horarios por uno mismo porque, aunque la política
es muy importante, la vida de los que nos dedicamos a ella, también...
A propósito de "El Chencha", al que usted no
saludó en la Feria de Zafra --y por eso prescinde de su escolta--, un día le
aconsejé a un amigo que tenía un problema que se acercara a usted, se
presentara y le diera una carta cerrada, solo para sus ojos. Así lo hizo. Al
recibirla, usted se la pasó al de protocolo. Nunca tuvo respuesta. Y me lo echó
en cara a mí, no a usted. Llegó Monago, y
ya no creyó en la carta: se acercó a él; el presidente dio la espalda a los
suyos, como para recibir sus cuitas, le dio una simple nota con un nombre y sus
apellidos; le contó el problema, y acertó: al día siguiente, asunto solucionado.
Volvió a echármelo en cara. Le he renovado la confianza, aunque usted no me contestara
muchas veces y si lo hizo, fue para echar balones fuera. Le he sido fiel a su
persona y estilo, aunque usted jamás me respondiere con el gesto esperado. No
mezclo aquí al funcionario de Protocolo ejemplar --el que tuvo Ibarra, usted y Monago-- a su servicio, que hace de la lealtad virtud, en el
servicio como empleado público. Y por eso ha seguido y seguirá: Javier
Castaño, que ejemplifica como usted pide la constancia en el
servicio y los gestos como política. Y él sí me contestó cuando un día le
felicité... No puede haber política sin gestos... De corazón, por Extremadura y
por España, ¡mucha suerte, presidente!
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