La célebre frase unamuniana al comienzo de la guerra civil española en el Paraninfo de la Universidad salmantina parece cobrar fuerza de naturaleza en el actual momento político nacional. El gobierno de la nación es cosa de dos, como la Liga; pero si la ganare el Barça, habría que suscribir que “ganó convenciendo”; si fuere el Madrid, en cambio, hubiéramos de decir que “venció sin convencer”.
Algo similar ocurre en la política nacional: unos tienen que convencer para vencer; los otros consideran ya la victoria sin convencer, porque no persuaden y les falta la razón; porque no miran por encima de sus hombros y les importa más el poder que la convicción, gobernar que solucionar los problemas en un año, como afirman.
Unamuno basaba su afirmación en la necesidad de la persuasión para convencer y en su inexistencia al faltarle la razón. Las armas vencen, pero no convencen, porque no asumen en sí mismas más que la muerte, que nunca será la victoria sobre la vida, sino la negación misma de ella y la proclamación de su antónima: la muerte, a la que dio ¡”vivas!” Millán, como si ésta fuere sinónima de victoria.
El secretario general del PSOE de Extremadura, Fernández Vara, ha proclamado en Fuente del Maestre la necesidad de “convencer para vencer”, oponiéndola al “vencer sin convencer” de otros. Nunca como hoy, la necesidad de la convicción debe imponerse antes que la de la victoria. Esta llegará por la convicción, por la persuasión y la razón, pero nunca por la mentira, por la marcha atrás en las conquistas sociales, por anteponer su sed de poder a la necesidad de superar las dificultades del país, como ha dicho el vicesecretario general socialista, José Blanco.
También en Salamanca, la presidenta de la Fundación Víctimas del Terrorismo, Maite Pagazaurtundua, parafraseaba el pasado año a Unamuno al afirmar que “los terroristas ni vencerán ni convencerán”. Ni vencerán con sus armas, ni convencerán con sus propósitos.
Se puede, en efecto, vencer, pero nunca convencer. La convicción necesita explicación, certeza, certidumbre, convencimiento, esperanza, fe, seguridad, lo contrario de la duda y la inseguridad. Lo primero es lo que debe guiar a quienes aspiran a continuar en la España que ha ganado cotas impensables de igualdad, bienestar y derechos; lo segundo sería una vuelta atrás en la inseguridad para los más de una victoria que no pudiere cantarse porque no convenciere.
Algo similar ocurre en la política nacional: unos tienen que convencer para vencer; los otros consideran ya la victoria sin convencer, porque no persuaden y les falta la razón; porque no miran por encima de sus hombros y les importa más el poder que la convicción, gobernar que solucionar los problemas en un año, como afirman.
Unamuno basaba su afirmación en la necesidad de la persuasión para convencer y en su inexistencia al faltarle la razón. Las armas vencen, pero no convencen, porque no asumen en sí mismas más que la muerte, que nunca será la victoria sobre la vida, sino la negación misma de ella y la proclamación de su antónima: la muerte, a la que dio ¡”vivas!” Millán, como si ésta fuere sinónima de victoria.
El secretario general del PSOE de Extremadura, Fernández Vara, ha proclamado en Fuente del Maestre la necesidad de “convencer para vencer”, oponiéndola al “vencer sin convencer” de otros. Nunca como hoy, la necesidad de la convicción debe imponerse antes que la de la victoria. Esta llegará por la convicción, por la persuasión y la razón, pero nunca por la mentira, por la marcha atrás en las conquistas sociales, por anteponer su sed de poder a la necesidad de superar las dificultades del país, como ha dicho el vicesecretario general socialista, José Blanco.
También en Salamanca, la presidenta de la Fundación Víctimas del Terrorismo, Maite Pagazaurtundua, parafraseaba el pasado año a Unamuno al afirmar que “los terroristas ni vencerán ni convencerán”. Ni vencerán con sus armas, ni convencerán con sus propósitos.
Se puede, en efecto, vencer, pero nunca convencer. La convicción necesita explicación, certeza, certidumbre, convencimiento, esperanza, fe, seguridad, lo contrario de la duda y la inseguridad. Lo primero es lo que debe guiar a quienes aspiran a continuar en la España que ha ganado cotas impensables de igualdad, bienestar y derechos; lo segundo sería una vuelta atrás en la inseguridad para los más de una victoria que no pudiere cantarse porque no convenciere.
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