A finales del pasado mes de julio, escribía un artículo titulado “¿Qué vende Extremadura en España?”, en el que me preguntaba por las razones por las que nuestra región no vende lo que hubiere de vender, y “vende”, en cambio, la crónica negra, pero no la verde de la esperanza, a no ser que esa venta se compre y se pague con nuestros propios dineros: la campaña de Marca Extremadura, nuestra presencia en Ferias nacionales e internacionales…
Me preguntaba si la fiesta de la Comunidad Autónoma pasaría, un año más, inadvertida para los informativos de las cadenas nacionales, como tan acostumbrados nos tienen. Tenía la esperanza, no obstante, de que otra coincidencia, la del Día de Asturias, pudiera ser motivo para un minuto y medio de información conjunta en un telediario de una cadena televisiva. Nada de eso: apenas unas imágenes que ofrecen más realce –habría que preguntarse si ha sido solo por eso-- de la Medalla otorgada a una compañera de profesión que del discurso del Presidente de la Junta y de los otros medallistas; una rápida alusión a la festividad de Guadalupe, y poco más.
No entramos a valorar ahora el discurso del Presidente ni los méritos, que los hubieren, del resto de los medallistas; pero hemos de convenir en que los extremeños nos pasamos de generosos con los demás cuando ellos nos ponen la mejilla de la insolidaridad.
No ocurrirá lo mismo el próximo viernes, día 11, cuando Cataluña celebre su Diada y sea portada de telediarios y periódicos, con fotos de ofrendas florales, discursos, manifestaciones e incidentes.
Esperaba pacientemente el desarrollo del telediario de la Primera: nada del Día de Extremadura, nada de Guadalupe, ni de Asturias… No aguanté más, y esperé a que después me contaran: la última noticia: Extremadura y Asturias, unidas en apenas minuto y medio de información.. Lo único destacado: la medalla a su compañera extremeña. Más noticia ha sido, y será hasta mañana por la noche, la llegada de la selección nacional de fútbol a Mérida y el partido frente a Estonia, que nuestro Día, como si solo la “roja” fuere de todos y Extremadura no fuere también España.
Nada tengo con que un medio informativo resalte los méritos de sus compañeros y obvie el resto, como si ahí se terminare el mundo y la noticia. Más noticia era reconocer la solidaridad de Barrancos con Extremadura, que salvó la vida de miles de extremeños que huían de una muerte segura, y eso pasa inadvertido, como pasa la hora de Extremadura en España, a punto ya su nuevo Estatuto para los próximos veinticinco años.
Como también pasa inadvertida la radical oposición de los sucesivos arzobispos de Toledo y primados de España, incluso el nuevo recién nombrado, a favor de una integración de Guadalupe en la archidiócesis extremeña, unificando los límites diocesanos con los de la Comunidad que, después de veintiséis años de autonomía, la da por más que confirmada, así como su asentamiento definitivo en España, de la que forma parte indisoluble.
Las cosas de palacio van despacio y “cuando Dios no quiere, los santos no pueden”. Eso parece pasarnos a los extremeños: generosos en demasía con propios y ajenos, incapaces de reconocer la generosidad de un pueblo todo solidaridad; pero, como siempre, “quien parece más lego, es el que dice las misas”. Les dimos un Centro Territorial para dar noticias de Extremadura: uno de los medallistas, a título póstumo, Fernando Hernández, lo puso en marcha con esfuerzos y sacrificios y dio a Extremadura la felicidad de más de doscientos hijos… Nada de eso es noticia, sino solo para quienes conservan su memoria y la distinguen. Lo demás, no cuenta; Extremadura, tampoco, sino fuere en su crónica negra, porque la rosa no existe y “al miserable y al pobre, todo le cuesta doble”.
Me preguntaba si la fiesta de la Comunidad Autónoma pasaría, un año más, inadvertida para los informativos de las cadenas nacionales, como tan acostumbrados nos tienen. Tenía la esperanza, no obstante, de que otra coincidencia, la del Día de Asturias, pudiera ser motivo para un minuto y medio de información conjunta en un telediario de una cadena televisiva. Nada de eso: apenas unas imágenes que ofrecen más realce –habría que preguntarse si ha sido solo por eso-- de la Medalla otorgada a una compañera de profesión que del discurso del Presidente de la Junta y de los otros medallistas; una rápida alusión a la festividad de Guadalupe, y poco más.
No entramos a valorar ahora el discurso del Presidente ni los méritos, que los hubieren, del resto de los medallistas; pero hemos de convenir en que los extremeños nos pasamos de generosos con los demás cuando ellos nos ponen la mejilla de la insolidaridad.
No ocurrirá lo mismo el próximo viernes, día 11, cuando Cataluña celebre su Diada y sea portada de telediarios y periódicos, con fotos de ofrendas florales, discursos, manifestaciones e incidentes.
Esperaba pacientemente el desarrollo del telediario de la Primera: nada del Día de Extremadura, nada de Guadalupe, ni de Asturias… No aguanté más, y esperé a que después me contaran: la última noticia: Extremadura y Asturias, unidas en apenas minuto y medio de información.. Lo único destacado: la medalla a su compañera extremeña. Más noticia ha sido, y será hasta mañana por la noche, la llegada de la selección nacional de fútbol a Mérida y el partido frente a Estonia, que nuestro Día, como si solo la “roja” fuere de todos y Extremadura no fuere también España.
Nada tengo con que un medio informativo resalte los méritos de sus compañeros y obvie el resto, como si ahí se terminare el mundo y la noticia. Más noticia era reconocer la solidaridad de Barrancos con Extremadura, que salvó la vida de miles de extremeños que huían de una muerte segura, y eso pasa inadvertido, como pasa la hora de Extremadura en España, a punto ya su nuevo Estatuto para los próximos veinticinco años.
Como también pasa inadvertida la radical oposición de los sucesivos arzobispos de Toledo y primados de España, incluso el nuevo recién nombrado, a favor de una integración de Guadalupe en la archidiócesis extremeña, unificando los límites diocesanos con los de la Comunidad que, después de veintiséis años de autonomía, la da por más que confirmada, así como su asentamiento definitivo en España, de la que forma parte indisoluble.
Las cosas de palacio van despacio y “cuando Dios no quiere, los santos no pueden”. Eso parece pasarnos a los extremeños: generosos en demasía con propios y ajenos, incapaces de reconocer la generosidad de un pueblo todo solidaridad; pero, como siempre, “quien parece más lego, es el que dice las misas”. Les dimos un Centro Territorial para dar noticias de Extremadura: uno de los medallistas, a título póstumo, Fernando Hernández, lo puso en marcha con esfuerzos y sacrificios y dio a Extremadura la felicidad de más de doscientos hijos… Nada de eso es noticia, sino solo para quienes conservan su memoria y la distinguen. Lo demás, no cuenta; Extremadura, tampoco, sino fuere en su crónica negra, porque la rosa no existe y “al miserable y al pobre, todo le cuesta doble”.
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