
Habéis sido agredidas por quienes no aceptan ni nuestra soberanía en la plaza ni por quienes no asumen vuestra condición de agentes de la autoridad ni de la ley; pero vosotras, mujeres de la Policía Nacional, no habéis llegado hasta aquí para dejaros amedentrar por machistas que consideran suyo lo que nunca lo fuere, y a vosotras, una afrenta más de una nación soberana por vuestra condición de orden y de ley y por vuestro género, que tampoco admiten.
No podemos esperar al homenaje de octubre para deciroslo: ni a vosotras ni a vuestros compañeros, ni a nuestros soldados, que allí velan por la integridad territorial de España, aunque unos pocos malnacidos intenten romper la convivencia que vosotras contribuís a hacer posible en paz, como hace siglos lo fuere en nuestra patria entera.
Vosotras sois también nuestra fuerza, por ser agentes de la ley, y por ser mujeres que, con vuestra bondad, eleváis sin pretenderlo el espíritu patriótico de vuestros compañeros. No estáis solas. Vuestros compatriotas, hombres y mujeres de la Península, están con vosotras como vosotras estáis en espíritu con nosotros, a pesar de las 115 millas náuticas que os separen de Málaga.
No habéis dejado vuestra patria que allí os destinare para servirla. Dejasteis atrás, sí, vuestra Península, vuestros pueblos y ciudades, quizá vuestra familia más íntima, para servir al orden y la ley en una ciudad española más, aun en otro continente. Razones de más para que estemos con vosotras, para que salgamos en defensa de vuestra dignidad de policías y de mujeres. No salimos de un libro: salimos de la Península para daros el abrazo que no hace falta que nos pidan vuestros compañeros, los besos que merecéis y no solicitáis, el aliento que la mayoría os da, porque sois nuestras policías y nuestras compatriotas y no estáis en “zona de nadie”, sino en nuestro suelo patrio, aunque a algunos les fastidie leer determinadas palabras, y que seáis mujeres, y a mucha honra, de España.

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