No
olvidará Mérida, como Santiago, al primer arzobispo de la capital compostelana,
Diego Gelmírez (Santiago de
Compostela, 1070-1140). Inició su educación en la escuela catedralicia de
Santiago hasta ser enviado durante un tiempo a la corte del rey Alfonso VI. A su regreso obtuvo una
canonjía en la iglesia de Santiago. Entre 1090 y 1094 permaneció al frente de
la cancillería de Raimundo de Borgoña,
yerno de Alfonso VI, y, desde 1092,
junto a su esposa Urraca. Fue
administrador de la diócesis entre 1093 y 1094, año en que fue nombrado obispo Dalmacio. Recuperó el cargo a su
muerte, en 1096, hasta que él mismo fue elegido obispo el 1 de julio de 1100.
Sus estrechos contactos con la Orden
de Cluny, con Roma y con el rey Alfonso
VII, le ayudaron a conseguir que su diócesis lograra el rango arzobispal en
1120, así como amplios poderes eclesiásticos y civiles, como administrar justicia
y acuñar moneda. Fue el papa Calixto II
quien concedió a Compostela la dignidad arzobispal de la antigua sede de
Mérida, a la vez que nombraba al obispo Gelmírez
legado pontificio sobre las provincias eclesiásticas de Mérida y Braga. Su
pontificado
[1] fue el punto de
partida de la ascensión política y religiosa que, durante los dos siglos
siguientes, conoció la capital compostelana. Hacia 1120, según Moraleda Tejero, solicitó al papa Calixto II la dignidad metropolitana
para la sede de Santiago. El pontífice accedió a sus peticiones. La bula llegó
en 1122. Este nombramiento supuso arrebatar la diócesis de Mérida a la de
Toledo y hacerla sufragánea de la de Santiago, a lo que se opuso el arzobispo
de Toledo, Bernardo, quien logró
evitar que la sede de Braga traspasase su dignidad a Compostela. Bernardo logró que el papa le confirmara
como primado. Gelmírez, desoyendo
las órdenes papales, convocó un concilio nacional en Compostela, que era
prerrogativa del primado, lo que provocó un nuevo enfrentamiento entre ambos
prelados, en el que Bernardo exigió
la devolución de la diócesis de Mérida, apelando a las últimas decisiones
papales mediantes las bulas de 1122. El papa terminó por dar la razón a Gelmírez. Su pontificado supuso la
exaltación de la sede compostelana, a la que convirtió en uno de los grandes
centros de peregrinación de Occidente; embelleció la catedral; trasladó a
Santiago reliquias de santos de la diócesis de Braga, y logró establecer en su
sede un centro de peregrinación a la altura de Roma y Jerusalén.
Desde el año 255 aproximadamente,
con el obispo Marcial [2], Mérida
censa 21 obispos. El Episcopologio de Mérida-Badajoz señala que la
archidiócesis ha pasado por tres periodos de tiempos distintos, determinados
por circunstancias históricas: comienza con los "obispos de Mérida",
del siglo II al X; desde el siglo X pasa a la sede de Badajoz, conociéndose
como los "obispos de Badajoz"; y a partir de 1994, los arzobispos lo
son de Mérida-Badajoz. La cátedra pacense la ocupan 79 obispos, desde Thedocutus (año 904) hasta Antonio Montero Moreno (1980-1994), que
fue nombrado primer arzobispo de Mérida-Badajoz (1994-2004), a los que le han
seguido Santiago García Aracil
(2004-2015) y, en la actualidad, ocupa la sede metropolitana, Celso Morga Iruzubieta, desde 2015.
La archidiócesis de Mérida-Badajoz
fue erigida por el papa Juan Pablo II el 28 de julio de 1994, por la bula Universae Ecclesiae sustinentes, restituyendo de este modo el antiguo Arzobispado
de Mérida, y recogiendo el rico legado del obispado de Badajoz. Junto a la
metropolitana, dos diócesis conforman la Provincia Eclesiástica de Extremadura:
la Coria-Cáceres y la de Plasencia.
Aquilino
Camacho Macías publicó en 2002 "La antigua sede metropolitana de
Mérida", con motivo del 1.750 aniversario del primer documento escrito
sobre el cristianismo en la ciudad, y Teodoro A. López López presentó en los
Coloquios Históricos de Extremadura un trabajo titulado "La provincia
eclesiástica de Mérida-Badajoz" [3],
en el que analiza los antecedentes históricos y la creación de la provincia
eclesiástica, en la que, al referirse a su denominación, afirma: "La
fundación romana Emérita (s. I a. d. C.) y la árabe Badajocense (s. IX d. C),
con un intervalo de diez siglos, justifica un orden cronológico incuestionable."
Además, señala, que la nueva archidiócesis de Mérida-Badajoz, asume la antigua
herencia de Emerita Augusta, metropolitana de la provincia Lusitania, que fue
la sede episcopal de este territorio y población (siglos III-IX). Finalmente,
cabe citar la obra de Isabel Velázquez:
Vidas de los Santos Padres de Mérida (Trotta,
Madrid, 2008).
Con el nombre de los Santos Padres
de Mérida se denomina a los santos Paulo
(530-560), Fidel (560-571) y Masona
(561-605), prelados de la antigua Emerita Augusta, durante los siglos VI y
VII, la época de esplendor de la sede arzobispal emeritense, cuya festividad se
celebra el 14 de noviembre, y cuyo culto y memoria fueron recuperados por el arzobispo Santiago García Aracil.
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