domingo, 25 de marzo de 2012

AQUEL 14-D DE 1988

           El 14 de diciembre de 1988 tenía lugar en España la cuarta y más famosa huelga general de la democracia española. Apoyada por todos los sindicatos, partidos de derecha y de extrema izquierda, fue considerada como la mayor protesta social desde la década de los 50. Aquella huelga, contra el plan de empleo juvenil del Gobierno de Felipe González, dio un giro radical a la política económica socialista, que disparó el déficit público, en plena fase expansiva de la economía, que crecía a ritmos superiores del 4 por ciento de media anual en el trienio 87-89.

            Las anteriores, del 77, 78 y 85, pasaron inadvertidas; pero esta del 88 se preveía histórica por el miedo que provocó en la sociedad española y las consecuencias que acarreó.

            La víspera de la huelga, como movidas por la memoria de las revoluciones, las amas de casa realizaron compras para una semana, desabasteciendo los pequeños comercios de entonces, que despacharon en una jornada lo que vendían durante ese periodo de tiempo.  Ellas mismas se recluyeron en casa junto a sus hijos, que no hubieren colegio al día siguiente. Se rumiaba el silencio, a la espera.

En las primeras horas de la noche previas a la huelga, los piquetes comenzaron su actuación. Algunos les hicieron frente, defendiendo sus negocios y el derecho al trabajo. En algún lugar del centro de Cáceres, algún guarda jurado, que acompañaba a los trabajadores, llegó a sacar una pistola, ante las voces y protestas escandalizadas de sindicalistas y miembros de los piquetes. A primera hora de la mañana, la lucha sindical principió en la apertura del polígono industrial y siguió con la apertura de los comercios. Tras una noche en vela, a mediodía del 14-D la calma parecía volver a la ciudad. Los piquetes se habían ido a descansar. Algunos bares abrieron tímidamente y, con las puertas casi cerradas, servían café a sus clientes, trabajadores que no hicieren uso del derecho a la huelga y sí al del trabajo.

            Aquella huelga fracturó a la familia socialista. UGT se divorció del PSOE. El entonces ministro de Trabajo del Gobierno socialista, Manuel Chaves, hubo de retirar el plan de empleo juvenil y la política económica dio un giro radical, que disparó el déficit público. Felipe estuvo a punto de dimitir. Un año después, el Gobierno socialista accedía a las demandas sindicales.

            Si el PSOE hubo de soportar cuatro huelgas generales, el PP tuvo la suya el 20 de junio de 2002 por el famoso “decretazo” contra la reforma del desempleo, que obligó a Aznar a echarla para atrás, como ocurriera en 1988.

            La anunciada  huelga del día 29 ya había sido prevista por Rajoy, a quien se le escapó, ante un inoportuno micrófono, la frase: “Esta reforma laboral me va a costar una huelga general.” Y así ha sido. Una cosa será la protesta o la mayor o menor incidencia del paro, que no genera empleo, y otra que se dé una vuelta de tuerca, como en las dos ocasiones anteriores, en el peor momento de crisis económica de nuestra historia, y porque la reforma ha sido escrita al dictado de los mercados y de los poderosos de la UE. Ya lo dijo Guindos ante el responsable de Asuntos Económicos de la Comisión Europea, Olli Rehn: “Vamos a aprobar una reforma laboral extremadamente agresiva.”

            Sólo que esta vez no será posible su retirada y la reforma la pagarán siempre los mismos –la clase trabajadora--, nunca los ricos ni los políticos que la ejecutan, porque a ellos no les hace falta la huelga, porque no hubieren necesidad al no afectarles a sus bolsillos y a su conciencia de defensores de los más débiles. Todo está consumado, y ni aun así, los mercados ni Europa se fían de nosotros. Nos lo quieren quitar todo: a los pobres, no a los ricos ni a los políticos, que piden con la boca chica que no haya plenos camerales ese día para pasar una jornada al sol.

            La foto del presidente del Eurogrupo, Jean Claude Juncker, apretando, pero no ahogando, la “garganta profunda” de nuestra economía, Luis de Guindos, en  la sede de la Comisión, trasciende el significado virtual de la imagen y de una huelga que todavía no ha comenzado. Al final no podremos gritar porque ahogarán hasta nuestras gargantas tras vaciarnos los bolsillos. Y lo primero, era el empleo…



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