miércoles, 14 de octubre de 2020

"Carmonita y su entorno arqueológico"


 El doctor en Historia del Arte, José Antonio Rubio Ramos, en colaboración con Óscar de San Macario, acaba de publicar la obra “Carmonita y su entorno arqueológico. Una población de la comarca de Lácara” [1] que, como afirma su alcalde, David Gaspar Corchero, en el prólogo, “servirá para completar el conocimiento de la historia y del patrimonio cultural” de la localidad.

            Carmonita es una población que se nutre culturalmente de las dos provincias extremeñas, al encontrarse en la provincia de Badajoz y ser rayana con Cáceres. Aunque su territorio tiene orígenes remotos, tal y como denota la existencia de monumentos megalíticos, tras la reconquista la zona quedó despoblada, por lo que se encargó a la Orden de Santiago su repoblación. En el siglo XIV hubo un poblamiento discontinuo hasta que, a finales del siglo XV, se consolidó una aldea estable.

            La localidad se sitúa en el poniente de la Vía de la Plata, en una loma de poca elevación dominada al oeste por el cerro de la Gineta, lindando con la provincia de Cáceres, en un paraje agreste cubierto de dehesa, monte bajo y matorral mediterráneo y de encinas y alcornoques. Al sur se extiende una penillanura de unos 400 metros, lugar en el que se halla el núcleo de población. La extensión del término es de 38,89 kilómetros cuadrados y los principales cursos de agua que atraviesan el término son los arroyos Pedregoso y Coto Calderón. Carmonita pertenece a la comarca de Lácara. Las aguas del Guadiana entran mansamente en la comarca procedentes de las presas de Orellana y del Zújar para ser embalsadas de nuevo en la presa de Montijo, a la altura de Esparragalejo. Dos canales (Montijo y Lobón) riegan 24.000 y 14.000 hectáreas, respectivamente. La comarca posee dos zonas bien distintas, como son las zonas de Vegas Bajas del río Guadiana y las zonas de dehesa y bosque mediterráneo. En las vegas del Guadiana aún existen restos de importantes villas romanas, alquerías y visigodas y una red de arterias, canalillos y acequias que se remontan a la ocupación musulmana. La población se dedica esencialmente al sector agropecuario y el municipio tiene una urbanización irregular, con casas de una o dos plantas.  Con una población agrícola y ganadera, conserva en muchos de sus barrios la típica arquitectura con las peculiaridades y materiales propios de la zona.

            Los primeros pobladores de Carmonita se aprovecharon de las condiciones naturales en las orillas de río y riachuelos, como lo prueba la industria lítica hallada, que indica que estos lugares eran utilizados como lugares de caza. Su territorio circundante cuenta con interesantes monumentos megalíticos. No solo el denominado dolmen de Carmonita, sino también el dolmen de Lácara, el dolmen del Portugués y el desaparecido dolmen de Louriana, cercano al monasterio franciscano del mismo nombre. El mejor conservado es el dolmen de Lácara. El Bronce Final supuso el impulso definitivo para estas comunidades, que empiezan a definirse como comunidades estructuradas por influencia de los contactos con gente atlántica y mediterránea. A lo largo del I milenio, los contactos de la Vettonia con Tartessos se intensifican y algunos hallazgos identifican las mercancías con el comercio a través de la Vía de la Plata. La fundación de Emérita Augusta supuso la integración de su amplio territorio en la estructura del Estado romano. La calzada romana Vía de la Plata cruza el término municipal de Casas de Don Antonio de norte a sur, a tan solo 5 kilómetros del término municipal de Carmonita. En el entorno cercano a la localidad se implantan los modelos itálicos con el asentamiento en villae, como principal modelo de ocupación del medio rural, habiéndose localizado material cerámico en superficie y sillares graníticos en yacimiento altoimperiales de Las Torrecillas, La Dehesilla, los Frontones, junto al puerto de las Herrerías, o el regato del Trampal y una posible canalización romana para llevar agua del río Ayuela a Las Torrecillas. En el siglo V, el Imperio Romano entró en una total crisis política, económica y social, que originó su derrumbe y provocó la desaparición de su unidad política y administrativa. En el siglo VI, los visigodos se establecieron en la Península Ibérica. Su presencia en el territorio queda suficientemente atestiguada por el número de basílicas en lugares relativamente cercanos a Carmonita. El territorio fue ocupado por las tropas árabes en el 712. La fundación de Carmonita se atribuye al asentamiento en la zona de musulmanes oriundos de Carmona (Sevilla). En el siglo X se instalan en la zona tribus norteafricanas. En 1237, el maestre Vasco Rodríguez de Cornago le concede a Mérida un segundo Fuero y Carmonita pasa a pertenecer a la Orden de Santiago. A raíz del Fuero de Mérida de 1253 comienzan a llegar pobladores de Galicia y León que van formando núcleos de población y surgen aldeas en el término de Mérida que se van repoblando, como Carmonita, Cordobilla, Aljucén, Montánchez o Lácara. La Guerra de la Independencia contra Francia deja en 1809 en poder de los franceses casi toda la región. Las Cortes de Cádiz marcan un cambio importante al suprimir en 1811 los señoríos y los corregidores y establecer en cada ayuntamiento alcaldes, regidores y procurador síndico elegidos por la población. Carmonita fue una aldea de la vecina población de Cordobilla, siendo de reducida entidad poblacional. Hasta mediados del siglo XIX, la iglesia parroquial era aneja a la parroquia de Cordobilla.

            Las manifestaciones artísticas más notables de Carmonita son: el dolmen de su nombre, a 1 kilómetro de la población, formado por una cámara de tendencia circular, conservándose diez ortostatos, con un diámetro interior de 3,26 metros y un corredor de 4,89, de grandes lajas colocadas longitudinalmente. Un segundo es el dolmen del Prado de Lácara, Monumento Nacional en 1931, además de los dólmenes de la Cueva del Monje y de la Cueva del Moro. Entre los santuarios rurales, los más conocidos son los altares rupestres, o peñas sagradas, en los que se hacía sacrificios de toda índole. Otra obra artística destacada es la basílica de Santa Lucía del Trampal, que debió formar parte del algún monasterio, descubierta en 1980 por los entonces alumnos de la Facultad extremeña de Filosofía y Letras Juan Rosco Madruga y María Luisa Téllez que, junto al catedrático de Historia del Arte, Salvador Andrés Ordax, dieron a conocer el hallazgo en diversas publicaciones. El monumento más importante de la localidad es la iglesia parroquial de Santa María Magdalena, del siglo XVI. En las cercanías de la localidad existieron varias ermitas, algunas ya desaparecidas, como la ermita de San Blas. A 800 metros del casco urbano se encontraba la ermita de los Mártires y entre 2015-2016 se construyó la ermita de San Isidro Labrador en la finca de “El Empastao”. Más alejadas se hallaban la ermita de San Jorge y la ermita de San Ildefonso. Otros lugares de interés son: el Pozo de las Viñas y molinos, la cárcel y pósito y la cruz de término, situada en la carretera a Cordobilla

            Entre las tradiciones populares caben destacar: la tradicional comida del Domingo de Resurrección junto al paraje del dolmen: la romería de San Isidro Labrador, el sábado más cercano al 15 de mayo: la semana cultural y fiestas en honor a Santa María Magdalena; las fiestas en honor del Santísimo Cristo del Perdón, del 13 al 16 de septiembre y Los Tueros (leño grueso o tronco seco), que acarrean los mozos y depositan en la plaza del pueblo. El día 24 de diciembre al anochecer, los queman mientras que cantan y beben a su alrededor quienes han cumplido18 años antes de Nochebuena, tradición que aún perdura.

            La obra concluye con un cuento inspirado en los dólmenes de Carmonita y alrededores, “Los duendes de las piedras gigantes”, de Florentino Escribano, y un epílogo del catedrático de Historia, Juan A. Fernández Requejo.

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[1] Vid.: Ramos Rubio, José Antonio y De San Macario Sánchez, Óscar: Carmonita y su entorno arqueológico. Una población de la comarca de Lácara, Ayuntamiento de Carmonita, Gráficas Diputación de Badajoz, Badajoz, 2020, 190 págs.

 

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