Concebida fui y desolada me siento
Por el hombre en el que vi mi salida
Tras el empate sin impar aturdida
Sin esperar en sueños este advenimiento.
Viniste a mí, David, en hora inoportuna
Y en mi laberinto tejido de alma sufrida
Hubiste en mi palabra aliento y salida
Para saciar tu sed de tanta hambruna.
Ni soy Goliat ni Minotauro fiero
Joven David que a mi llegaste
Sin el aura ni el empuje de Teseo.
Sin mi ovillo conductor de trastiendas
Sin mí, David, ni tu onda que redime
Podrás tener valor, pero nunca hacienda.
Ni su victoria ni la vuestra en tribunales
Serán sin mis manos menestrales
Tan solo honores de amantes accidentales.
No me abandones, David, en el laberinto
Ni me dejes, traidor, en isla desierta,
Que te daré con mi hilo la llave del pasadizo
Y tú a mí, mi niño, la llave de nuestro recinto.
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