domingo, 11 de julio de 2010

EL FÚTBOL COMO TEMA LITERARIO

Ante la celebración del Mundial de Sudáfrica, que hoy concluye con la final Holanda-España, la Revista de Occidente ha publicado un monográfico sobre el “deporte rey” en el que escritores, periodistas y sociólogos reflexionan sobre los distintos aspectos del fútbol en cuanto sobresaliente fenómeno de la cultura global de nuestros días. Explican fenómenos simbólicos y rituales de lo que hace tiempo es algo más que un mero espectáculo, su valor como representación de una sociedad y una época, y analizan su extendida pasión.

Dos aficiones y dos países, y medio mundo, están hoy pendientes del resultado final de un partido de fútbol, que dará la gloria al vencedor y el consuelo de las lágrimas a los perdedores. Como cualquier pasión desmedida, y a veces irrefrenable, el fútbol, lejos de ser un opio del pueblo, se constituye en una religión más de un país, que religa para sí mismo una pasión y devoción que va más allá de la del fin de semana de las vicisitudes del equipo de cada cual. La selección aúna en sí símbolos de un pueblo por encima de la particularidad de un equipo. La selección es universal como el equipo es particular.

El británico Kipling y el argentino Jorge Luis Borges marcaron las distancias entre fútbol y literatura; pero, desde hace unos años, cambió la percepción de los escritores, quienes no solo se declararon aficionados de lo que sucedía en las canchas, sino que tradujeron en palabras el juego más practicado en todo el mundo, el deporte rey.

La literatura española dio ya durante el siglo XX numerosos ejemplos en los que el fútbol fue analizado en todos los géneros posibles: la poesía, el teatro, el artículo periodístico, el ensayo…, como una prolongación de una pasión que vehicula todos los aspectos de la vida de un aficionado.

El 20 de mayo de 1928 se disputaba en Santander la final de la Copa de España entre el F. C. Barcelona y la Real Sociedad. Serán necesarios tres partidos para saber quién será el campeón, porque entonces no existía el lanzamiento final de penalties. En el primero de los partidos, disputado ese día, el portero del Barça, Platko, se convierte en héroe por su comportamiento. Avanza el delantero centro de la Real, Cholín, hacia la portería y, cuando el gol parecía inevitable, el guardameta sale a sus pies, contiene el tiro y recibe el golpe destinado al balón. Platko quedó conmocionado y hubo de retirarse del terreno de juego para recibir seis puntos de sutura. Platko volvió al juego con un aparatoso vendaje que perdería en el transcurso de la batalla. El poeta Rafael Alberti, presente como espectador, queda impresionado y compone la “Oda a Platko”, que dedica a Samitier, quien marcó el gol de la victoria, que dice en uno de sus versos:

“Sangrando en los ojales,
Sangrando por ti, Platko
Por tu sangre de Hungría,
Sin tu sangre, sin tu impulso, tu parada, tu salto,
Temieron las insignias.”

No quedó, sin embargo, la oda de Alberti sin respuesta, porque Gabriel Celaya respondió con su “Contraoda”, en la que testimoniaba que su equipo, la Real, había hecho méritos bastantes para ganar el partido, y achacaba la derrota no a la gran actuación de Platko, sino a la deficiente actuación arbitral.

“Y recuerdo también nuestra triple derrota
En aquellos partidos contra el Barcelona
Que si nos ganó, no fue gracias a Platko
Sino por diez penaltis claros que nos robaron.”


En “Elegía al guardameta”, dedicada a Lolo, portero del Orihuela, su pueblo natal, Miguel Hernández canta su muerte tras estrellarse contra uno de los postes de la portería, tras una larga estirada. Hernández se recrea en la acción del salto, la impresionante palomita que sorprende al fotógrafo en el aire y que le permite “tumbarse en el viento para evitar victoria”. Dice el poeta:

“Combinada la brisa en su envoltura
Bien, y mejor chutada,
La esfera terrenal de su figura
¡cómo! fue interceptada
Por lo pez y fugaz de tu estirada.”

Maradona, uno de los mejores jugadores de todos los tiempos, ha perdido en este Mundial como seleccionador argentino los laureles que lograra como jugador. En 2008, Mario Benedetti le regaló este poema titulado “Hoy tu tiempo es real”.

“Vida tuya tendrás y muerte tuya
Ha pasado otro año, y otro año
Le has ganado a tus sombras, aleluya.”

Albert Camus, premio Nobel de Literatura 1957, fue un excelente jugador y gran aficionado al fútbol en Argel. Le gustaba el juego, un deporte que unía a católicos y musulmanes, el ímpetu, la pasión de la victoria y el poso amargo de la derrota. Cuanto sabía de ética lo había aprendido en los campos de fútbol. Para él,”toda la filosofía de la vida se reduce a aquella que se aprende en la zona en la que el gol es la culminación de un destino común”.

Nuestro dramaturgo Manuel Martínez Mediero --socio de pago del C. D. Badajoz, “porque algún calvario ha de tener uno en esta vida”, dijo en el Teatro Romano al recibir la Medalla de Extremadura-- en su obra “Heroica del domingo” (Obras completas, vol. V, 1984), aborda la antimitología de los futbolistas, en la que “Pantera Fernández” es un meta de “manos blandas” que encaja muchos goles y que se encuentra a punto de colgar las botas. En su obra narra su mundo de vanas esperanzas, de ilusiones frustradas, la pérdida de su juventud para realizar el sueño de su vida: montar un bar con luces de neón para poder comentar a los clientes los goles del domingo en la moviola.

El escritor mejicano Juan Villoro afirma que, cada cuatro años, “Dios es redondo”. Roa Bastos narra en “El crack” la historia de Goyo Luna, delantero izquierdo del Sol de América, que vuelve desde la muerte para librar su último partido. Borges odiaba el fútbol (“esa cosa estúpida de ingleses”), pero en su cuento “Esse est percipi” (Ser es ser percibido), escrito con Bioy Casares, defiende que el fútbol ha dejado de existir y solo vive en la imaginación de los comentaristas deportivos. Vázquez Montalbán llevó a su detective Pepe Carvalho a las entrañas del mundo futbolero en su obra “El delantero centro fue asesinado al atardecer”. Kapuscinski narró el conflicto armado entre Honduras y El Salvador en 1969, cuando sus selecciones nacionales se jugaban la calificación del Mundial de Fútbol México 1970, en la que hubo más de 10.000 bajas.

El fútbol es más que una evasión, pero no la de la fuga de los aliados narrada por Jhon Huston en su película “Evasión o victoria” (1981), sino la evasión ante una realidad cotidiana que no nos produce el gol de la autoestima, sino la hiel de la derrota.

No hay comentarios: